martes, 16 de junio de 2009

"México en el salón del Libro de París"

Leí un pequeño y muy interesante artículo en una de las mejores revistar críticas sobre arte -en todos sus sentidos- del país. La revista es La Tempestad y el artículo escrito por Diego Rabasa, toca un tema muy importante sobre el problema de las editoriales y, consecuentemente, la falta de lectura en el país. Espero les interese y les mueva o espine algo en su interior.

"México en el Salón del Libro de París" por Diego Rabasa.

Cuando llegué al Salón del Libro de París rápidamente pasó por mi cabeza una secuencia de imágenes trágicas que los mexicanos hemos vivido en los mundiales de futbol. Sin embargo, cuando el Jamaicón Villegas, famoso por no poder jugar fuera de México, apenas se recuperaba del primer gol a favor (el stand estaba impecable) cayó el segundo: en las estanterías no había revistas de chismes y la oferta literaria del país estaba bien representada (si esa oferta es buena o no es otro asunto). Caminé por los pasillos y vi a Guillemo Fadanelli [sic] y Martín Solares en el stand de Christian Bourgois, a Álvaro Enrigue [sic] y Mario Bellatin en el Gallimard, a Fabrizio Mejía Madrid y Carmen Boullosa en el de Les Allusifs. A estas alturas el Jamaicón ya no sentía lo duro sino lo tupido. Así, de entrada, la participación mexicana fue limpia y digna. Empeñado en amalgamar los defectos del primer mundo con los del tercero, dejando de lado las virtudes de ambos, el país encontró en Philippe Ollé-Laprune y Christian Moire un antídoto: Lire dedicó un número a la delegación mexicana y Le Monde hizo lo propio en su suplemento de libros.

Agotados los aplausos y pasada la efervescencia del viaje, uno no puede dejar de pensar en el contraste entre las industrias editoriales de Francia y México. En un foro se escuchó a editores nacionales quejarse de lo poco que se traduce a pensadores mexicanos al francés. Lpos galos reconocieron que conocen escasamente lo que se hace en México, pero preguntaron por qué los editores del país no participan regularmente en el circuito de ferias de libro internacionales, por qué no hay catálogos de derechos traducidos, en dónde circulan las ideas de los pensadores mexicanos. Las diferencias comenzaron a notarse. En otro espacio, organizado por Marcelo Uribe, nos percatamos de la abismal distancia que separa a las librerías mexicanas de las francesas. En una sesión de trabajo vimos con sorpresa que ¡existe la profesión de librero!, que el comercio grosero que se vive en (casi) todas las librerías mexicanas no es la norma, que se puede recuperar la vieja noción del librero como puente entre el editor y los lectores.

Al final el Jamaicón regresó con una inusitada derrota a cuestas, pero el torneo no ha terminado. El propósito de nuestra participación en el Salón del Libro parisino era establecer relaciones entre ambas industrias editoriales, el preludio de una interacción verdadera entre Francia y México. Queda por ver si tenemos gasolina suficiente para hacer los recorridos de manera continua. El esfuerzo requiere determinación, talento e inteligencia para que lo vivido no se archive en el álbum de vacaciones familiares.

En verdad, se necesita la inteligencia de todos para que se pueda incrementar el nivel de lectura en el país y que tengamos librerías dignas y trabajadores que realmente hayan abierto un libro en su vida.

miércoles, 10 de junio de 2009

We're Going To Be Friends

No puedo quitarme esta canción de la cabeza, y francamente, no quiero. La letra es exquisitamente deliciosa y perfecta. Aún sin música, el ritmo, la rima y las imágenes que proyecta crean una suculenta melodía.


"We're Going To Be Friends" por The White Stripes en White Blood Cells

Fall is here, hear the yell
back to school, ring the bell
brand new shoes, walking blues
climb the fence, books and pens
I can tell that we're going to be friends

Walk with me, Suzy Lee
through the park and by the tree
we will rest upon the ground
and look at all the bugs we found
then safely walk to school
without a sound

Well here we are, no one else
we walked to school all by ourselves
there's dirt on our uniforms
from chasing all the ants and worms
we clean up and now its time to learn

Numbers, letters, learn to spell
nouns, and books, and show and tell
at playtime we will throw the ball
back to class, through the hall
teacher marks our height
against the wall

And we don't notice any time pass
we don't notice anything
we sit side by side in every class
teacher thinks that I sound funny
but she likes the way you sing

Tonight I'll dream while in my bed
when silly thoughts go through my head
about the bugs and alphabet
and when I wake tomorrow I'll bet
that you and I will walk together again
cause I can tell that we're going to be friends

martes, 2 de junio de 2009

Funcionaria de casilla... ¿Sí o no?

Ayer recibí una llamada por parte del IFE: fui seleccionada para ser funcionario de casilla… puta madre.

He visto los anuncios, todos hemos visto los anuncios de cómo una señora llega a casa de un joven para avisarle que ha sido seleccionado y él no quiere abrir, a lo que comienza un monólogo debatiendo el deber y el querer. “Es nuestro deber como ciudadanos” o algo así exclama patrióticamente. Bueno pues, justamente eso pensaba cuando el tipo al otro lado de la línea me explicaba que había sido seleccionada en el sorteo. Pero verán, mi querer le ha ganado a mi deber. Lo siento, llámenme una anti-patriótica, defraudadora del pueblo mexicano, y si deben pensar esa cosa que todo mundo piensa con bastante regularidad, el “por eso México está como está”, pero, no lo siento como mi deber. El día que yo vea que el gobierno realmente le responde al pueblo mexicano, entonces sí, patriotismo será mi segundo nombre, pero mientras siga viendo como manchan las calles de mi ciudad de sangre, mientras siga escuchando ráfagas en la mañana, en vez de levantarme felizmente al sonido de los pájaros –por más cursi que se escuche, pero díganme si no les afecta el despertarse por el sonido de los cuernos de chivo-, mientras los pseudo políticos sigan engañando vil y descaradamente al mismo pueblo que los ha elegido, y mientras sigan osando engañar a los ciudadanos con ficticias enfermedades para encubrir todos sus tantos arrebatos de estupidez, no veré semejante obligación como mi deber. Simplemente lo veré como una obligación… una “voluntaria” obligación.

Voluntario. A uno le avientan esa palabrita, pero cuando reciben el rechazo de quienes ven la verdad, le tiran otra… obligación constitucional. Penalización. Multa. Díganme pues… así como no querer, ¿verdad?

Mientras tanto, ¡Viva México!