Nomás porque sí: porque fanfarronerías sonoras provenientes de trompetas doradas llenan el archivero de mi cabeza. Porque los bloques contra la inspiración aturden. Porque no hay más que hacer más que aventar los escupitajos de letras hacia el camino. Porque duelen las llagas de los dedos de tanto escribir. Porque hay que escribir. Porque si no escribo, moriré.
Escucho 'Bloom' y recuerdo esa mañana de febrero que lo escuché por primera vez... era Radiohead regresando a sus tiempos de Kid-A, quitándose un poco esa imagen que In Rainbows les dejó; algo así como preciosismo, poesía desnuda con armonías orgánicas, sinfónicas, grandiosas. Esta vez, esa grandiosidad logró contenerse dentro de algo más pequeño y modesto con sintes, secuencias y sonidos que pasaron por el filtro digital. Sé de primera mano que muchos se encontraron en completo disgusto con esta nueva entrega, esperando algo así como una continuación del In Rainbows, quizá más digerible o por el contrario, lo encontraron muy sencillo. Vean como lo vean, The King of Limbs es un álbum excelente, coherente, sólido; canción tras canción es la invitación a un viaje como sólo Radiohead puede patrocinar. Un viaje cargado de visiones, colores y sabores... y repito, ¿para qué necesita uno de alucinógenos? Todo se da naturalmente y por añadidura. Son melodías palpables y adictivas; como un estornudo que se contagia, la música del álbum se infiltra hasta el cerebro para hacernos bailar al estilo York, sin inhibiciones, sin pena y de forma catártica. Los regresos de Radiohead siempre serán bien-venidos y bien recibidos.
Excelente canción 'Codex', de mis favoritas del disco.
La primera vez que escuché OK Computer tenía alrededor de 12, 13 años y fue ‘Karma Police’. No entendía muy bien lo que Yorke cantaba, pero la música… la música, el feeling… había algo ahí que me hacía sentir cosas que jamás había sentido, me hacía pensar cosas que jamás había pensado. En mi pequeño mundo de cuasi-adolescente, experimentando por primera vez el sentimiento de otredad, la vida parecía ser solamente de una manera, y he aquí que en cuatro minutos, una melodía me abría un panorama vasto e ilimitado. Todo a mí alrededor, llámese la plasticidad de compañeros preparatorianos con los cuales compartía obligatoriamente mi tiempo, llámese personas que se hacían llamar amigos, llámese el entrar en términos con uno mismo y acostumbrarse a los cambios físicos, ideológicos –si es que a esa edad se tiene ideología alguna, o comenzando por el simple hecho de saber lo que era una ideología-, en fin… una serie de cosas; todo aquello quedaba opacado por un pedazo de música. Fue la primera vez (mi primera vez) que descubrí que podía perderme de esa manera. “For a minute there, I lost myself” me cantaba al oído. Pero no me perdí solamente por un minuto, sino ya de por vida. Me encontré a mí misma en la música y ya nunca me he vuelto a perder. Así que Radiohead se convirtió en mi coming-of-age-band… la música de mi evolución. Y así como me sucedió a mí, le sucedió a medio mundo. No me siento especial, ni original por ello, sino comunicada y relacionada con todo un universo de personas, de mentes, de ideales, lo cual se me hace algo increíblemente genial.
A partir de OK Computer, regresé a las bases, a Pablo Honey y The Bends, a re-escuchar piezas de música que ya había escuchado; canciones a las cuales había dado muecas y gestos, sonrisas y guiños, pero con las cuales no me había permitido perderme del todo. El debut realmente no es de mis discos favoritos, salvaría un par de canciones realmente, aunque una de ellas la desecharía por choteada. Tan choteada que aun hoy en día es la culpable de que ciertas películas terminen por ganar el Oscar en categorías como mejor soundtrack. En fin. Comenzar en el tercer peldaño del escalón y regresar al inicio, me permitía una perspectiva un tanto diferente de lo que fue el origen de una de las bandas más importantes de los últimos 20 años (digan lo que me digan). O, mejor, creo que debo rectificar… la banda más importante de los últimos 20 años. Escuchar su música no era una mera actividad de escuchar por escuchar, sino de experimentar, de contemplar; de escuchar y asimilarlo todo, reflexionar y reinterpretar los sonidos y la letra, las voces y los ambientes. Supongo que esto fue algo parecido a lo que sucedió con los Beatles y discos como el Sgt. Pepper's... Ya no eran meros discos de música que uno ponía por evitar el silencio, sino obras artísticas a las cuales uno recurría en momentos de necesidad, de gran vorágine creativa y reflexiva; en momentos en los cuales uno quería permanecer a solas con sus propias ideas, en ese estado de perfecta comunión entre el ser y el estar. Kid-A y Amnesiac representan esa necesidad de inmersión. Inmersión en una manera de crear sonidos dentro de una paradoja, en la cual, a través de la organicidad de los instrumentos y la, aparente, plasticidad de lo electrónico, se creaban ambientes o estados que entraban en completa comunión con el ánima… ¿qué otra manera hay describir lo que, canciones como ‘How To Disappear Completely’, quieren decir? “That there, that’s not me. I go where I please, I walk through walls”. O el ahogado jazz que proporciona ‘Pyramid Song’, y digo ahogado por esa sensación computarizada que se contrapone con la batería y el piano. Y así podría nombrar y nombrar ejemplos, pero para qué. Qué mejor que escuchen los discos de primera mano. Pero no es solamente el “qué me hace sentir” o “lo que me ayuda a descubrir de mí persona”, sino lo que también aprendo, con lo que lo relaciono y las cosas que descubro de todo ello. Eso que imprimen en las cajitas de plástico “La música es cultura”, sé que todos lo leen, pero nadie lo cree, o al menos somos pocos los que lo creemos de corazón. En literatura aprendemos que una obra tiene detrás de sí una enorme tradición literaria sobre la cual se construye y de la cual no puede escindirse. Esto es una verdad que se aplica también a la música; no solamente en un nivel musical, sino literario, cinematográfico, artístico en general. La música no sólo habla de música, sino de la vida y todos sus agregados. Escuchen el Hail To The Thief y quien haya leído a Orwell me dará la razón, y es que la referencia está más que obvia… ‘2+2=5’: “Are you such a dreamer, to put the world to rights? I’ll stay home forever, where two and two, always makes a five […] It’s the devil’s way now, there is no way out. You can scream and you can shout. It is too late now because you haven’t been paying attention”. Prácticamente un resumen de 1984. Escalofriante y fascinante al mismo tiempo.
Radiohead ha redefinido no solamente vidas –que se escucha cursi y mamón al mismo tiempo, pero digámoslo así nomás por decirlo-, sino que ha definido a toda una industria que cayó en el hoyo del consumismo, la publicidad y la mercadotecnia, de la moda, de lo naïf, incluso, en un sentido de ingenuidad y desprendimiento que al escucha lo quiere evadir de toda sensación. In Rainbows fue en contra de toda esa cultura de fatalidad consumista cuando decidieron dejarlo al precio que la gente quisiera. Ahora sí que por amor al arte, lo cual terminó de flecharme el corazón. A parte de que se volvió a solidificar como una de las bandas más innovadoras creativamente y musicalmente, con una propuesta totalmente original, fue un parte-aguas dentro de la historia de la industria. Y de ahí p’al real. Podría seguir vertiendo mis tripas y mi corazón en el tema, pero nunca terminaría. Mejor lo dejo y los dejo con la esperanza de que corran a poner algún álbum de mí banda favorita (y la favorita de muchos otros)… yo por lo pronto termino escuchando ‘Life In a Glass House’ del Amnesiac.
Como ya se han enterado, porque pues no fue una noticia que se haya mantenida secreta, TheKing of Limbs de Radiohead, salió a la luz hace unos pocos días, no tiene ni dos semanas. Sigue siendo una novedad, aunque el tema haya ido decreciendo desde entonces. Para mí fue una muy grata sorpresa… o qué digo grata… esa palabra ni me gusta; me volví loca cuando me enteré apenas unos días antes del lanzamiento que Radiohead nos regalaría un álbum más. Y lo que me sorprendió más que nada fue el hecho de que nadie, nadie en el planeta entero, excepto ellos, sabían de este lanzamiento. Todo se reducía a un puñado de vagos rumores por medio de fans o críticos que realmente extrañaban el sabor a Radiohead entre sus columnas. Otra sorpresa más fue el recibir un día antes de lo marcado, el disco, así que ya para el atardecer del viernes, el mundo entero se devoró los 8 tracks del King of Limbs. Incluso muchas revistas en línea y críticos en general, dieron su desglose canción por canción. Pero esas ya son palabrerías de más. Mejor hablemos del disco en sí.
Debo confesar que después de la belleza de obra que fue In Rainbows, mis expectativas con respecto al nuevo álbum eran muy grandes. Traté de evitar soñar en grande, pero esta es una de esas bandas con las cuales uno no se puede dar el lujo de perder la fe, o ponerla en duda. Si algo han logrado los Cabeza-de-Radio siempre, es sacar un buen disco tras otro, y he aquí que 8 discos después, no han perdido el toque. Eso sí, debo admitir que para mí, King of Limbs no sobrepasó In Rainbows, aunque a esta declaración le sigan bastantes espumarajos de boca por parte de algunos o de muchos que se han deshecho por el nuevo disco. Sin embargo, es tan sólo mi opinión. Para las dos de la tarde, ya le había dado tres vueltas al King of Limbs; al final de la tercera vuelta, sentí que esa sensación que me producía era un regresar a… por lo que me vi obligada por fuerzas mayores a mí (que, ¿cuáles fuerzas? sepa la fregada) a escuchar Kid-A y posteriormente Amnesiac. Entonces, y sólo entonces fue cuando supe hacia dónde me había trasladado ese sonido.
Principia el disco con ese fade-in del piano a manera de iniciación a un rito colectivo y los sonidos electrónicos, ya tan bien dominados por la banda desde hace más de una década, nos introducen al lugar común, así que ya para cuando escuchamos la voz de Yorke sabemos que hemos llegado a casa. El ritmo se mantiene dinámico durante todo el disco, a pesar de variar el ambiente y el humor a través de éste, con sonidos envolventes e hipnotizantes. Mientras escribo esto vuelvo a escuchar el disco, con los audífonos puestos y el volumen alto… es hipnotizante. No hay manera de escucharlo y no perderse en los escenarios que la música pinta: profundos, aterciopelados, policromáticos, melancólicos y conflictivos; aunque parezcan interpretaciones oscuras y los sentidos un tanto herméticos, como yo que batallo mucho para entenderle a la letra de buenas a primeras, no siempre es así. Pero a quién le importa hablar de significados con una primera vez que se escucha la obra en cuestión (esta u otra, la que sea). La música y su sentido evolucionan a la par que nosotros lo hacemos, por lo que podríamos hablar de un atemporalidad; es música que no envejece ni se vuelve obsoleta. Lo que hoy sienta con King of Limbs sé que será diferente cuando dentro de 10 años más lo vuelva a escuchar y a experimentar. Es por eso que cuando terminé de escucharlo la tercera vez aquel viernes, regresé a Kid-A y respiré ese aire de nostalgia y recuerdo, en donde la música me llevó hacía la primera vez que lo escuché y lo que sentí en ese entonces. Una de las cosas en las cuales reposa la belleza y la importancia de una banda como Radiohead, según yo, es esa nostalgia e inmortalidad con las que carga su música y su obra entera.
The King of Limbs es, para mí, un muy buen álbum, no lo puedo negar y creo que muchos piensan de la misma manera; aunque no sobrepasó la perfección del histórico y revolucionario In Rainbows, a mi manera de ver las cosas. Se deshicieron un tanto de la grandiosidad que aquel había armado y se regresó un tanto más al sonido electrónico y synth-based del pequeñísimo e insignificante álbum del 2000 que fue Kid-A. No es masticar fórmulas viejas y vomitar algo nuevo, es simplemente un regresar a… Sí, así lo describiría yo. King of Limbs es un regresar a… una mirada hacia atrás mientras se sigue caminando hacia adelante.
El mundo entero despertó esta mañana de febrero para descubrir que el nuevo álbum de Radiohead, The King of Limbs, estaba ya disponible para todo aquel voraz fanático y melómano ordinario que quisiera y se muriera por tenerlo entre su colección (santuario) digital. Sí, yo sé que ya todo el mundo lo sabe y que los Cabeza-de-radio están en boca de todo el mundo, obviamente, en los míos también. Ahí luego pasaré para dejarles algo que leer sobre el álbum, mientras tanto, he aquí 'Lotus Flower', el primer sencillo del disco con Thom York bailando muy a la Thom York. ¡Feliz viernes!