viernes, 23 de abril de 2010

(sin título)

Porque, al parecer, sólo así la gente lee los libros... ¡Feliz día del libro!




Astucia o la novela que todos deberían leer.

En una de mis clases hemos estado leyendo Astucia de Luis G. Inclán, novela publicada hacia 1865 aproximadamente, ahorita no recuerdo la fecha exacta. Sí, la verdad es que es un poco vieja la novelita, pero dentro de su temática, es bastante actual. Lo que he estado leyendo me ha gsutado muchísimo; no creí que me fuera a gustar tanto y creo que es una novela que ha pasado sin pena ni gloria, desgraciadamente, en este país de ciudadanos no-lectores.

Hoy, por ser el día del libro -según los carteles que han pegado en la biblioteca-, les presento un extracto de la novela que me retumba en la cabeza como si fuesen campanas de bronce, como que lo he vivido de alguna manera, de hecho, creo que todos lo hemos vivido directa o indirectamente.

Lorenzo, el valeroso protagonista de la obra, lo ha perdido casi todo debido a que le han robado su mercancía, sus burras, su dinero, e incluso, uno de sus trabajadores le pasó lanilla a los que, en aquel entonces se encargaban de la aduana, para que lo metieran a la cárcel -es más que obvio decir que injustamente-, y ahora va sumido en tristeza y preocupación camino a casa, pues no tiene ya dinero para recuperar todo aquello que le robaron, ni siquiera tiene para mantener lo poco que le queda. He aquí su monólogo:

"¿Qué es posible, Señor -decía hablando solo-, que haya gentes tan infames que después de que se venden, que están mamando a dos tetas, aún pretendan robar más, haciendo mérito de la colocación que indignamente ocupan, acogíendose a las leyes para acabar de despellejar vivo al infeliz que cae en sus manos? Ésos no son hombres, son unos entes maldecidos del género humano; yo, para buscar un peso, expongo mi fortuna, ando por escabrosos caminos, por los espesos montes, a la merced de las fieras, cayendo y levantando, y estos pícaros de poltrones en una garita, o de aperitos en las tabernas, medran a costa del mundo entero, juegan y tiran un peso con la mayor franqueza..."

Conozco a mucha gente que, al ver a alguien leyendo lo tachan de intelectualoide, creído, snob, etc. La lectura ha sido degradada terriblemente y la consecuencia es que este país produce día a día generaciones de marionetas, hechas para ser mangoneadas a su gusto por no cultivar su derecho de nacimiento de racionar. En el maravilloso día del libro, uno que se debería celebrar más que el día del taco, les invito a que abran un libro y se lo devoren, saboreando cada frase. Y si por cosas de la vida encuentran esta novela que les he mencionado aquí, no la dejen pasar. Feliz viernes.

domingo, 11 de abril de 2010

Sigh No More, Mumford & Sons




Nunca había escuchado Mumford & Sons, hasta hace un par de días que me apropié de su álbum Sigh No More, y me gustó mucho. Para quienes les guste el folk, aquí encontrarán mucho de esto, a montones. El disco es 100% folk, incluso en la letra, la cual está, pues está muy intimista, existencial casi. A lo largo del álbum se siente un especie de duelo entre hombre y Dios: el hombre que tiene miedo a la muerte, el hombre que erra, el hombre que es arrojado al turbulento torbellino del destino, que sufre, que pierde, pero que lucha por mantener su inocencia, entendida no como ingenuidad, sino como pureza; algo que le impide la corrupción de su espíritu. Y Dios, pues es el Dios que alienta la lucha y alimenta la esperanza. No podría decir que sea un álbum religioso, porque la religión no tiene nada que ver con esto, más que nada lo podría conceptualizar en algo como espiritual, esperanzador.

Este álbum debut es a la vez oscuro y brillante, fatalista y esperanzador, muy raro. La música es excelente, es fuerte, armónica, y repito, puramente folk. Y ésta, o sea la música, es la que le imprime mucha de esa oscuridad. Esta banda inglesa se dio a conocer con ganas, podría clasificarse, burdamente, como una combinación entre Fleet Foxes y Sigur Ros. En el caso del primero, toma esa agilidad acústica, armónica y pegajosa, y en cuanto al segundo, no lo comparo con ellos, simplemente que toman mucho esos claroscuros de la lírica y la música, con la sola diferencia de que aquí cantan en inglés y no hay arreglos de cuerdas en lo absoluto, ni guitarras eléctricas.

Mumford & Sons fue mi descubrimiento del mes, probablemente del año. He escuchado sin cesar el álbum y sigo encontrando una profundidad bárbara. Aquí abajo el video de la canción Little Lion Man, del mismo disco. Feliz domingo.

lunes, 5 de abril de 2010

Shame, Shame de Dr. Dog


Fate fue el álbum que me abrió las puertas a la versatilidad musical de Dr. Dog. Dos años después, sigo sin saber mucho de ellos, salvo que me encanta su música; My Old Ways figura entre las 20 más escuchadas de mi iTunes –la número uno es por parte de M83, completo dato innecesario-. Y cuál es mi sorpresa que mientras deambulo por el tedio cibernético me encuentro con que sacaron disco nuevo. 15 minutos más tarde, Shame, Shame ya formaba parte de mi acervo musical.

Hay discos deben escucharse durante la noche, y hay discos que deben escucharse durante el día: Shame, Shame es uno de estos discos diurnos. El sonido es sólido y armonioso, multifacético, versátil, envolvente, hipnótico, adictivo, divertido, como bien es toda la obra de Dr. Dog. Después de un maravilloso álbum lanzado en el 2008, Shame Shame le pisa los talones, o incluso, le gana la carrera. Es algo así como un Cat Stevens pre-islam, durante los 70s, aunque no tan introspectivo. E igualmente suena a un rock 60-tero, con un poco de Beach Boys a la mezcla. La base musical de este quinteto de Philadelphia, es un folk-rock con guitarras que coquetean peligrosamente con lo country, como en la canción Station, la tercera del álbum. La verdad es que es muy ecléctico, pues uno se encuentra con estas mezclas que poco a poco van llenando el sonido de una profundidad que inevitablemente engatusa el oído y todo lo demás.

El nuevo boom latinoamericano

En un número de esa revista que tanto me encanta titulada La Tempestad (año II, núm.67, julio-agosto de 2009), y editada en México lo mejor de todo, leí este pequeño artículo sobre la popularidad de los autores latinoamericanos, liderado por Bolaño. El autor, Scott Esposito, plantea que actualmente estamos viviendo un segundo Boom de literatura hispanoamericana, y viendo que el ambiente social por estos rumbos no es para nada estable, de hecho, la estabilidad se arrojó por la ventana ya hace tiempo, pues, digamos que los latinos nos hemos vuelto interesantes ante los ojos del average-gringo intelectual. Sabrá la fregada por qué en los peores momentos de dignidad humana es cuando el mundo pone atención… ¿será morbo? ¿Algún desorden psico-patológico, quizá? Quién sabe. Sin embargo, es interesante este tipo de reacción.

Paréntesis… Como lo que sucede actualmente aquí en Juárez… pasa que cuando salimos de viaje y preguntan de dónde venimos, al escuchar la respuesta la gente inevitablemente tuerce la cara en señal de una de dos: la primera en señal de completo miedo, pues han de pensar que cualquiera que sale de Juárez a huevo es narco, y segundo, una señal de mórbida curiosidad, con una mirada que suplican contemos las peores historias de terror real. En fin, se fue el tren de pensamiento por otro lado. A lo que iba es que, tal vez esta nada común, ni natural atención que los de acá recibimos, sea muy provechosa de saber utilizarla bien; una oportunidad que muchos, sino es que todos, deberíamos de aprovechar para gritar, gritar, y gritar, ya que ahorita la gran mayoría está en disposición de escuchar, escuchar, y escuchar.

Tal vez esté muy equivocada y lo que lean ustedes no tenga relación alguna con lo que he dicho yo, pero a lo que importa. El artículo es muy interesante, en verdad. Aquí va:


¿Un nuevo boom latinoamericano?
por Scott Esposito

En lo que a la industria editorial estadounidense se refiere, Roberto Bolaño es de oro. Los detectives salvajes fue un éxito en 2007 y 2666 se convirtió rápidamente en la gran novela de 2008. Prácticamente todos los críticos norteamericanos concedieron al libro elogios extravagantes, voló de las estanterías (un logro mayor en una nación tristemente célebre por su resistencia a leer narrativa traducida) y, recientemente, recibió el prestigioso premio del National Book Critics Circle.

Pero los absurdos niveles de estrellato alcanzados por Bolaño no fueron claros hasta que, después de una lectura equivocada de uno de sus cuentos, el New York Times reportó una “controversia” sobre si consumió o no heroína (con las respectivas negativas de su viuda y sus amigos). Deseoso de sacar tajada, el agente más poderoso de la industria, Andrew Wylie, rápidamente obtuvo los derechos para la publicación de los recién descubiertos cuadernos de Bolaño. En un tono más altruista, Salman Rushdie sugirió a los editores norteamericanos que prestaran atención al gran éxito del chileno y realizaran más traducciones.

Parece que están respondiendo. Con Bolaño en todos lados –y con México, Venezuela, Bolivia y Cuba frecuentemente en las noticias-, la narrativa latinoamericana está nuevamente en boga. Los editores estadounidenses, abatidos por la recesión, están reclamando ansiosamente su parte. Ya Horacio Castellanos Moya, amigo de Bolaño, ha recibido una cálida bienvenida por Insensatez. Casi nunca de Daniel Sada está programada para 2010. César Aira ha visto aparecer recientemente su cuarta novela en inglés (con una generosa reseña de Natasha Wimmer, traductora de Bolaño, en el New York Times). La impresionante Noticias del Imperio de Fernando del Paso ha recibido el tipo de atención que rara vez se otorga a una obra difícil de 900 páginas. Y, para rematar, circula una nueva antología bilingüe de cuento mexicano contemporáneo (en la que figuran, entre otros, Enrique Serna, Cristina Rivera Garza y Juan Villoro).

Todas estas son buenas noticias. Sólo esperemos que los nombres de algunos de estos autores sean recordados dentro de cinco años. A los estadounidenses les gusta quedarse con un solo escritor latinoamericano (primero fue Borges, después García Márquez, ahora Bolaño), excluyendo así al resto, y autores esenciales como Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa o Juan Rulfo siguen siendo apenas conocidos. El tiempo dirá, pero por ahora al menos esto es cierto: si eres un autor extranjero buscando ser publicado en los Estados Unidos, es un buen momento para ser latinoamericano.