sábado, 28 de diciembre de 2013

Sonidos del 2013, primera parte...

A días de terminar el año, la vida me despertó con sus preocupaciones y del bellísimo sueño en el cual descubría al culpable del asesinato de José Arturo Robles Pinedo de los Márquez Reyes, se esfumó como vapor entre el frío. Una taza de café, 6 donas y unas canciones más tarde, heme aquí entre la oscuridad, atestiguando la silueta ensombrecida de mi árbol de Navidad entre los tempranos (muy tempranos) minutos de la madrugada. Para diferir las ansiedades que apremian, hacer cosas mundanas, banales y sin sentido, como escribir un blog compartiendo que la vida lo despertó a uno y ahora bebe café frente a la lastimosa pantalla de una laptop, o hacer listas. Tras cumplir con la primera, continuo con la segunda y es que realmente, el hacer listas me satisface en un nivel culposo. Este año estuvo lleno de buena música, a pesar de lo que muchos digan y piensen; sólo era cuestión de buscar y tomarse el tiempo (llámese 365 días) para escuchar. Y mientras repaso en el shuffle un año entero, mando a la mierda la lista jerarquizada y sólo nombraré aquello que captivó mi oído, mi atención, mi fanatismo.

            Obtuve dos discos en estos últimos días que me cautivaron: Harlem River de Kevin Morby y Country Sleep de Night Beds.  Este último lo descubrí gracias a NPR (National Public Radio) con la canción “Even If We Try”: melancólica melodía que tanto en su letra, como en su arreglo musical, expresa una palpable impotencia contra las vicisitudes de la vida. El álbum en su totalidad, diverge en cuanto al estilo de esa única canción, presentando una vena country-folk en veces, queriendo ser un poco Johnny Cash, como en “Borrowed Time” o “TENN”, aunque para los 23 años de Winston Yellen (aka Night Beds), le falta vida, le faltan experiencias, le falta…

            Por otro lado, Kevin Morby y su Harlem River es sublime. Al igual que Winston Yellen, Kevin Morby es un chicuelo de 25 años cantando: “If you knew the death I’d wanted or measure that hole that I’m in / If you knew just how far I’d travel, then, maybe then, only then all of friends would be there all to greet m/ Inside me is not air” en “Miles, Miles, Miles”. Bah, ¿quiénes somos para juzgar los caminos de un hombre? Mejor escuchar a Morby, su música y su estilo con referentes visiones de Lou Reed en “Wild Side (Oh The Places You’ll Go)” y Bob Dylan “Harlem River”. Hablemos de sonidos para la noche y les juro que este disco irá perfecto con esa idea: tintes de rock ‘n’ roll, guiños a Motown (a mi me pareció), un poco de R & B, quizá y la voz de Kevin tan sedosa y nítida deslizándose como mantequilla sobre pan; bueno, así me parece en momentos, como en “Slow Train”.

            Y si hablamos de voces dulces, prístinas, y hasta cierto punto, dolientes, qué decir de Justin Vernon y Volcano Choir con Repave. Hay quienes ante un adjetivo como preciosista huyen lejos de la cosa que lo carga, pero aquí no hay de otra; el álbum se antepone ante los cuerpos desnudos  de quienes interpretan para nuestros oídos y nuestros adentros, el sonido y el ambiente de un sonido preciosista y la cruda honestidad de la letra. A estas alturas, todos hemos aprendido que Vernon canta como un romántico empedernido pintando de rosa al amor, cuando realmente se complace en el puñal y la herida: It’s nineteen and kids, warfare secret canta en “Tiderays”, seguido por mi verso favorito: You’re the bitch that never ends.  Aunque el punto más alto de un álbum rebosante de canciones casi perfectas fue “Byegone”: entre la confesión de un ebrio admitiendo que es hora de levantarse y marcharse a morir emulando un épico llamado a la guerra ante un crescendo musical explotando entre la batería, los riffs guitarrescos tan orgásmicos y la voz de Vernon llamando a la muerte: Set sail! De haber hecho un top 10, este estaría entre los primeros cinco.

            Antes de concluir esta primera parte, no puedo dejar fuera a los queridos por algunos, odiados por muchos, Edward Sharpe & The Magnetic Zeros; el colectivo de influencias hippies, amor y paz, harekrishna, o como los quieran catalogar, que proporcionaron el fabuloso y sorprendente álbum titulado nada más y nada menos que Edward Sharpe & The Magnetic Zeros. Este tercer álbum no cambia mucho de sus predecesores al seguir una línea de tradición folk-pop con un toque de rock sesentero al estilo de Mamas & The Papas y sonidos que, lo admito, a veces vuelan muy alto queriendo emular un feelin’ muy a la Beatles en “Please!” o “If I Were Free” con discretos sonidos que oscilan entre Let It Be y Abbey Road.  Pero para tones y sones, el álbum cierra con una de las canciones más increíbles que escuché en todo el año: “This Life” es la declaración de alguien que ha decidido que la vida no se hizo para él (o ella). No es un llanto de auto victimización que termina por llenar de tedio y hartazgo, sino una confirmación de que la vida se hizo para todos. “This life, tell it to me, this life, ain’t for me now”, canta Alex Ebert, mientras que el coro explota en una réplica de tintes  gospel que le ponen la piel chinita a cualquiera al gritar “Liar!” Vaya manera de cerrar un disco que le inyectará alegría y esperanza a cualquiera, sin importar lo cursi que eso se escuche.


jueves, 21 de noviembre de 2013

me perdí

Solía escribir en mi cuaderno con lápiz. Un cuaderno pequeño, pesado, rústico; de hojas color beige, que ahora han logrado difuminar el grafito impreso datado desde hace dos años. ¿Ahora cómo recobraré esa parte de mí que procuré cuidar del tiempo? Se me rompe el corazón: he perdido a la yo de esos días; se quedó por ahí, mezclada entre fibra y carbón, impresa en una falsa red que, como todo, va muriendo con el tiempo, con el uso, con la fricción.

viernes, 25 de octubre de 2013

Cosas de nada en la biblioteca.

Algo hay de poético llegar a las 8am a la biblioteca... si tan sólo se pudiera beber café aquí.

jueves, 24 de octubre de 2013

Sobre fuegos arcadianos, reflektores, orfeos negros, clichés y verborrea

Maravillada ante los sonidos que tomaban camino desde los audífonos hasta el punto más recóndito de mi cerebro, Funeral se asentaba como un evento sin precedentes dentro de la poca educación musical que, hasta ese momento, había formado. Una canción fue todo lo que necesité para sentir cómo cambiaba algo en mí. Estoy consciente de las implicaciones que esto representa, pero a veces, la verdad es eso y nada más que eso: vómitos rosados de pura cursi revoltura. Diez años más tarde, la expectativa de querer que algo vuelva a ser igual de grandioso y mágico como lo fue en un principio se hace latente, aunque esto sea imposible. Reflektor no llega a la grandeza de Funeral, ni a su compleja lírica con sus entramados paisajes sonoros y volubles tempos que apelaban a la desautomatización del escucha; tampoco llega al oscuro paraje de sublevación del Neon Bible, ni a la crítica/oda social/familiar de The Suburbs. Sin embargo, aventarlo hacia el rincón de lo despreciable porque ya es popular sería un gran error. Sí, quizá parte de su encanto era el hecho de que el tenerlos dentro de nuestro canon era porque apelaban al ser olvidado, a la persona incómoda en medio de un torbellino de gente; comprendían ese aspecto de la individualidad que tienden a marginalizar... o quizá yo esté mal interpretando (y lo haya hecho todos estos años). Reflektor pues, firma el regreso entre laureles y cantos de victoria del grupo canadiense; un agradecido retorno y merecido para quienes, desde el principio, los escuchamos con suma devoción. A primera vista y escucha, el álbum parece tener un tinte más cinemático -y ustedes disculparán mi ascerción hacia lo obvio- impulsado por el hecho de que se nos presentó  homologado a la película de Marcel Camus, Orfeo Negro (1959), en donde la letra de cada una de las canciones aparece a manera de subtítulos, como buscando el juego de imágenes entre el largometraje y la lírica del disco. Recurren a todos los lugares comunes: las relaciones, la muerte, la vida, el amor, el engaño, etc., y lo hacen al modo ya tan Arcade Fire que hemos llegado a conocer, pero escindido de esta tangible gravedad que había en los tres anteriores. Es un muy buen álbum y uno que ha despertado este tipo de emoción, nuevamente; el tipo que te impulsa a hablar desesperadamente con cualquier pobre alma que se deje, sobre el tema. George Steiner (ya que estamos en ello y a manera de justificación personal), mencionó que la música conjura en los hombres la ilusión comunitaria que tanto anhela la sociedad; parafraseo algo que escribió o dijo hace aproximadamente cuarenta, cincuenta años, y la idea que engloba es, creo yo, tan vigente (o incluso más) ahora que como lo fue ayer. Pero vaya, es sólo el romanticismo hablando de quienes encontramos este tipo de cosas, como el escuchar por primera vez un disco, relevantes y significativas.
 En resumen... Reflektor... he aquí ahora para ustedes:

martes, 22 de octubre de 2013

Ejercicio #8: sobre flâneur, slpeens y cosmogonía Beatle-ezca

(en ti, sin mí)

Te veo por la calle, Henry
bailas, como caballo, valses con el polvo.
Te miran, te miro, tú bailas (un-dos-tres-un-dos-tres).
Tu chaqueta, tu bolsillo, un cigarro, un cerillo
inhalas, humo... como café en la boca.
         ¡Ahí va el camión!
         No vio cambiar el rojo.
La gente se agolpa a ver tu cabeza
estrellándose contra el reloj.
Inhalas, humo... (un-dos-tres-un-dos-tres).
Te veo, Henry, con hoyos en la mente.
Te vas, escupes,
no ven, no saben y tú con ellos
entre muros de aire
(bye bye).


 
Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band (1967)
The Beatles

sábado, 24 de agosto de 2013

Morrison pa'la fiebre de sábado por la noche dentro de una semana astral.

 
 
Astral Weeks (1968)
Van Morrison
 
 
Astral Weeks, insofar as it can be pinned down, is a record about people stunned by life, completely overwhelmed, stalled in their skins, their ages and selves paralyzed by the enormity of what in one moment of vision they can comprehend.  It is a precious and terrible gift, born of a terrible truth, because what they see is both infinitely beautiful and terminally horrifying: the unlimited human ability to create or destroy, according to whim.  It’s no Eastern mystic or psychedelic vision of the emerald beyond, nor is it some Baudelairean perception of the beauty of sleaze and grotesquerie.  Maybe what it boils down to is one moment’s knowledge of the miracle of life, with its inevitable concomitant, a vertiginous glimpse of the capacity to be hurt, and the capacity to inflict that hurt.
 
- Lester Bangs.
 
 
(Él lo ha dicho mejor que nadie, por lo que me he tomado la libertad de tomar prestadas sus bellísimas palabras sobre un álbum sin igual... álbum que debe estar en el canon de cualquiera que se dice amar la música). 

viernes, 16 de agosto de 2013

Confesiones de una vieja universitaria.

"Estaba golpeando la máquina, un poco hambriento, un poco enfermo por el café y el tabaco, entregado con familiar felicidad a la marcha de la frase y a la aparición dócil de las palabras." Con respecto a esto, pienso que Onetti se regodea un poco, o mucho… incluso demasiado, en el hecho de que las palabras aparecen formadas a la orden de “ya”. Truena los dedos y aparecen. Quizá sí, quizá no, yo no sé nada sobre el asunto, a decir verdad; simplemente leía “El infierno tan temido” y de inicio leí aquella oración, y me sentí amenazada, burlada, como un infante recipiente del apunte de dedo burlón de un grupo numeroso de bullies. Sí, todos estos autores son bullies para mortales comunes y corrientes que aspiramos y soñamos estos sueños guajiros de transformarnos a través de las letras y las ideas. Nos deshacemos de placer ante el sonido de las palabras, las imágenes que forman y la posibilidad de trascendencia, de infinito que conllevan, pero cuando con toda humildad y gravedad necesitamos de ellas, se comportan como unas verdaderas perras –te doy esa Paz, aunque me caigas mal-. A pesar de todo ello, mejor ni hablo, mejor no me quejo. La verdad es que amo el sufrimiento que me provoca la ignorancia, más aún el penoso sentimiento de complacencia ante el (tarde) descubrimiento del inexistente hilo negro, es decir, el llegar idiota y enajenada al encuentro de voces que media humanidad descubrió antes que yo. Valga tanta confesión, padrecito, pero en mis decadentes días como vieja universitaria, esta retardada epifanía hubiera sido tan fructífera a la ingenua yo de hace cinco, diez años. Pero sin arrepentimientos. Más vale tarde que tarada. Y todo esto ha llegado a ser lo que es por culpa de Onetti; por culpa de unos cuentos que he tenido que leer como deberes escolarinos, escolásticos, eruditorios, erudísticos o cosas así muy rimbombantes que suenan a inteligencia. Ya mejor aquí le paro, porque comienzo a pecar de astuta.

martes, 9 de julio de 2013

Los marcianos llegaron ya... Wells y Harryhausen. (Extracto)

"Pienso que la mayoría esperaba ver salir a un hombre, tal vez un poco diferente a los humanos, pero, en general, un ser como los hombres. Estoy seguro de que tal fue mi idea. Y mientras miraba me pareció ver algo que se movía entre las sombras. Era de color gris y se movía tortuosamente, y después vi dos discos luminosos parecidos a ojos, después de un momento se proyectó en el aire y hacia mí algo que se asemejaba a una serpiente gris no más gruesa que un bastón. A ese primer tentáculo siguió inmediatamente otro [...] Al salir y ser iluminado por la luz relució como el cuero mojado. Dos grandes ojos oscuros me miraban con tremenda fijeza. Era redondo y podría decirse que tenía cara. Había una boca bajo los ojos: la abertura temblaba, abriéndose y cerrándose convulsivamente mientras babeaba. El cuerpo se convulsionaba de manera violenta. Un delgado apéndice tentacular se aferró al borde del cilindro; otro se agitó en el aire. 

Los que nunca han visto un marciano vivo no pueden imaginar lo horroroso de su aspecto. La extraña boca en forma de 'V', con su labio superior en punta; la ausencia de frente; la carencia de barbilla debajo del labio inferior, parecido a una cuña; el incesante palpitar de esa boca; los tentáculos, que le dan el aspecto de una gorgona; el trabajoso movimiento de sus pulmones en nuestra atmósfera; la evidente pesadez de sus movimientos, debido a la mayor fuerza de gravedad de nuestro planeta, y en especial la extraordinaria intensidad con que miran sus ojos inmensos... Todo ello produce una reacción muy parecida al del asco.

Hay algo profundamente desagradable en su piel olivácea, y algo terrible en la torpe lentitud de sus tediosos movimientos. Aun en aquel primer encuentro, y a la primera mirada, me sentí dominado por la repugnancia y el terror." 

 La guerra de los mundos, H. G. Wells
Ilustración por el gran Ray Harryhausen



Es la primera vez que leo a H. G. Wells y vaya que estoy amando la lectura. Me siento como niña ante su construcción de imágenes y sólo lamento el no habérmelo topado antes. Pero vaya que nunca es tarde para nada, ¿verdad?

martes, 18 de junio de 2013

Kveikur, Sigur Rós (o la poética del espacio)



Sigur Rós. Obviamente no sé qué es lo que escucho. Las letras se pierden en la falta de traducción, pero la música… Oooooooh, sí, la música. El último disco de los islandeses que amé apasionada y obsesivamente fue Takk. No podría decir si Kveikur lo desbanca, probablemente no lo haga. No creo que ningún disco me llegue a desbancar Takk. No perderé mucho tiempo nombrando la discografía debido a los extensos títulos que estos se cargan, y para una chilangonorteña como yo, hacer la referencia constantemente, me hace perder los hilos de las ideas. Mejor no. Mejor así, a lo sencillo. Si lo que buscan es discografía, just google it

Así es. Sigur Rós. Y mis compatriotas y hermanos defequeños, pronto los estarán disfrutando. Esperemos que esta vez no cancelen por las migrañas que probablemente sufrirán –desgraciada altura, desgraciado calor-. Y mientras uno que vive tan lejos de la capital y tan cerca de los iunaited, se conforma con escucharlos en la total y completa belleza del microcosmos que crean mis audífonos. Yo sé que exagero en ello, pero… vaya… el sonido. La música. El ambiente. La oscuridad. No sé qué rayos me canta el Jónsi, se ha quedado perdido en lo extranjero. Mi otredad, sin embargo, logra lo que aquellos que lo escuchan en su lenguaje materno, o que hablan el idioma, jamás lograrán. El completo envolvimiento de lo desconocido, a pesar de ser ya, a estas alturas del juego de los Sigur Rós, un lugar muy común. Cuando el lenguaje dice todo al no decir nada. 

“Brennisteinn”… what the fuck are you sayin’? Pero a quién le importa. La música es tan buena y logran envolverlo a uno, desde el inicio, en una oscuridad que no se encontraba al grado que lo encontramos en Kveikur. Incluso la portada crea esta sensación de dualidad ante el hecho de que hay alguien ahí detrás que sostiene una máscara ante su cara... un aspecto del día contra la noche propiamente, lo familiar y lo irreconocible. Sabrán ustedes, pero yo encuentro esa deformación de la realidad un poco espeluznante e increíble, como los cuentos que de niños nos aterraban y tanto amábamos. En fin. No podemos hablar propiamente del lenguaje de la lírica, pero sí del lenguaje de la música, incluso creo que este retiene para sí una facilidad mayor al de la palabra para comunicar la vasta extensión de las ideas, la imaginación y la completa gama de emociones que se encierran en el hombre. Así pues, este entramado y poético lenguaje tan ya característico de la banda islandesa (integrantes más, integrantes menos), es nuestro punto de partida para regresar al mundo de lo fantástico, mezclando lo orgánico que por naturaleza posee la música y desdoblándolo hacia lo maquinalmente electrónico; dicha inmersión me parece maravillosa. Y claro está, no es un completo desapego a la tradición, seguimos con la sensación de gran solemnidad ante construcciones sonoras tan complejas. Este es un álbum que se prepara para sermonear en una manera completamente anti-paternalista. No es condescendiente como lo llegó a ser durante en algún punto, como en piezas pasadas, digamos “Gobbledigook” y derivados (y pongo como referencia una canción y no el nombre del álbum el cuál es casi imposible escribir). Ha dejado todo eso detrás para convertirse en música inteligente y edificante, así como lo fue en un principio con obras como Ágætis Byrjun, ( ) y Takk. El álbum, según transcurren las canciones, va creciendo en uno. “Ísjaki” atrapa dentro de sí la nostalgia y ceremoniosidad de su época del Heima -maravilloso rockumentary que todos deberían ver, el cual encierra dentro de sí la majestuosidad del gran espectáculo visual que es Islandia con la música de la banda, lo cual obliga a uno a crecer una conciencia y amor hacia la naturaleza (por más cursi que eso se escuche). Pero por más desarrollo de la nostalgia que a la que esta nueva entrega nos empuje, “Kveikur” es un recordatorio de lo contrario, con una violencia y oscuridad que no se encontraba tan palpable anteriormente. Esas distorsiones de una guitarra que vibra casi orgásmicamente y las potentes descargas a la batería se meten bajo la piel. 

Si ya hemos hablado de lenguaje, hablemos de espacio. En la música, al igual que en la literatura, existe una espacialidad dentro de la cual nos contextualizamos, como lectores o escuchas. Para dar con ello, la falta de significado que proporciona Sigur Rós facilita nuestra ubicación dentro de este. Es vasto, es extraordinario y altamente fantástico; no es que quiera referenciarlo hacia un mundo de hadas, pero en veces, y por qué no, el viaje hacia allá es necesario e inevitable. Por ejemplo, “Rafstraumur” me envía hacia un infinito páramo de colores en donde la gravedad no existe y el hombre puede volar (y si lo ridículo no es algo que puedan tomar por racional y concreto, no creo que este álbum sea para vos). Sea que en verdad merezcan el pedestal sobre el cual coloco a esta banda y su retorno, o sea que solamente refiero a mi pequeña obsesión con ellos, escuchar Kveikur ha sido un placer como en contadas ocasiones sucede, con cada canción que pasa. De inicio a fin, hay un hilo que difícilmente se rompe por cuestiones de aburrimiento, cansancio o falta de interés. Sé que muchos lo ignorarán por esa barrera idiomática y la complejidad que parece acarrear un tipo que toca su guitarra con un arco de violín, pero habrá otros que, como yo, se perderán por siempre en su bellísima narrativa.

Aquí, sólo un ejemplo: "Brennisteinn", la canción que abre esta maravilla de álbum.


lunes, 25 de marzo de 2013

Nighthawks At The Diner, Tom Waits.

No recuerdo cómo di de bruces con este álbum, tan sólo que era de noche, muy de noche -o quizá muy de madrugada- y me aquejaba uno de mis usuales (en aquel entonces) ataques de insomnio. Fue el primer disco de Waits que obtuve y escuché con todo el deleite de mis sentidos; una cosa siguió a la otra y ahora forma parte de mi canon, ese mismo que propondría si algún día llegase la inteligencia cósmica, salida de algún otro planeta y pidiera se salvaguardara lo más valioso de la música. Tom Waits debe ser puesto sobre el pedestal. 

En algún otro momento me tomaré un segundo para escribir un poco más sobre él, por lo pronto, será otra noche más de Waits y tesis y café y pan con mermelada.

Nighthawks at the Diner (1975)

sábado, 23 de marzo de 2013

Perdiendo el tiempo aquí mientras Rain Dogs transcurre en mis oídos...

No writing tonight.

Todo es culpa de Tom Waits por haber creado Rain Dogs y adecuar entre el repertorio "Gun Street Girl", la cual escucho repetidamente sin pausa. ¿La han escuchado al cerrar los ojos, al apagar las luces, al hundirse en las sábanas tan frescas, con los pies descalzos? Aventar humo entre los labios con el universo en tus oídos... es sólo una canción, son varias y yo pierdo el tiempo aquí escribiendo...

Adiós.


jueves, 21 de marzo de 2013

Delta Machine, Depeche Mode


"Welcome to my world, you step right through the door, leave the tranquilizers at home, you don't need them anymore."
No hay mejor bienvenida que esa para introducirse de lleno al seductor y sugestivo sonido de Depeche Mode, y cuando digo "introducirse" es justamente eso: soy una rookie ignorante que al parecer no ha vivido para llenar los zapatos de los cuales se jacta de usar. Ahí está, lo he dicho. Vomitado en confesión ante el santuario cibernético. Yo mejor que nadie sé lo que se siente que llegue alguien a decir "me gusta fulano o sutano", cuando uno ha sido fan de años de dicho fulano o sutano y esa personita tiene sólo minutos de haberse convertido hacia la iglesia de fulano o sutano. Es mi caso. Así que fans depechemodeanos, no os preocupéis, no vengo a robaros de vuestro merecido puesto de admiración y conocimiento, sólo vengo a comunicar la buena nueva: tienen una feligrés más en vuestra congregación. Dicho lo cual, prosigo. Hace unos días Delta Machine llegó a mis virtuales manos; lo escuché por curiosidad y falta de decisión hacia la que había de ser escuchado en el momento y justamente, como si fuera una de esas cosas de la vida que no se pueden catalogar como coincidencias, "Welcome To My World" abre el álbum entre una plasticidad de sonidos electrónicos que ya había escuchado anteriormente cuando mi marido me mostró Ultra, pero hasta ahí. No podría decir si fuese o no una línea paralela entre un álbum u otro, eso ya es tarea para un verdadero conocedor. Intrigada, hipnotizada o idiotizada, continué escuchando, absorta con la voz de Gahan, la cual siempre me ha parecido tan seductora; quizá sea lo que canta, pues la letra parece seguir esa misma línea de seducción. "Slow" confirma que no sólo es lo que canta, sino cómo lo canta bajo esos discretos sonidos sintetizados que envuelven los riffs de reminiscencia a una especie de blues-jazzero de bares oscuros llenos de leyenda y amores cobijados por lo nocturno: "Slow, slow, slow as you can go, so I can feel all I want to know, slow, slow, I go with your flow [...] Slow as you can go, that's how I like it." Barry White me disculpará, pero esto es lo que yo llamo love-making-music. Y mientras que la voz de Gahan es capaz de poner bajo su embrujo a quien se deje, la de Martin carga una honestidad tan oscura y poética que presenta la cara del genio tras la letra que conforma la (casi) totalidad del álbum. En "The Child Inside", no hacen falta mas que unos cuantos segundos para toparnos de lleno con esa oscuridad tan escalofriante, que choca ante la sutil y bellísima voz de Gore bajo el sutil ambiente de sonidos que simulan un silencio de aire estancado. El primer sencillo, "Heaven", fue la canción que me hizo escucharlo todo y remitir hacia el pasado. Les hablaba de ese sonido insinuante tan imposible de ignorar, el cual brota intensamente ante un ritmo lento que prosaicamente nos transporta hacia el cielo, hacia otro universo, hacia lo onírico y lo pasional: "I slowly lose myself, over and over. Take comfort in my skin endlessly. Surrender to my way, forever and ever ... I'm in heaven." Arribar al final del disco es causa de descontento, y sentir dicho descontento es señal que uno acaba de experimentar ese otro nivel al que nos transporta esta perfecta y elevada forma de arte; "Goodbye again" canta Gahan embromado hacia el escucha que se queda con ganas de más, como yo, por lo cual recurro al bello retorno del re-play. De esta manera, me cantan la bienvenida una y otra y otra vez más. Oh, la belleza de la repetición.

No es que desconociera el absoluto de la obra de Depeche Mode, era solamente que jamás tuvo su momento para irrumpir entre las experiencias y los momentos de mi vida como para que pudiesen quedar anclados como algo que lo definiera. Pero ya ven lo que dicen: "No one expects the Spanish Inquisition". Esta solamente llega, y Dave, Martin y Andy llegaron en el momento preciso. Ahora lo veo como el placer de escuchar 30 años de carrera, trascendencia y leyendas seminales para todos aquellos que los emulan y emularán.


miércoles, 20 de marzo de 2013

¿Lorca, tesis o put the lime in the coconut?

A mi derecha, El público de García Lorca,a mi izquierda, un manual para la creación y desarrollo de la tesis, bajo este mi cuaderno de apuntes escolares/académicos y sobre ambos una envoltura de kit-kat vacía. Sobre mi cabeza, abarcando la totalidad de mis orejas, unos audífonos tan cómodos y acolchonados que incluso uso a veces mientras duermo o busco conciliar el sueño; quizá un caracolito o dedal de radio como decía Bradbury invadirían en menor grado el espacio entre mi cabeza y la almohada, pero no me quejo, proporcionan el capullo ideal para lograr el desprendimiento necesario entre el "aquí" y el "allá" que nos regala la música. De pronto, el "allá" producido por el éxtasis musical que resulta de escuchar "Coconut" cobra mayor importancia y/o relevancia que Lorca o la metodología a seguir para la realización de la tesis. Sin duda alguna, este comportamiento sería reprobado severamente por las mentes cuyos títulos indican mayor jerarquía en la escala social/laboral o biológica: "Estos jóvenes de ahora", dirían, quizá. No todos, pero sí muchos de ellos. Sin embargo, esa cadencia rítmica ascendente de "Brother bought a coconut, he bought it for a dime, his sister had another one she paid it for the lime. She put the lime in the coconut, she drank'em both up, she put the lime in the coconut, she drank'em both up, she put the lime in the coconut she drank'em both up, she put the lime in the coconut, she called the doctor woke'im up and said 'Doctor, ain't there nothing I can take, I said, doctor, to relieve this belly-aching, I said doooctor, ain't there nothing I can take, I said, to relieve this belly-aching'" no puede ser ignorada y desechada como non-sense. Es la construcción de un perfecto trabalenguas con tres participantes que van pasándose el diálogo de uno al otro, hasta regresar en espiral al principio con quien inició esta conversación o consejo de ponerle limón al coco para aliviar nuestros malestares estomacales. Es un pedazo de genialidad, esa séptima pieza del Nilsson Schmilsson, tíldeme de loca quien deba.



viernes, 22 de febrero de 2013

Sin título (Ejercicio #7)

Jamás solitaria, pero siempre sola. Encerrar lo que somos en la mente para nuestro propio deleite. Somos la mejor versión de nosotros mismos, pero sólo para estar con nuestra propia compañía. Nos gustamos a nosotros mismos y alabamos con piropos nuestra originalidad. Somos la bohemia solitaria. Somos la individualidad versificada en los poetas que aparentamos ser e incluso, a veces, en verdad llegamos a ser. Aun en la colectividad y en la diversificación del discurso, discutimos con nuestra conciencia, tomamos y criticamos las palabras ajenas para hacer valer nuestra superioridad. Entonces la verborrea se contiene en un ser, vertiéndose en sobre su origen con el recuerdo de cosas que otros dijeron antes que nosotros, como cuando Monsiváis decía que "de los valores y las costumbres imperantes sólo hay que retener la autocomplacencia o el deslumbramiento ante la propia audacia". Somos un ente que por mucho sobrepasa la otredad: esos seres que deambulan aparentando ser, pero no existen por sí mismos. Repiten lo dicho y degustan lo escuchado y aconsejado como si fuera descubrimiento, o peor, creación propia. Somos la mejor versión del todo porque lo que consumimos, leemos, escuchamos, observamos, tragamos e inhalamos es diferente, es único, como nosotros. Existe por sí mismo y nos define. Salmones contra la corriente. No pertenecemos al lugar al que todos se dirigen. Nuestro devenir se excusa de convencionalismos hasta el punto de caricaturizarse y pronto nos convertimos en una convención más venida a menos. Entonces, sólo entonces, la realidad nos golpea, nos ultraja, nos llaga la piel y corroe las entrañas. Y esa versión tan hermosa de uno mismo que con tanto celo y recelo custodiábamos como dragón a su tesoro, es despojada del santuario, profanado, quemado, desaparecido. Quedamos desnudos, estigmatizados y a expensas de la corriente. No hay nada que habite las carnes; ni ideas, ni opiniones, ni versos, ni canciones. Seres famélicos que buscan el sustento en las obviedades de la noche. Seres desempolvando pedestales para los nuevos ídolos que han de llegar revestidos de serpentinas y brillantitos. Aquellos a quienes ignorábamos en nuestro desentendimiento, se presentan erguidos, enajenados en ese locked-in-syndrome aprendido de uno y tomado como filosofía, aquella en la cual "yo soy la mejor versión del yo", y vemos entonces, con subjetivo horror, la gran tragedia del destino del yo, del tú, del ellos.

Escrito con la letra más pequeña que se puedan imaginar en un tríptico sobre los beneficios del café Starbucks, durante un estado de enajenamiento, fumando y sintiendo el quebrar de los huesos a causa del frío. Transcrito mientras disfruto el calor de las colchas sobre mi cama, deseando un cigarro, mientras siento el quebrar de los huesos a causa del frío.

sábado, 16 de febrero de 2013

Retornos y ultimatums

De regreso.

He tenido muchos problemas con este maldito blog. No me permite acceder. Me fastidia con sus continuos "error", "error", "error" cada vez que cliqueo cualquier liga hacia la que desee dirigirme, borra mis borradores o no me deja abrir aquello que dejo momentáneamente por cuestiones de tiempo. Me hace enfadar. Se lleva lo mejor de mi paciencia y en arranques de enojo decido borrarlo todo y olvidarme de este mundo. Sin embargo, decido mejor consultarlo con la almohada y ya sea por buen consejo o flojera propia, no hago nada. Ya no más. He decidido no borrar mi confesionario, mi sin sentido digital, mis 00101010001010110000101010101 o lo que sea que sea... no más. No más abandono. No más negligencia. Aunque de ser que no coopere este maldito blog, romperé mi relación de casi 6 años, sin arrepentimiento y con la mayor indiferencia. Lo engañaré, le pondré los cuernos y me iré a la cama con otro que me ofrezca lo mismo, pero sin tantas mermas. He dicho. Por lo pronto... aquí sigo. Aunque pienso que es hora de remodelar el chiquero. A quienes me leen, a las dos personas o tres o cuatro o cinco o las que sean, les agradezco la atención y el tiempo. Nos estamos leyendo

martes, 8 de enero de 2013

Lo mejor... Alabama Shakes, BOYS & GIRLS



3. Boys & Girls, Alabama Shakes

Herencia y tradición. Dos cuestiones tan elementales en el Rock & Roll que la mayoría de las veces, terminan por perderse entre la ambición y la complejidad a la que someten la esencia del sonido. La música, tan pura, tan sencilla, se pierde entre códigos binarios y sonidos cósmicos de galaxias muy muy lejanas, así que, voltear hacia el otro lado y toparse con que un grupo de chicuelos alabamianos son capaces de prescindir de todo ello y canalizar el espíritu de Janis Joplin, Neil Young y en lejanas (pero no tanto) referencias, Muddy Waters y toda esta historia de rock/blues sureño-americano. Es, como destaqué en dos palabras, la herencia y la tradición con la cual se desenvuelven los Alabama Shakes.

Guitarra, bajo, batería y voz, el modelo por antonomasia y para Boys & Girls, no hacen falta mas que pocos segundos, durante "Hold On" para convencernos de que estamos para una placentera y agradable, muy agradable sorpresa. Lo podemos escuchar, lo podemos saborear: el pasado que se recarga amigablemente sobre la fuerza motora de la banda, el ambicioso escondido bajo la modestia del ensamble, liderados por la emotiva voz de Brittany Murphy. "I Found You" secunda el recorrido iniciado previamente, hacia los lugares comunes de la poética del blues, aventajando el sentimiento de pertenencia, el cual es retomado de mejor manera en "Rise To The Sun" y su rito de pasaje: I feel so homesick / Where's my home / Where I belong / Where I was born / I was told to go / Where the wind would blow / and it blows away... away. Las confesiones de Murphy encuadran perfectamente con los melancólicos riffs de Heath Fogg, los acompasados ritmos de Steve Johnson en la batería y el tímido asomo de Zac Cockrell en el bajo, ejemplo de ello es la reconfortante "You Ain't Alone"; es inútil explicar la belleza de esa canción, transcribir la letra, describir la atmósfera... esta canción se DEBE escuchar, una y otra y otra y otra y otra y cuantas veces sean necesarias. "Goin' To The Party" rompe con el mágico ambiente que hasta este momento se ha venido creando y nos saca fuera del camino, por lo menos en mi caso, fue distracción del momentum que había ido creando, aunque "Heartbraker" es el bálsamo del pronto retorno hacia el tan bien conocido sentir, sabor, dolor y sonido del corazón roto; el suplicio para el cual nadie nos prepara: How was I supposed to know you gimme my heart aching / Mama couldn't tell me about the feeling / and all them love sick songs... well, they got true meaning. Esas palabras desgarradas ante los gritos de desesperación tan melodiosos de Brittany ponen la piel chinita. "Boys & Girls" funciona como secuela, tanto en el disco como en la vida real, al creer que después de una separación se puede entablar amistad, y a esa dolorosa realidad, comparada a la expectativa, le va bien el acompañamiento tan dulce y melancólico que provee el reverberante rasgueo de Fogg contra los golpes de remembranza jazzera de Johnson, tan aparentemente débiles en su constitución. El tercer acto abre con "Be Mine", engañosa y explosiva ante el desdoblamiento de emociones que terminan exigiendo toda nuestra atención. "I Ain't The Same" es más dinámica y ligera, que muestra un poco más de protagonismo por parte de Fogg, Johnson y Crockrell, aunque Murphy es una fuerza que no cede terreno. Finalmente, "On Your Way" cierra magistralmente el álbum con un canto hacia la muerte y los últimos pensamientos de vida que alguien no le dedica a esa personificación que Murphy encarna cuando canta: On your way to heaven, did you say "I'll see you again"? / It wasn't me, why wasn't it me? Significativo terminar un disco aludiendo a la muerte, al paraíso... ¿no?

Girls & Boys es un disco rico en colores y las tonalidades cambian de un segundo a otro, mucho de ello es gracias al espíritu de Murphy que queda expuesto con su voz, tan rasposa, tan poderosa, y que no podrán negar, hace pensar en una reencarnación de Joplin. Alabama Shakes no llegó para innovar, ni para reivindicar el género, sin embargo propone una revisión de la historia y la tradición que me parece agradable y satisfactoria.

Y la mágica "You Ain't Alone"

domingo, 6 de enero de 2013

Lo mejor... Fiona Apple, THE IDLER WHEEL...



4. The Idler Wheel Is Wiser Than The Driver of The Screw and The Whipping Cords Will Serve You More Than Ropes Will Ever Do, Fiona Apple

Y un respiro después de semejante título (sorbo al café, mordida a la rosca de reyes, otro sorbo al café, continuo). Respiro fue justamente lo que se aplica para el tiempo que tardó Apple en retornar con material nuevo: siete años transcurrieron desde Extraordinary Machine (2005), soberbio disco, por cierto; y es que, como bien fue declarado por ella, no gasta su tiempo produciendo música cuando no hay nada que decir. Escribe cuando siente la pesadumbre, la ansiedad, la tristeza corroyendo el espíritu y cuando la vida va bien, no desperdicia sus momentos de felicidad y paz componiendo. Es natural, muchos de los que gustamos de formas artísticas de expresión, somos motivados por la melancolía y los momentos amargos para poder crear, escribir, pintar, o algo por el estilo. Es difícil no sentirse atraído hacia una personalidad que parece funcionar como muchos de nosotros.

Lo que hace funcionar a la obra de Fiona Apple es la honestidad. Si en sus creaciones previas parecía que se exponía como nervio en carne abierta, en The Idler Wheel se despoja de una vez por todas de la carne, la materia, para mantenerse solamente en esencia; parece exagerado, pero prescindir de todo sonido mas que el de su piano y su voz es justamente eso. Austero es decir poco, pero encaja, comenzando por "Every Single Night": silencio, piano, voz, la delicada y fluida lírica de Fiona, tan ácida y cruda que pintan sus demonios (y mis demonios, y los tuyos, y los tuyos): If what I am is what I am, cause I does what I does / Then brother, get back, cause my breast's gonna bust open / The rib is the shell and the heart is the yolk and I just made a meal for us both to choke on. Y si con esa intro no creemos en el poder de los demonios, "Daredevil" es suficiente, sobre todo con ella gritando y reclamando atención. Encuentro difícil el poner por escrito lo que la música de Apple causa cuando la escucho; francamente es como robarse el diario de alguien y leer sus más secretas y profundas confesiones, las cuales incluyen el sonido tan discreto de percusiones modestas, contrabajos penosos que dejan escuchar un par de notas y desaparecen debajo de las letras, como en "Valentine" o en el peculiar sonido de "Jonathan" que parece haber sido procesado a través de entrañas metálicas dejándonos un alarmante sabor de "precaución adelante". Aún así, seguimos en la bilis sabor a caramelo, "Left Alone", con irregular tempo, hipnotiza ante la cadencia de la voz de Apple tan dulce en sus notas, jovial, juguetona, pero fría y distante: And now I'm hard, too hard to know I don't cry when I'm sad anymore, no no / Tears calcify in my tummy / Fears coincide with the tow. "Werewolf" explota en caos ante su rasposa voz, acompañada de gritos infantiles que se mezclan entre las notas del piano y caza su presa para abandonarla herida, y si aun no saben que no deben herir lo que no pueden matar, "Regret" es un recordatorio como ninguno que podrían olvidar. Quizá pueda haber división en cuanto a gustos por género: los hombres podrán escuchar la música de Fiona Apple y confinarla al olvido entre los gritos de ira de una mujer que fue mal-jugada por alguien, y las mujeres la amen porque dice todo lo que nunca pudieron (pudimos en nuestro momento) decir. Pero luego entra el hecho de que no es un juego de mujeres despreciadas, sino viceversa, hombres despreciados, mal-jugados, mal-heridos por mujeres y entonces, una vista a la inversa y frases como I ran out of white dove feathers to soak up the hot piss that comes from your mouth every time you adress me, se convierten en canto de victoria para ambos bandos. A final de cuentas, todos sentimos igual el amor y el desprecio, por lo que yo evitaría catalogar a un artista como Fiona Apple en la mesa de música de género, en estos casos es fácil despojarse de ello. Después de tanta vertida de veneno, "Anything We Want" encanta, enternece y divierte ante la seducción y atracción, en donde el sexo es finalmente un juego de niños al que siempre querremos ser invitados a jugar, y si esto no es una razón suficiente para entrar al juego de las relaciones, "Hot Knife" es el canto de guerra, o canción de apareamiento, que hace el truco, pues más explícito no se puede: If I'm butter, if I'm butter (I'm a hot knife, I'm a hot knife) / If I'm butter, then he's a hot knife (I'm a hot knife, he's a pat of butter). Ya ni las peras ni las manzanas podrían explicarlo mejor.

No puedo esconder que Fiona Apple es una mujer, artista, músico, a la que admiro profundamente, y no son sus canciones/himnos del "yo, yo, yo y luego tú", no son las notas ácidas y crudas en su tono de voz, sino la honestidad que empuja todo ello afuera y la valentía de hacerlo, sobre todo dentro de un mundo que se empeña, más ahora que nunca, en mostrar siempre su rostro cínico e indiferente hacia nosotros. La franqueza está tan sobre valuada y devaluada a la vez.


"Werewolf"

sábado, 5 de enero de 2013

Lo mejor... David Byrne & St. Vincent, LOVE THIS GIANT



5. Love This Giant, David Byrne & St. Vincent

No hay mucho qué decir, los nombres hablan por sí solos... lo gritan: BYRNE / ST. VINCENT. El primero es una leyenda viva: multidisciplinario, creativo, innovador, extrovertido, músico de primera y vocalista como ninguno; uno sabe cuando escucha a David Byrne, su voz y su estilo es inconfundible. La segunda, Annie Clark, va por buen camino para convertirse en un auteur en el mundo de la música: su voz, tan dulce y delicada, contrastan con la fuerza motora de su música, su violenta y maravillosa manera de tocar la guitarra y la cruda acidez de su lírica. No es que intente bañarlos en flores, es que ellos ya nadan en ellas, y con mucha razón.

Love This Giant fue la excusa. Es como sumar 1 + 1, las personalidades de Clark y Byrne son tangibles y placenteras para quienes gustan de escenarios grandiosos y melodramáticos. "Who" abre el disco memorablemente entre saxofones que encuadran la inmutable y siempre melodiosa voz de Byrne que nos ataca con preguntas quizá retóricas para ponernos a filosofar un buen rato: Who walks this dusty road? Who always lose their way? Who's this inside of me? Who made a big mistake? Whose is this constellation?. Y el primer acto continua fuerte con los funky-beats de "Weekend In The Dust" y la voz de Clark sobre los instrumentos de viento que protagonizan a la par con el dúo, todos los temas del disco; un lamentable elemento que se repite hasta el tedio en ciertos momentos, pues el talento musical de Byrne y Clark puede dar para mucho más que unos arreglos de trompetas, tubas y saxofones, pienso yo. "Dinner For Two" parece una escena sacada de Buñuel en su Discreto encanto de la burguesía, con un grupo de personas que arriban a una velada sin sentido y razón. "Ice Age" expone la incongruencia de Clarke con sus momentos-que-parecen-baladas-y-explotan-en-tu-cara. "I Am An Ape" es uno de los momentos fuertes del disco, con los vientos relegados a un tercer plano, sonando por debajo de Byrne y Clark quienes le cantan al darwinismo ensalzando al mono que llevan (o llevamos) dentro al cantar I am an ape, I stand and wait / A masterpiece, a hairy beast / Try not to laugh, just take a chance / I visited, inside your head, con tanto brío y alegría. Una oda a la de-evolución. "The Forest Awakes" parece una pieza olvidada del Volta de Björk que no logró llegar a la magestuosidad del disco, a pesar de su lírica tan colorida y suntuosa.

"I Should Watch TV" comienza el descenso hacia el final y es una magnífica pieza que va más allá del simple cantar y tocar música: es una representación satirizada del hombre común que se deja cautivar por el llamado idiot-box: I used to think that I should watch TV / I used to think that it was good for me / Wanted to know what folks were thinking / To understand the land I live in / And I would lose myself and it would set me free. La declaración que el conocimiento nos liberará, lo cual es cierto, si el conocimiento no fuera mediatizado, monopolizado, razón por la cual yo no veo noticieros, ni programas de opinión y "análisis", aunque en este país eso jamás ha existido. Aquí mejor tenemos el Everybody gets a touched up hairdo / Everybody's in the passing lane / Adoration makes you touch dark shadows / Weird things that live in there y el gigante al que alude el título del álbum (Love This Giant), es finalmente el gigante televisivo. Ad hoc. Amemos al gigante. El momentum no dura y "Lazarus" no resucita de su estructura lineal, pero "Optimist" si logra entregar esa chispa de optimismo que promete con su pop tan digerible rodeando la presencia de Clark y sus discretos riffs que, para variar, no la conducen a esos oscuros lugares comunes a los que acostumbra llegar. "The One Who Broke" presenta más el eclecticismo por el que Byrne es tan conocido, aunque nunca parece dejar que la música crezca como monstruo desbocado y tan sólo se guarda en unos ritmos medio latinos-carnavalescos, nuevamente sobrepasados por la sección de instrumentos de viento. Finalmente, "Outside Of Space & Time" cierra en un tono romántico/melancólico con toques sci-fi, entre cuyos tonos baladescos, Byrne corea en su más nítida y melodiosa voz una de mis imágenes favoritas del disco entero: I know we'll join this cosmic saga / Intergalactic matter / Where we will meet tonight / Spiralling out of sight / Outside of space and time.

Es verdad que la sumatoria del talento Clark+Byrne deja un poco más el deseo de grandeza desmesurada ante la propuesta de Love This Giant, sin embargo, los destellos de genialidad que en múltiples ocasiones se dejan ver en el disco, es suficiente para catalogarlo en mi lista de lo mejor. Esto tan sólo me hace desear con las entrañas, que no sea la última y sola ocasión en la cual colaboren. Yo sí amo a estos gigantes.

Aquí la canción que cierra el álbum: 

"Outside of Space & Time"