No recuerdo cómo di de bruces con este álbum, tan sólo que era de noche, muy de noche -o quizá muy de madrugada- y me aquejaba uno de mis usuales (en aquel entonces) ataques de insomnio. Fue el primer disco de Waits que obtuve y escuché con todo el deleite de mis sentidos; una cosa siguió a la otra y ahora forma parte de mi canon, ese mismo que propondría si algún día llegase la inteligencia cósmica, salida de algún otro planeta y pidiera se salvaguardara lo más valioso de la música. Tom Waits debe ser puesto sobre el pedestal.
En algún otro momento me tomaré un segundo para escribir un poco más sobre él, por lo pronto, será otra noche más de Waits y tesis y café y pan con mermelada.
Nighthawks at the Diner (1975)
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