jueves, 30 de diciembre de 2010

Lo mejor... The National, High Violet

1. The National, High Violet

I’m a confident liar, got my head in the oven so you know where I’ll be. I try to be more romantic, I wanna believe in everything you believe. I was less than amazing, I do not know what all the trouble was for, I fall asleep in your branches, you’re the only thing I want anymore.


Debo admitir que me ha costado muchísimo decidir entre Joanna y The National, ambos discos me despojaron de mi aliento y consiguieron lo mejor de mi atención. Ambos fueron obras a las que constantemente recurrí durante el transcurso del año, mismas que con cada vuelta crecían y crecían y crecieron a tal grado de quedar cimentadas como lo mejor que llegué a escuchar durante 365 días de horas repletas de música. High Violet es un álbum cargado de emociones oscuras, densas, sádicas, depresivas y para ser un álbum tan pesado, la música logra comprometerlo a tal grado que lo convierte en poesía, de esa tan dolorosa que causa placer, convirtiéndonos a quienes lo escuchamos en masoquistas y con todo el orgullo de serlo. Antes de High Violet, no conocía a The National, así que después de haber escuchado el disco, me di a la tarea de buscar lo pasado, encontrando Boxer y The Virginia EP. Ambos muy buenos discos, sin embargo no están a la altura de High Violet. En Boxer, el disco anterior, ya se escuchan los pincelazos de lo que se convertirá en su mejor obra a la fecha; la oscuridad comienza a apropiarse de las canciones, a pesar de que no llegan a esa densidad con la cual cuenta High Violet. En cuanto a arreglo musical, se escucha, ya se siente y se ve venir la magnificencia con la cual The National se presentó este año al mundo. Las canciones son ricas en estructura y en letra, en música y en sentimiento, liderados por la afectiva voz de Matt Berninger, la cual le dota de un cierto romanticismo a cada pieza; romanticismo oscuro y tormentoso, digno de novelas post-revolucionarias de la Francia del siglo XVIII; llamémoslo post-Romanticismo, en el cual encontramos todos los rasgos y características del movimiento, inyectado del siglo XXI. Es sólo cuestión de escuchar las canciones, las cuales escupen, entre tanto verso, frases que seguramente les acosarán el subconsciente (y el consciente también); ejemplo, ‘Terrible Love’, canción que abre el disco: /It’s a terrible love, and I’m walking with spiders/. “¡Qué cosa más terrible que el amor!” dirían los poetas. O también en ‘Sorrow’: /Sorrow found me when I was young; sorrow found me, sorrow won/. En ‘Lemmonworld’: /I’ll try to find something in this thing that means nothing/. Y por su puesto, ‘Conversation 16’: /I was afraid I’d eat your brains, ‘cause I’m evil/. Etc. Quizá no todo sea amor, quizá no todo sea uno… pero qué digo… todo es amor, todo es uno mismo. High Violet es la tortuosa expresión interna del hombre, de un hombre, de cualquier hombre; es un maravilloso álbum, matizado con poética, pero cimentado en el rock. Definitivamente The National merece la corona de olivo, el cetro y el trono.

Aquí abajo 'Bloodbuzz Ohio':

Aquí 'Sorrow':

...y 'Vanderlyle Crybaby Geeks':

martes, 28 de diciembre de 2010

Lo mejor... Joanna Newsom, Have One On Me


2. Joanna Newsom, Have One on Me

Actualmente vivimos en un mundo, en una sociedad, en donde la paciencia y el tomarse el tiempo se han convertido en conceptos arcaicos, obsoletos, en algo que nuestros padres, abuelos y antepasados en general tendían a hacer. Lo cual es lamentable, ya que esto ha resultado en el consumismo, en el “lo quiero ya y lo quiero ahora”. Comida rápida y procesada, lecturas cortas y superficiales, películas banales, etc. Saber que algo requiere de nuestra capacidad de reflexión es inaceptable. En la música, lo que el radio-escucha promedio consume, es justamente eso, música procesada, masticada y banal, acompañada de ritmos molestamente pegajosos; quizá sea esta la razón por la cual artistas como Joanna Newsom o Sufjan Stevens o The Knife son dejados de lado, pues requieren atención, requieren nuestra capacidad de reflexión y sobre todo, requieren de nuestro tiempo. Have One On Me es un álbum que corre sobre las dos horas, dividido en tres discos. Es un álbum que ante todo, nos pide tiempo y paciencia, y déjenme decirles que de concederle a la obra estas dos pequeñísimas cosas, descubriremos la maravilla creativa de Newsom, tanto de autora como de músico, pues es una dotada arpista, pianista, compositora. El álbum, si bien no encanta a la primera, seguramente, de dejarse añejar, se convertirá en una obra básico dentro de nuestro canon de discos que nos acompañarán toda la vida. Por ejemplo, yo ya lo he catalogado dentro de mi soundtrack definitivo, mi soundtrack vitalicio, el cual, si se hiciera una película sobre mi vida (ja-ja), quedaría plasmado entre obras como Rubber Soul (Beatles), Blue (Joni Mitchell), The Wall (Pink Floyd), Crash (Dave Matthews Band), The Seldom Seen Kid (Elbow), O (Damien Rice), OK Computer (Radiohead), The Queen is Dead (The Smiths)… bueno, son muchos, no los nombraré todos. Have One On Me definitivamente estaría ahí, entre los grandes, los memorables, porque si bien el álbum me cautivó desde el inicio, entre más lo escucho más me fascina. La música de Joanna es mágica, mística, seductora, épica; su barroquismo folky-pop-clásico jamás termina por saturar el oído, al contrario, lo dota de texturas y matices, de una profundidad lírica que difícilmente se encontrará en otro lado.

Esto es '81 en vivo:



Esto es Soft As Chalk (no había video para esta canción, sin embargo, lo importante es la canción en sí):

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Lo mejor... Charlotte Gainsbourg, IRM


3. Charlotte Gainsbourg, IRM

Por ahí del 2007, Charlotte Gainsbourg sufrió un derrame cerebral que la dejó como cliente frecuente de hospitales y MRIs. Durante el tiempo que pasó en esos claustrofóbicos, fríos y desesperantes túneles magnéticos, nació IRM (MRI pero en francés). En el álbum, Gainsbourg plasma los minutos, las sensaciones, incluso los sonidos: a través de varias canciones podemos escuchar los sonidos de la máquina acompañando la música, especialmente en la canción titulada “IRM”, curiosamente. El resultado de esta experiencia son poco más de 40 minutos de canciones pop con tintes electrónicos, en donde Beck no sólo produjo, sino colaboró con Gainsbourg en la creación y composición de las estas… y la verdad es que el dúo Beck-Charlotte es puro oro. Aunque esta no es la primera vez que Charlotte colabora con músicos/artistas heavy-weights, ya se ha codeado con personajes como Jarvis Cocker y Air, entre otros, quienes colaboraron con Gainsbourg en su anterior disco 5:55. Dicho álbum, el segundo de su carrera musical, es un disco más orgánico, no tan ambicioso, ni tan dinámico, en donde Charlotte se da el lujo de deambular en la ingenuidad de la vida y de las cosas. En IRM, la ingenuidad se pierde y el filo de Charlotte es más incisivo, más atrevido y más divertido. Ella es un artista que sabe lo que tiene y lo sabe manipular a su máximo; por ejemplo, no es poseedora de una gran voz, sin embargo sabe utilizarla y moldearla creando ambientes oníricos, etéreos en sus canciones, guiada y dirigida por Beck, sin lugar a dudas. Si antes era señalada por ser hija del gran Serge Gainsbourg (figura de idolatría y escándalo en Francia), Charlotte ha logrado sacudirse toda huella de la sombra de su padre y ha comenzado a hacerse un nombre por sí misma, tanto por el lado del, como de la música.

Aquí, como de costumbre, unos videitos:


"Heaven Can Wait"



"Time of the Assasins"

lunes, 20 de diciembre de 2010

Lo mejor... The Tallest Man on Earth, The Wild Hunt


4. The Tallest Man on Earth, The Wild Hunt

A veces siento que calificar un álbum como bello termina por adjuntarle un mote como de cursi, o rosa, y no quiero que ese sea el caso con The Wild Hunt, pero si hay algo que el álbum tiene es belleza. Es puro folk, en la tradición de Dylan acústico, incluso la voz de Kristian Matsson le da ese aire dylanesco, lo cual me llamó mucho la atención en un principio. Hay algo de refrescante u orgánico escuchar obras tan sencillas, sólo un hombre con su guitarra o un piano, como es el caso de “Kids On The Run”, la única canción en la cual Matsson deja de lado las cuerdas para imprimir un matiz diferente al ambiente que se va creando a través del disco, así como la carga emocional que va adquiriendo cada vez que se escucha, porque este es un disco imposible de escucharse sólo una vez. El folk es un género que a muchos les causa un poquito de ruido, paradójicamente, la verdad no sé por qué; será que lo sientan aburrido o lento para poder asimilar, sobre todo en el “ahora” en donde todo se consume con exagerada rapidez y ahí es en donde encuentro el valor de músicos (o artistas, mejor dicho) como Bob Dylan, Cat Stevens, The Tallest Man on Earth, Bon Iver, Sufjan Stevens o Joanna Newsom, etc., cuyas obras nos hablan, nos cuentan historias y terminan por tomar posesión de uno. Obras como The Wild Hunt, son de esas que quedarán para la posteridad; obras que dentro de 20/30 años seguirán manteniendo su importancia y su calidez, seguirán contándonos historias, las universales, las de nosotros mismos.



Esta es la canción "Love Is All", espero les guste y se enamoren del talento y el carisma de Matsson:





Lo mejor... Jeremy Messersmith, The Reluctant Graveyard


5. Jeremy Messersmith, The Reluctant Graveyard

The Reluctant Graveyard es parte de una trilogía en la obra musical de Messersmith, en la cual maneja el ciclo de la vida: el nacimiento, el desarrollo y la muerte, siendo éste último el hilo conductor, temático si se quiere, del álbum. La verdad es que esto es hacer notar lo obvio cuando se tiene un álbum que lleva por título el concepto de cementerio. Una alusión a la dificultad de la muerte o a la dificultad de la vida tan sólo para terminar en la muerte. Cualquiera que se quiera tomar. A pesar del lúgubre tema de la obra, el tono se mantiene ligero y dinámico, tomando la poeticidad del folk y la viveza del pop, terminando con la suave y melodiosa voz de Messersmith. Si uno juzgara de buenas a primeras la voz y la música, jamás se adivinaría la temática tan oscura que mantiene. Pero, como en la buena tradición mexicana, en donde el hombre se toma la muerte como un asunto lúdico, esta termina siendo una amiga más de la vida.

Aquí algo que escribí por ahí en el pasado inmediato sobre Messersmith y su álbum:

"A Boy, a Girl and a Graveyard", una bellísima canción:

Lo mejor... The Radio Dept., Clinging to a Scheme


6. The Radio Dept., Clinging To a Scheme

Recurrí mucho a este álbum durante el año a partir de que lo escuché; es un álbum que funciona como entero o por canciones mezcladas en un listado aleatorio. Lo primero que salta al oído es el dinamismo con el que se desenvuelve, como si fuera un personaje en alguna novela. El disco es una reivindicación al rock y a su poesía, como ejemplo de ello es el speech insertado en el intro de “Heaven’s On Fire”, extracto de una declaración por parte del vocalista de Sonic Youth, condenando el capitalismo y lo que este ha hecho para la música. El álbum es un recordatorio de la riqueza del rock y el pop, aquel propuesto por bandas como Joy Division, The Smiths o Jesus and Mary Chain. Clinging To a Scheme tiene todos los tintes, tonos y ambientes de la escena musical británica ochentera; es un álbum no sólo para escuchar, sino para asimilar y contemplar.



Aquí algo que escribí por ahí de julio:

Lo mejor... LCD Soundsystem, This Is Happening


7. LCD Soundsystem, This is Happening

Creo que cuando obtuve el álbum, se quedó ahí sentado nomás, virtualmente empolvándose durante un mes. Si me percataba que ya le tocaba el turno a LCD en la lista, le adelantaba a una banda diferente, a otro disco, etc. Realmente no tenía ganas siquiera de escuchar una canción. Admito que lo último que escuché de este proyecto fue “Daft Punk Is Playing at My House” y no pensé gran cosa de ello, así que el prejuicio se quedó. Hasta que por fin llegó el día en que le di oportunidad y caí en cuenta de mi muy grave error. Para empezar, cuando vi que tenían una canción titulada “Drunk Girls” lo catalogué como un álbum para fiestas y pedas, banal y ridículo. Para seguirle, lo creí otro plástico álbum de música electrónica más en el mundo, hasta que escuché “Home”, la canción con la cual cierra el disco; una canción para disfrutar el momento, el ahorita; una canción para olvidar lo pasado y dejar de buscarlo. Cuando la escuché dije “vaya” y terminé por devorarme el disco entero; disco de pocas canciones pero muy largas. This is Happening coquetea con una cantidad de ritmos y estilos que terminan por enriquecerlo y sacarlo del encasillamiento de “música para fiesta y se acabó”. Este fue un álbum que terminé disfrutando demasiado, es un álbum divertido, caótico y muy melódico. Es lo que yo llamaría mi mayor sorpresa del año. Y qué genial es toparse con este tipo de cosas, en donde uno juzga al libro por su apariencia y termina descubriendo algo completamente diferente.

Aquí, el video de "Home":


jueves, 16 de diciembre de 2010

Lo mejor... The Walkmen, Lisbon


8. The Walkmen, Lisbon

Para empezar es The Walkmen, una banda que ha logrado mantenerse al margen de la música comercial, o aquella que se le alimenta a las masas, procesada y masticada. El sonido es característico, uno no puede escuchar su música y no saber que son ellos; esa clase de familiaridad, de "hogar", de ambiente al cual conocemos y podemos regresar, no se compra. Así es que llega Lisbon, al menos, así llegó a mis oídos. Es un álbum muy cálido, armonioso y divertido.

Por ahí de septiembre escribí algo sobre este álbum... aquí les pego un extracto:

Mientras la oportunidad me vuelve a tocar a las puertas, The Walkmen me llega con Lisbon, lo más nuevo dentro de una obra discográfica que va creciendo a paso constante y seguro, y mientras lo escucho una y otra y otra vez, puedo decir, con absoluta seguridad, que han retornado a su lugar de origen, revisitando y rehabilitando ese sonido ya característico el cual corre como líquido medular. Sórdidas guitarras emulando algún tipo de Surf o Rock-a-billy. Ritmos de una complejidad bastante sencilla, acompañados por la aguda, y un tanto gangosa, voz de Hamilton Leithauser. Lisbon no es un álbum excelente y definitivamente no sobre pasa la grandeza de You & Me, no es un álbum tan violento y ruidoso como Bows + Arrows, y ya no cuenta con esa tierna ingenuidad de su debut, sin embargo, hay algo. Tiene un no sé qué, que qué se yo. Tiene, como he dicho, esa esencia que tanto nos gusta (a los fans) de The Walkmen. Tal vez sea que las canciones parecen ir fuera de tiempo o la crudeza de la composición. O simplemente es el mundo al que nos introduce, un mundo en donde se puede decir “déjame en paz… me vale madre todo”, un mundo en donde nos desquiciamos moviendo frenéticamente los pies al ritmo de cada canción, un mundo en donde es válido tocar air-drums o air-guitar. El mundo de los toquines, los bares, los cigarros, los converse y los entubados. Quizá quien no guste de esta banda, escuche Lisbon y sienta ganas de vomitar (porque se vale), quizá, incluso, habrá el fan que diga “esto es mierda”, pero por lo pronto, esta fan (o sea yo) está de lo más divertida moviendo frenéticamente la cabeza, tocando air-drums con el volumen a todo lo que da.

Y aquí, un videito... enjoy:



lunes, 13 de diciembre de 2010

Lo mejor... Shearwater, The Golden Archipelago


9. Shearwater, The Golden Archipelago

Solemnidad. Esa es la palabra con la cual definiría The Golden Archipelago. Este no es realmente un álbum al que haya regresado constantemente durante el año como lo hice con otros, sin embargo cuando lo hacía, era un verdadero viaje; no un viaje propiciado por alucinógenos, químicos o de otra clase, sino un viaje propiciado por la música. Ya sé, qué cursi, que infinitamente ridículo se escucha eso, pero de qué otra manera podría ponerlo. Shearwater es una de las pocas bandas que cargan con ese peso tonal solemne, en donde cada pieza en el álbum es una construcción pictórica, una edificación de imágenes perfectamente estructuradas con el sonido, la letra, la voz. No es solamente la música, sino el ambiente que le rodea a toda la obra. Por ejemplo, si juzgáramos al libro por la portada, ésta nos daría indicios de lo que estamos por escuchar. Hay una cierta apertura a las melodías que no provocan esa claustrofobia o hermetismo que en muchos géneros, en muchas bandas existen. Aquí hay lugar a la interpretación. Yo lo definiría como una oscilación entre el rock, con el lirismo del folk, la ligereza del pop y el ambiente de una balada. El hilo conductual del disco es el piano y la guitarra acústica; esta es una de las pocas ocasiones en donde la guitarra eléctrica queda relegada a los detalles y a un número muy limitado de canciones (tres). Es un disco un tanto difícil por la seriedad que conlleva y el viaje hacia las entrañas del propio ser que nos “obliga” a realizar, aunque de vez en cuando, es necesario. Un álbum como Golden Archipelago, nivela perfectamente la balanza de lo serio contra lo lúdico; oscilar entre ambas cosas nos mantiene cuerdos.


Mi canción favorita del álbum es "Black Eyes". Aquí un falso-video, nomás para que escuchen la canción:



jueves, 9 de diciembre de 2010

Lo mejor... Gorillaz, Plastic Beach

Es diciembre y ya comienzo a ver por todos lados los famosísimos "Top 10" de lo que quieran. Así que me aventuré a crear el mío. Aquí les va mi Top 10 de la música en este año, en cuanto a discos se refiere.


10. Plastic Beach, Gorillaz
Estuvo más que obvio, cuando el mundo se enteró de que habría un tercer álbum de Gorillaz, inmediatamente quedaría entre los favoritos de muchos. ¡Y claro! Imposible dejarlos relegados entre las tantas bandas mediocres que circulan y deambulan por aquí y por allá. Plastic Beach representa el regreso de Damon Albaran y sus múltiples alter ego; representa también una colaboración impresionante de músicos y artistas con Albaran. Ejemplo de ello lo tenemos con Lou Reed, por ejemplo, quien me sorprendió totalmente con "Some Kind of Nature", porque la canción es una chingonada y el duo Damon-Lou, no me lo habría imaginado nunca.

Demon Days impulsó a Gorillaz hacia el Olimpo y lo cimentó como una banda innovadora tras la cual muchos intentarían emular, simular, copiar, etc., en donde el estilo ya entraba un poco más de lleno al hip-hop sin dejar el rock, el pop y lo electrónico. Plastic Beach es otro capítulo muy diferente, en donde el hip-hop ya es la expresión primaria y el pop es el acompañante; aunque realmente encasillarlo en esto y aquello sería algo terrible de mi parte. El álbum presenta un eclecticismo delicioso, una orgía de géneros o sub-géneros, los cuales funcionan maravillosamente. El género (hip-hop) me es muy difícil de escuchar y casi no me gusta, sin embargo en este disco lo llena de vida, de armonías, de matices que es imposible no agarrarle cariño. Es la música, es la letra... Gorillaz siempre ha portado un estandarte de crítica y señalamiento hacia lo que no funciona, mata, divide, envenena y destruye. Simplemente el título es indicio de esto; alude a la farse vida consumista a la cual la sociedad se ha visto arrojada. La verdad es que no hay mejor manera de criticar que a través de la música, y no despojarla totalmente de la melodía. Plastic Beach es un todo en donde el todo comulga y nos invita a ello. Y dejando la seriedad a un lado, el disco es simplemente divertido.

Aquí les dejo mi canción favorita… o una de mis favoritas: "On Melancholy Hill"






(El #9 muy, muy pronto)

jueves, 2 de diciembre de 2010

Hoy ya no soy yo

‘Hoy ya no soy yo’
Gustavo Cerati

Adivino tu intención;
tienes ganas de subir a verme,
pero hoy ya no soy yo.
La otra noche te arrojé,
en un mar cubierto de lava ardiente,
pero hoy ya no soy yo.
Puede ser un accidente, nena,
pero hoy ya no soy yo.
Paso días normal (no me esperes… tengo ganas)
a veces, a veces, a veces…..
Adivino tu intención,
tengo ganas de saber quererte,
pero hoy ya no soy yo.


Yo no me considero fan de Cerati, no lo fui en el pasado y no lo he escuchado detenidamente como para considerarme ferviente admiradora. Admito haberlo descubierto muy, muy tarde en la vida, de lo cual me arrepiento tremendamente. Especialmente ahora, con la trágica situación en la que se encuentra el wonder-boy argentino… creo que ya nunca tendré la oportunidad de ver y escucharlo en vivo, ni de corear sus canciones, ni gritar, ni aplaudir hasta que el dolor de las palmas me obliguen a parar. Ni modo, tan sólo me queda el cerrar los ojos y viajar.

Esta noche, una amiga, Sodera de hueso colorado (ese adjetivo ella se lo puso y me encantó), me pasó Colores santos. “La de ‘Hoy ya no soy yo’ me intriga tanto”, comentó, e hizo que me creciera la duda: “quiero saber qué significa o de qué habla esa canción”. Me contó su teoría y la duda se infló aun más. La consecuencia de semejante acción de su parte (ya verás Sister), fue escuchar una y otra y otra y otra y otra vez esa pieza. Intenté recordar mis clases de poética, de métrica y de retórica para lograr desentrañar sus misterios, aunque el teflón con el que empaquetaron mi cerebro funciona tan bien que la gran mayoría de las veces no recuerdo nada. Sin embargo le hice el intento, a ver si eso de la interpretación se me da.

Como canta-autor, Cerati está cabrón. Creo que son pocos los músicos cuyo alcance y profundidad letrística, dotan de relevancia, coherencia, cohesión, verdad, honestidad y sentimiento a una canción. No es tanto lo que digan, sino cómo lo dicen, y por otro lado, no es tanto cómo lo dicen, sino lo que dicen; la verdad es que no entraré en debate sobre la forma o el contenido. A veces una canción dice tanto sin decir nada, a veces es lo contrario.

‘Hoy ya no soy yo’, parece ser una pugna interna del “yo” poético que habla en la canción. Sucede que al leer una novela, quien nos guía en la historia no es necesaria, ni obligatoriamente el autor; el narrador muchas veces funciona de manera independiente y se separa de la figura creadora, autoritaria… se separa de dios, como diría Vargas-Llosa. Lo mismo sucede en las canciones… a veces quien nos canta no es el músico, sino ese ente viviente que aparece como alter ego del músico, vocalista, intérprete, o como lo quieran llamar. Escuchen canciones de The Decemberists, sobre todo un álbum como Hazards of Love y se darán cuenta de que, quien interpreta las canciones es meramente una vía a través de la cual escuchamos la voz poética narrándonos una historia. Pero bueno, fin del paréntesis, volvamos con Cerati.

Repito que, sobre Gustavo conozco muy poco; conozco sus canciones (no todas), algunos de sus discos y muy poco sobre su historia personal, mas lo poco o mediano que he escuchado y visto, lo tengo bien grabado. Sé lo que su música me provoca y las imágenes que me evocan; esa pequeña porción, cada vez que la escucho me lleva a lugares y termina por formar parte de mi “yo” que vive eternamente alucinado. Tal es el caso de ‘Hoy ya no soy yo’, en donde la voz que nos canta le confiesa a alguien (ella, quien quiera que sea), sobre su ser dudoso y malvado; un ser que causó un mal terrible y no asume la culpa de ello: Tienes ganas de subir a verme, pero hoy ya no soy yo. La otra noche te arrojé, en un mar cubierto de lava ardiente, pero hoy ya no soy yo. Puede ser un accidente nena, pero hoy ya no soy yo. La canción forma imágenes que se oponen unas a otras, así como también se opone el “yo” contra él mismo: tengo ganas de saber quererte, pero hoy ya no soy yo. Es el deseo y el “qué me importa” luchando al mismo tiempo. No solamente se refleja en la letra, sino en la música y el arreglo, en donde una cálida guitarra acústica nos da la bienvenida, con unos tímidos riffs de guitarra eléctrica que se asoman esporádicamente, hasta que los papeles se invierten y nos envuelven los desgarrantes rasgueos de aquella que en un inicio se escondía bajo el sonido de la acústica.

Sonidos de desengaño, de culpabilidad y un juego de pasiones insaciable, en donde la incertidumbre y la violencia del sentir sublime que el “Yo” desprende o evoca es la fuerza tentadora e intrigante que guía a la confesión para tal vez recibir el perdón. ¿Será?

jueves, 18 de noviembre de 2010

Descubriendo Crash de Dave Matthews Band


Crash, segundo álbum de Dave Matthews Band, lanzado en el ’96, si es que mi memoria no me resbala, fue un disco que me marcó, y que incluso en el “hoy” lo sigue haciendo. Así como hay lecturas que nos pegan, nos sorprenden y nos definen, también hay música que nos cambia para siempre; música que nos abre una llaga y la deja ahí –como un lunar-, formando parte de nuestro ser, nuestro cuerpo y nuestra manera de percibir, sentir y pensar. Yo por eso siempre he pensado que el poder de la música es tan fuerte; la música es tomar conciencia, es un estar ahí, un vivir, un experimentar y hasta un evolucionar hacia esa aspiración del ser mejor; un ser humano. Pero bueno, no entraré en digresiones. Dicho álbum, lo descubrí cuando tenía 14 años. En algún lugar había escuchado la tercera canción del álbum titulada “Crash Into Me” y me perdí. Me perdí para siempre, fue como un balde de agua fría. Tras escucharla, logré comprar el disco en uno de esos programas de “ordene 12 discos al precio de 2” o algo así, que por aquellos días existían -junto con una selección muy buena de discos, debo admitir- y gracias a ello obtuve uno de mis discos favoritos en lo que llevo de corta vida.

Dave Matthews y su grupo, siempre se han caracterizado por la música que crean; la verdad es que en este caso es necesario hablar de un ensamble, porque hay tantas cosas sucediendo en un mismo momento, tantos sonidos, tantos ritmos que nunca terminan por saturar una canción; por el contrario, van formando una acumulación de sensaciones melódicas, armoniosas y harto adictivas. Bueno, honestamente estoy pensando por el momento en el Crash, el cual escucho en este preciso momento y lo que intento describir de manera tan desarticulada es justamente lo que estoy escuchando, pues son tantas cosas las que se perciben que es imposible no sentirse atraído y envuelto por la música.

La canción que abre el álbum es “So Much To Say” con una melodía muy dinámica; tanto la letra como la música se complementan: I see my hell as the closet I’m stuck inside, can’t see the light. And my heaven is a nice house in the sky, got central heating and I’m alright, canta Matthews acompañado de una guitarra acústica bastante lúdica, a partir de donde comenzarán a sumarse el resto de los instrumentos. A diferencia de esta primera con la que nos introducimos al disco, “Two Step” abre un capítulo un poco más oscuro en cuanto a tono; la guitarra eléctrica, desposeída de todo efecto y acompañado con unos maravillosos arpegios acústicos y la voz desnuda de Dave, nos da la bienvenida. La lírica, después de in intro digno de la longitud de aquellos presentados por The Cure, nos presenta una declaración de amor, nada cursi, como cualquiera podría pensar cuando se habla de canción de amor… es sentimiento, no sentimentalismo barato. Y qué mejor para terminar una canción de amor, que continuar con otra de amor: “Crash Into Me”. Con esta, Dave Matthews y compañía me declararon su amor o yo a ellos, como sea, fue algo enteramente recíproco (más tarde les colgaré por aquí la canción, por si no la conocen).

Las declaraciones de amor terminan con “Too Much” en la que los excesos son el orden del día: I’m a crazy creep, I got it coming to me, ‘cause I’m not satisfied, hunger keep on growing. I eat too much, I drink too much, I want too much… too much. “#41” y “Say Goodbye” van encadenadas, en el sentido que el outro de una es el intro de la otra (respectivamente); la primera es una mirada introspectiva sobre el futuro, sobre el pasado. Es lamento y deseo, es desesperación, salpicado todo con el sonido de un saxofón plagado de melancolía –bastante delicioso, por cierto-, el cual nos despide y nos da la bienvenida una vez que “Say Goodbye” entra en escena. He aquí otro intro muy largo, pero nada tedioso; es una introducción que nos resume la intención de la letra y de la canción: es una invitación cachonda, si se me permite, y la canción lo es también. Es el deseo de posesión, de goce y satisfacción; un vivir el momento, deleitarse y al final, seguir con la vida: Oh back to being friends, but tonight lets be lovers, we kiss and sweat, we turn this bed-tub thing to the best.

“Drive In, Drive Out” vuelve a cambiar el tono del ambiente que hasta el momento se va formando, en parte por marcar el inicio de la segunda mitad del disco y en parte por virar hacia un caos armónico, paradójicamente, en donde la áspera voz de Matthews y la viveza de los instrumentos se mezclan para gritar cierto hartazgo hacia lo ridículo de las cosas. Toda esta acumulación de adrenalina cae estrepitosamente hacia la calma y el susurro en “Let You Down”, la cual pueden adivinar el contenido por el mero título. Tras ella, los ánimos vuelven a su sitio con “Lie in Our Graves”, una pieza que retorna al locus amoenus; el ocio en donde se es válido pasar el tiempo ensopándose los pies en el agua. En “Cry Freedom”, Matthews canta a manera de imploración: Cry, freedom cry, from deep inside where we are all confined. Muy apropiada para “la situación” y es que dicha situación sucede en todos lados: la desensibilización del ser humano.

Las últimas dos piezas componen el humor y se despojan de toda densidad. “Tripping Billies”, iniciando con una batucada en crescendo, invita a beber y bailar. Cualquier canción con la palabra “tripping” en el inicio no puede ser tan difícil de descifrar, menos cuando por ahí en la canción escuchamos las palabras dragón, whisky y felicidad… eat, drink and be merry, buenísimo consejo. Y cerrando un soberbio disco, “Proudest Monkey”, que a mi manera de escucharla y sentirla, es la representación musical de la ingenuidad y la inocencia, en donde se humaniza al animal o se animaliza al humano, quien en este caso es Dave, aunque el molde nos queda a todos.

Crash fue mi descubrimiento y mi llave a los mundos posibles. Es un álbum que permite envolverse en la música hasta el punto de terminar perdido en ella. Es una obra atemporal, pues así como la escuché hace once años, la escucho hoy, incluso mejor. Supera absurdamente a mucha de la música que se hace hoy en día, música sin sustancia, sin esencia. Crash es un álbum que debería ser de cajón, bueno, como lo es la obra completa de Dave Matthews Band. Igual y le hecho demasiadas flores, habrá gente que no soporte el sonido del grupo, lo cual se me hace difícil de creer; o lo sienta saturado, aun más difícil de creer, en fin, es válido. En mí toma semejante importancia ya que crecí con esta música (entre otra). Descubrir música a los 13, 14 años es una de las mejores cosas que a uno le pueden suceder, porque a esa edad se está justo en medio del acné-adolescencia, del feísmo personal, de la confusión existencial y el odio al mundo, o bueno, a ciertas cosas de él… bueno no, a todo.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Confesiones de una fumadora


En 20 días dejaré el cigarro. Lo digo… lo pongo por escrito para atarme más a esa meta. No quiero usar la palabra intentar, porque intentar conlleva implícitamente que lo más probable es que esa empresa sea un completo fracaso. Me dolerá muchísimo, es uno de esos pequeños placeres que realmente disfruto. Un cigarro con el café. Un cigarro mientras leo. Ver películas con un cigarrillo que lentamente perece, dejando esa estela de humo en la oscuridad, iluminado poéticamente con la luz de la televisión, con la luz de una vela o una tenue luz ambiental. Fumar en el frío, al sol, sintiendo como las células del cuerpo se relajan y el cerebro despierta. Fumar después de… fumar antes de… Cuando escribo, o intento escribir, el cigarro siempre me inspira. Cuando voy a los toquines, fumar mientras el rock truena con todo su esplendor a través de las bocinas. Mientras bailo. Mientras bebo. Mientras estudio. Para los exámenes, Dios sabe que siempre es necesario uno antes y uno después. En la época de finales. Entre clases. Mientras manejo con las ventanas abajo y el volumen del estéreo a todo lo que da. Fumar en la soledad. Fumar en compañía. Fumar durante el chisme. En la tristeza y en la alegría…………

…. ¡puuuuta!

miércoles, 3 de noviembre de 2010

(sin título)

Han pasado tantas cosas. En esta ciudad, por bien o mal que sea la cosa, uno no puede decir "aquí nunca pasa nada", porque la realidad es completamente otra; repito, esto no es ni bueno, ni malo, la verdad no sé qué rayos sea. Lo que sí es cierto es que por el todo o por el nada, uno tarde o temprano se ve lanzado contra la vida, contra su propia vida; uno se ve golpeado por todos lados, por todas las personas y por todas las situaciones, obligado a preguntarse el tan común "¿y qué rayos estoy haciendo?" y el "¿para qué estoy aquí?", también el "¿cuál es mi camino?". Si tan solo Delfos estuviese a la mano para acercarnos a preguntar. Si tan solo esa mágica bola del 8 fuese real. Si tan solo... si tan solo. La verdad es que, me he cansado de hacer preguntas, de tratar de leer el té, el café o las sobras de cerveza, de intentar interpretar las formas del humo del cigarro o abrir un libro al azar y ver si hay respuestas escondidas, encajonadas, metaforizadas. A veces me gustaría creer que sí las hay, incluso que están en los lugares más obvios, más claros y sencillos, ahí, justo en la punta de la nariz... el último lugar en donde se nos ocurre buscar. Y bueno, por otro lado, no sé si realmente me gustaría encontrar las respuestas, no sé si me gustaría tener ese mapa del futuro, la verdad es que eso de no saber tiene sus virtudes y sus méritos.
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Espero ya poder dejarme de cosas y regresar... regresar a ser yo.

jueves, 14 de octubre de 2010

Octubre

Maldición, ya estamos justo a la mitad del mes y yo nada que me aparezco por aquí. Me doy pena, me doy vergüenza. Le hecho la culpa a dos cosas: primera, eso de no tener internet ya me está rete-hartando. Por como la quieran ver, mi casa es una isla incomunicada con el mundo exterior, sólo vivimos Domingo y yo, Robinson. Segunda, este semestre tanto en mi escuela como... en mi escuela, porque no tengo trabajo de momento, vaya que se han cargado la mano con las lecturas, así que el tener mi nariz metida en El grado cero de la escritura de Barthes o El águila y la serpiente de Martín Luis Guzmán, me han mantenido alejada de mi querido diario ciberbloguero, su casa.

Eso sí, he estado escuchando una cantidad de discos MUY buenos, así como me he aventado un par de películas exquisitas y unas lecturas que ni les cuento. Voy anotando listas de temas en un cuaderno para que no se me olvide nada y regrese aquí, con todos ustedes a chismearles un rato sobre todo ello. Por lo pronto, les dejo mis recomendaciones de música, mismas que he estado escuchando hasta el cansancio:

(entre otros)

martes, 21 de septiembre de 2010

Have One On Me, Joanna Newsom


Johanna Newsom no es un nombre muy conocido, al menos no en esta ciudad, ya quién sabe en el país, y lo que ella crea no es nada convencional. Incluso, para quien no mantenga una mente abierta, será poco digerible, y esto lo digo en el mejor de los sentidos, porque su música es verdaderamente especial, original y sorprendente.

“No hay quinto malo” dicen por ahí. Si esta frase la pueden aplicar para cualquier secuela fílmica de esas que no merecen la pena verse, con mucha más razón aplica en el caso de Newsom y Have One On Me, su quinto álbum (si se cuentan dos obras previas lanzadas de manera independiente) en una muy impresionante carrera musical. Dentro de una larga tradición de mujeres con voces peculiares, Joanna se lleva el premio. Su estilo es tan singular como aquel que Björk introdujo en el mundo de la música, aunque Joanna recuerda más a la bandera folk ondeada hace algún tiempo por Joni Mitchel, quien serviría como mejor referencia para entender la música de Newsom.

El álbum corre durante dos horas, a lo largo de tres discos, y restregando ante nuestros oídos, o qué digo oídos, restregando frente a nuestros sentidos, una obra épica que captará nuestra imaginación y que seguramente nos transportará hacia lugares jamás imaginados. Joanna ciertamente ha evolucionado en todos los aspectos técnicos y creativos: la letra, la música y sobre todo, su voz. De comparar un álbum como The Milk-Eyed Mender a Have One On Me, la diferencia se convierte en algo abismal, por dramatizar un poco.

Encontrarse una obra artística de este calibre, una que pide lo mejor de nuestra atención, es un maravilloso alivio, dentro de una cultura musical que exige cada vez menos de su público y entrega un tanto menos a eso: música automática, mucha forma y nada de fondo. Artistas como Newsom nos regresan la fe en esa verdadera creación artística, con géneros que ya no pueden llamarse puros, sino eclécticos, mezclando el folk, con tintes de jazz, blues y un pop que podría llamarse barroco, por estar tan cargado de sonidos, que antes de aturdir armonizan.
(Hace rato que había escrito esto sobre el nuevo álbum de Joanna, el cual salió desde principios de este año.)

Por la noche...

Queridos lectores que habitan este planeta de cada vez más no-lectores, no tengo mucho qué decir esta noche (o mañana para cuando lo lean, o tal vez noche nuevamente). Llevo más de dos horas leyendo, sentada en una cómoda y bonita silla de las cuatro que integran mi pequeño antecomedor, a falta de un buen sillón –es esto o la cama, pero de ser la cama sé que terminaría dormida al poco rato, o también el piso, pero después de un rato me duele el derriér-. He estado leyendo El libro vacío por Josefina Vicens, un libro que nunca había escuchado nombrar hasta hace poco, y que por encargo escolar es que lo leo. Les confieso que estoy disfrutando muchísimo de su lectura. La última vez que me saboree un libro de esta manera fue con Diderot y su Jacques el fatalista. Generalmente soy una lectora de esas lentas que de vez en cuando debe regresarse un par de párrafos para releer lo recién leído. Mi retención tiende a fallar también de vez en cuando. Sin embargo, no ha sucedido tal cosa esta ocasión, lo cual me ha hecho leer con cierta rapidez, lo cual me ha inyectado una especie de emoción infantil, ya saben, como cuando recitamos por primera vez las tablas de multiplicar sin titubeo alguno y completa confianza, o como cuando podemos recitar al derecho y al revés las diferentes declinaciones del latín, o como cuando logramos hacer que el carro encienda (en caso de que no quiera encender) sin necesidad de hablarle al hombre de la casa.

Mientras leía, escuché durante dos horas y pico, una y otra vez, un disco de Louis Armstrong que alcancé a bajar durante una clase en la cual se veía algo sobre Estructuralismo, principios lingüísticos y cosas por el estilo (si puse atención, lo prometo)… Louis va muy bien con El libro vacío. En especial el capítulo en el que José García decide ser el elegido para alegrar la vida de common-man, el hombre que ha sido vencido por la vida, el dinero, el trabajo y la mala suerte; en ese preciso momento, “What a Wonderful World” se escuchaba con la rasposa y sensual voz del Armstrong (así es, sensual). Demasiado prosaico tal vez, aunque en el momento fue una “algo” altamente placentero y que me llenó la piel de bolitas. Pero finalmente, capítulos más tarde, tuve que renunciar a la lectura a causa de los ojos, los cuales comenzaron a llorar, con venas venas saltonas, mismas que se tornaron de un rojo muy intenso. Al terminar intercambié a Louis por Esquivel.

Siempre que hago tarea, el antecomedor termina hecho un desastre. Ya no hay pedazo de la superficie que permanezca visible, todo se convierte en un mar de hojas, libros apilados, diccionarios abiertos, libretas de apuntes abiertas; la pluma aquí, el lápiz allá, el libro que, según yo leeré al terminar las labores, está en la esquina, el cenicero con tres colillas arrugadas y la cajetilla ya vacía. Una taza de café a medio terminar, un vaso que hasta hace unos segundos contenía agua al tiempo; mi celular que jamás suena (y no porque no sirva, sino porque nadie me llama, sólo mis padres), un pequeño encendedor de color verde-chinga-pupila, el anillo de matrimonio que me he tenido que quitar debido a que me queda un poco grande y se me resbala con cada golpe al teclado. Y ya cuando todo llega al punto de la exageración, debo de apilar las cosas, ordenadamente, en cada peldaño de la escalera. Pero qué puedo decir, me gusta mi desorden; lo caótico me llena la cabeza de ideas, me inspira, razón por la cual apilo las cosas… es un orden desordenado.

Bueno, eso fue todo. Leer El libro vacío provocó la necesidad de escribir, así como José lo hace en su cuaderno número uno; escribir sobre nada en específico, simplemente divagar. Y ahora, dejaré de escribir y permaneceré quieta, escuchando música, escuchando una orquesta tocando bajo la dirección de Esquivel, con un coro cantando “…y tal vez ni siquiera en tus sueños te acuerdas de mí… en el mar, junto a ti, junto a ti, junto a ti… Nocturnal… nocturnal”, mientras me fumo el último cigarro de la cajetilla que mi esposo dejó olvidada sobre la mesa.


sábado, 18 de septiembre de 2010

Una llamada de atención, la canción fuera de tiempo según Blur

"Out of Time", canción perteneciente al álbum Think Tank de la súper banda britpopera Blur, es otra de mis favoritas y una que yo podría poner entre sus diez mejores canciones. Años, varios años antes de este álbum, “The Universal” profetizaba la esclavitud tecnológica a la sociedad; la victoria del capitalismo, el consumismo y la globalización. Estos tres puntos tan específicos y deplorables, son la única razón por la cual existen guerras el día de hoy (Irak – Estados Unidos). Ante la amenaza de guerra, el mundo entero se levantó para protestar en contra de ella sin obtener éxito alguno. Desatándose la guerra, las protestas siguieron y siguieron, en forma de películas, de literatura y de música, entre otras, y "Out of Time" es una de esas canciones creadas con el propósito de la reflexión: “Where’s the love song?/ Set us free/ too many people down/ everything turning the wrong way round”, canta Albaran.

Sí, parece que todo corre al revés y nos hemos salido del tiempo; nos hemos atascado en un eterno purgatorio inducido por la bestia capitalista y nos hemos dejado arrullar por su hipnótico y tentador canto, en donde muchos terminamos arrollados y arrastrados por la corriente y otros logramos sujetarnos firmes en contra de ella. Incluso el grito que se escucha al inicio de la canción, es nada más y nada menos que aquel del mismísimo Dr. Who. Un tiro acertadísimo, pues el Dr. Who es un personaje de televisión que viaja a través del tiempo para hacer y deshacer nudos. Buena metáfora para todo lo que está pasando. Obviamente nosotros no podemos meternos a una cabina telefónica y viajar a través de la historia para enmendar nuestros varios errores, lamentablemente; lo que sí podemos hacer es tal vez dar el paso hacia el despertar de la conciencia y decidir no seguir siendo arrastrados por la corriente. "Out of Time" es una canción que me hace pensar en todo esto, esta canción me sacude y golpea la conciencia, me avienta rocas y sacos para que en ellos me meta y me los mida. Sartre estaría orgulloso… creo.

Fuera del obvio mensaje impreso por parte de Albaran, la canción le tira a ser una balada acústica dedicada a la conciencia humana. Tal vez suene cursi o ridículo, pero si la han escuchado seguramente sabrán de lo que hablo y si no la han escuchado, tómense unos 4 minutos para sumergirse en una delicia melódica.

And you’ve been too busy lately that you haven’t found the time/ to open up your mind/ and watch the world spinning gently out of time”.



jueves, 9 de septiembre de 2010

The Walkmen y lo que me sucedió cuando osé asistir a mi primer concierto

“We’ve Been Had” fue la canción con la que todo inició. Ese piano que embrujaba como con una canción de cuna, haciendo el “ven pa’cá” con el dedo índice; esa melodía salvajemente tranquila, el ritmo embelesador de sentidos… la sumatoria de estos elementos me cautivó y a partir de este punto me volví fan de esta banda neoyorkina. The Walkmen ya tienen rato moviéndose en la escena musical internacional y la sólida base de fans que a lo largo de los años se ha formado, como yo, se mueve en armonía con ellos. No es una banda que pueda llamarse comercial (gracias a Dios), en el sentido que Lady Gaga es comercial, o Madonna es comercial, o Coldplay es comercial… no. Estos muchachones mantienen su dignidad, su integridad, su carácter y su personalidad. Mantienen los acordes y los riffs, los ritmos y los beats. Mantienen su esencia, aquella que no cambia, que no se destruye. Evoluciona el sonido, evolucionan las letras, pero siguen siendo los mismos, rockeros, geeks y encantadores.

Hace unos años, The Walkmen fue la banda telonera en el tour de Incubus (no me pregunten cuál, porque no recuerdo), y visitaron la vecina ciudad de El Paso, Tejas. Mi mejor amigo llegó un día y me dijo “he aquí un boleto extra, intencionalmente comprado para mi novia, con la que acabo de cortar… ¿quieres ir?”. Me valió ser plato de segunda mesa, el concierto lo valía. Claro que quería ir, era The Walkmen e Incubus me gustaba rete-harto también. Así que me preparé para vivir mi primer concierto y gritar con todo el aire de mis pulmones; la emoción era demasiada, tanta que las venas de mi frente no paraban de punzar. Llegamos por fin a la caseta, después de una hora y tanto que hicimos de línea. El oficial pide los pasaportes, revisa el mío, me voltea a ver y me dice que me baje del carro y me regrese: “su pasaporte ya venció”. Le quité de las manos el cuadernillo verde y vi que llevaba vencido tres días. Por más que rogué y expliqué, con toda la amabilidad y la ternura de una muchacha melómana que nunca ha ido a un concierto puede demostrar, que sólo eran 3 pinches días y yo ya contaba con el boleto del concierto. “Nou, usted nou puede pasaorrrr. Se baha de el carrou ou los ruegresou a todous”, me contestó; así pues, me bajó del carro y con el orgullo, la dignidad y los sueños aplastados por el Tío Sam, caminé derrotada de regreso al otro lado, a mi lado. Gracias a mi madre que llegó con una hamburguesa para así poder ahogar las penas con el comestible consumismo gringo.

Mientras la oportunidad me vuelve a tocar a las puertas, The Walkmen me llega con Lisbon, lo más nuevo dentro de una obra discográfica que va creciendo a paso constante y seguro, y mientras lo escucho una y otra y otra vez, puedo decir, con absoluta seguridad, que han retornado a su lugar de origen, revisitando y rehabilitando ese sonido ya característico el cual corre como líquido medular. Sórdidas guitarras emulando algún tipo de Surf o Rock-a-billy. Ritmos de una complejidad bastante sencilla, acompañados por la aguda, y un tanto gangosa, voz de Hamilton Leithauser. Lisbon no es un álbum excelente y definitivamente no sobre pasa la grandeza de You & Me, no es un álbum tan violento y ruidoso como Bows + Arrows, y ya no cuenta con esa tierna ingenuidad de su debut, sin embargo, hay algo. Tiene un no sé qué, que qué se yo. Tiene, como he dicho, esa esencia que tanto nos gusta (a los fans) de The Walkmen. Tal vez sea que las canciones parecen ir fuera de tiempo o la crudeza de la composición. O simplemente es el mundo al que nos introduce, un mundo en donde se puede decir “déjame en paz… me vale madre todo”, un mundo en donde nos desquiciamos moviendo frenéticamente los pies al ritmo de cada canción, un mundo en donde es válido tocar air-drums o air-guitar. El mundo de los toquines, los bares, los cigarros, los converse y los entubados. Quizá quien no guste de esta banda, escuche Lisbon y sienta ganas de vomitar (porque se vale), quizá, incluso, habrá el fan que diga “esto es mierda”, pero por lo pronto, esta fan (o sea yo) está de lo más divertida moviendo frenéticamente la cabeza, tocando air-drums con el volumen a todo lo que da.

Confesión para un jueves

Me preguntaron hace no mucho tiempo, por qué me dedicaba a escribir cosas como reseñas u opiniones de discos, películas y cosas por el estilo, y no escribía sobre la problemática social de la ciudad o del país. En ese momento me sentí un poco estúpida por ello, me dolió la conciencia y dije “es cierto, ¿qué estoy haciendo?”. Días después caí en cuenta de que no tenía, ni tiene, nada de malo; no es que no me interese, o que no me preocupe, porque si algo me define, es el ser muy preocupona, demasiado (lo cual es muy malo, lo sé. No es indiferencia a la situación y tampoco es que no quiera correr la voz sobre esto, pero es que, parece que ya todo el mundo lo único que hace es platicar sobre el tema, y no es para poco la cosa. Pero a veces, el hecho de voltear hacia cualquier lado y no escuchar más que “y mataron a… y robaron a… y extorsionaron a… y el gobierno aquí… y el gobierno allá…” es cansado, muy cansado. Es estresante, es triste y desesperante, y lo único que provoca es que uno quiera correr a casa a hundirse en una total y profunda depresión. Mi forma de ver las cosas, va un poco por el otro lado. A veces es tanta la información negativa que se recibe durante el día; una exagerada saturación de crisis, problemas, violencia, miedo, confusión, etc., que es difícil encontrar un punto que se mantenga estático entre tanto caos. El punto estático en el que yo encuentro descanso, en el cual yo puedo respirar tranquila y sonreír es la música, el cine, la pintura, la literatura. Ese punto estático es lo que me recuerda que hay muchas cosas buenas que aun valen la pena descubrir, saborear, analizar, compartir y platicar sobre ello. Ese punto estático es lo que me dice que así como yo, hay muchos, miles y millones que buscan ese pequeño cambio, tener también ese pequeño, diminuto e “insignificante” punto estático. Por esa razón escribo lo que escribo, por esa razón me gusta lo que me gusta y me hundo y embarro en la belleza del arte. Como dijo Plotino, el arte es el medio por el cual llegaremos a esa esfera superior, a la salvación.

lunes, 6 de septiembre de 2010

En los suburbios

¡Hola querido blog! Ya te extrañaba. Agosto fluyó en una egoísta negligencia de mi parte hacia ti gracias a dos importantes acontecimientos: número uno, inicié el semestre en la universidad, con los primeros días como si fuesen los últimos, parecía que todos los días entregaba un trabajo final, y dos, no sabía qué escribir o de qué escribir. Tal vez por tanta cosa mi mente se secó casi por completo, pero no problemo, todo vuelve a la normalidad, incluyendo los fluidos cerebrales (ideas y opiniones incluidas). Esta mañana, de no sé qué día de septiembre, he amanecido con una bendita cruda y con la cabeza partida en dos. Aunque dos cafeaspirinas ya dieron solución al problema, aparentemente. Lo único que falta es saciar la sed y apagar el horno que parece estar encendido en mi estómago (temo que ya comienzo a sufrir los horrores de la gastritis, ¿signos de la edad?). Pero como dicen, lo bailado ni quién me lo quite. A lo que iba. Siendo que Orfeo se ha negado a cantarme canciones de cuna, a este lo he sustituido por mis habituales listas de música.

Hace rato que tengo almacenado en mi disco duro el nuevo álbum de Arcade Fire, The Suburbs y no había dicho nada al respecto (lo siento mucho). Según las estadísticas, lo había escuchado alrededor de 12 veces, pero no había prestado mucha atención sino hasta este momento y puedo decir, así de primeras a segundas, que los 80s llegaron ya. Bueno, llegaron desde hace mucho, desaparecieron y las corrientes y modas musicales hicieron que reaparecieran después de casi 20 años de ausencia. El sonido sintético que esa década de extravagantes peinados y atuendos trajeron al mundo, se ha rehabilitado para presentársenos fresco, jovial y con un par de cirugías cosméticas aquí y allá. Bandas como M83, Stars, Passion Pit, Animal Collective, etc., dieron muestras claras que la corriente ochentera (si es que se puede llamar así) era el punto primario de inspiración e influencias. Arcade Fire parece haber agarrado ese mismo tren.

The Suburbs es un álbum que, al igual que Neon Bible y Funeral, vuelve la mirada al pasado; es un ahogarse en la nostalgia del ayer para compararlo con la fatalidad del hoy: Now our lives are changing fast/ Now our lives are changing fast/ Hope that something pure can last. Sí, tal vez parezcan disco rayado, pero el estilo musical renueva su ya conocida visión del mundo, dejando de lado un poco lo orquestal para dar paso a los sintetizadores como en “We Used To Wait”. Incluso revisitando el punk inglés en “Month of May”, la canción que más resalta en el disco y quizá la más light (en cuanto a la letra); imagino que por eso fue sucedida de “Wasted Hours”, la cual vuelve a calmar los humores con un ritmo folk y tranquilo. Incluso, hasta por el mismo título, parece arrepentirse de haber perdido el tiempo en el sinsentido del punk; como si hubiese culpa alguna que pagar por regocijarse en el infinito placer que provoca una buena canción. No lo sé, parece muy jalado lo sé, pero eso es lo que a mí me pareció.

Este nuevo álbum de esos tan poéticos y (a veces) muy serios canadienses, sí es en definitiva una evolución en cuanto a los estilos y los sonidos, en cuanto a ritmos y actitudes. Es un álbum que mantiene coherencia de principio a fin y no hay una canción en ella que uno llegue a pensar “como que esto no va”. Este es uno de esos discos que bien se escuchan sin adelantar nada, porque todo es bueno, quizá diga mucho; quizá en un par de meses ya no sea así, pero por el momento, lo disfruto mucho.

martes, 17 de agosto de 2010

Mientras llueve

Después de unos horrendos días en donde el calor no daba tregua y las nubes tan sólo jugaban cruelmente con nuestros sentimientos, llovió por fin. Llovió, llovió y llovió. Tronó, tronó y tronó. La luz se fue y vino y se volvió a ir… y volvió a llegar. Y el agua entraba por adelante y por atrás. Ahora, tengo un pequeño patio bajo agua y ahora ese líquido precioso se filtra por las ranuras inferiores de la debilucha puerta de madera. Es por eso que me he resignado a solucionar un problema que no sé cómo solucionar, atascada en este islote sin comunicación alguna con el mundo exterior, me he calentado un plato de macarrones y una fría, y me he puesto a jugar solitario, sumándole la triste noticia de que no he podido ganar.

Parece una de esas leyes de Murphy… lava el carro y lloverá. Limpia tus pisos blancos y lloverá, y los pies llenos de lodo y agua y cuanta mugre arrastre el agua, habrán de terminar ultrajando la inmaculada belleza de una casa recién lustrada. Pero no me quejo, me gusta la lluvia, me gusta el sonido que produce cuando las gotas caen estrellándose estrepitosamente contra mi techo. Me gusta el sonido del trueno y la luz del relámpago, me gusta el olor a tierra mojada, me gusta el frío húmedo que resulta de esa veraniega refrescada. Aunque debo admitir, me gustaría mil veces más si hubiese algún triste cigarro en toda la casa y si el agua no estuviese transpirándose en mi cocina. Lo bueno (muy bueno) es que no tengo goteras.

viernes, 13 de agosto de 2010

Por poner algo, nomás por eso.

Ya mero... ya mero vengo, nomás termino de leer a Platón, Horacio, Rabasa y... y.... sé que tengo que leer a alguien más. En fin. Pero ya mero.

martes, 27 de julio de 2010

(sin título)

Si son constantes lectores de este humilde blog, sabrán que su servidora, esta muchachona chaparra y curiosa, yo, soy una verdadera melómana, osease, una completa y absoluta obsesionada, traumada, enamorada, de la música. La música es mi todo, o mi segundo todo. Bueno, no entraré en clasificación, pero sí ocupa un lugar MUY importante en mi vida. La música me sigue a todos lados; siempre escucho música, siempre traigo una canción en la cabeza, mis pies inevitablemente siguen el ritmo de las melodías, amén de que en donde me encuentre reine nada más que el absoluto silencio. No es distracción, no es locura, es un complemento, es mí complemento. Yo no soy yo sin ella. Aunque yo no la busque, la música me encuentra, me busca y siempre llega en el mejor de los momentos, con el mejor de los consejos; sabe cuándo quiero reír y cuándo quiero llorar, cuándo pido concentración y cuándo distracción. Incluso sabe callar cuando necesito ese momento (nada común) de completo silencio y abandono, aunque llegue muy, muy esporádicamente.

Puedo platicar largo y tendido sobre el tema. Incluso puedo llegar a discusiones sobre ello. Los debates musicales me deleitan y encuentro gran placer en las personas que comparten esta misma obsesión, sobre todo cuando logran tener la mente abierta para probar y saborear diferentes cosas. Y creo que el tema no es algo que uno pueda llamar ridículo, sin sentido, pérdida de tiempo. La música ha estado presente en la historia por siglos y siglos y siglos, la ha recorrido hombro a hombro con el hombre, y con más razón aún, con nosotros, contigo, conmigo. No conozco a persona que diga “yo odio la música, no la soporto”. No lo sé, tal vez ustedes conozcan a alguien así, pero a mí me parece una idea bastante extraña por sí misma.

La vida sería tan seca, tan pesada si no tuviera ese eterno acompañante de dulces y embriagantes melodías. Viviría deprimida y sin inspiración. Mi creatividad se vería reducida al mero polvo de una débil imaginación. Incluso los sueños se convertirían en estáticas imágenes a blanco y negro. Estoy segura de que todos tenemos una canción (o muchas) que nos definen. Que cuando personas que nos conocen la escuchan dicen: “mira la canción de fulano o sutano”. Todos hemos sido presos de los recuerdos y la nostalgia cuando escuchamos esa canción. Por ejemplo, siempre que escucho “Michelle” de los Beatles, puedo recordar, como si fuera ayer, el estar tumbada panza abajo sobre la vieja alfombra que cubría el piso de la sala de mis padres cuando tenía 8 años y sentirme fascinada ante lo que escuchaba, y que cada vez que terminaba la canción, aplastaba el Rewind de la casetera y la volvía a escuchar, así hasta que podía yo cantarla de memoria, incluso los versos en francés. O cómo la primera vez que escuché el “Peace Train” de Cat Stevens, estaba en la camioneta de mi tía circulando por las Lomas en el DF, y sentí que la piel se me ponía chinita ante la letra de la canción y el sonido de la guitarra. O la primera vez que escuché “The Rat” de The Walkmen, sentí como todo lo que tenía embotellado muy dentro de mí, salía en una explosión de gritos y golpes sobre el volante de mi carro al ritmo de la batería y la guitarra, y que después de 5 veces de escucharla seguido, pude cantarla a ronca voz, sintiendo el poderoso y maravilloso efecto de la catarsis. En fin, podría continuar con la lista, pero creo que jamás terminaría; una vida entera podría contarse a través de canciones...

lunes, 19 de julio de 2010

Heaven's on Fire por The Radio Dept

Este es el segundo track de Clinging to a Scheme, la canción es "Heaven's on Fire" y podrán escuchar en ella el pequeño discurso del cual ya les había hablado. ¡Disfruten!

Un disco nuevo por The Radio Dept

"People see Rock & Roll as youth culture and when youth culture becomes monopolized by big business, what are the youth to do? Do you have any idea? I think we should destroy the bogus capitalist process that is destroying youth culture".

Una maravillosa idea, ¿quién no ha pensado en destruir el sistema capitalista que tanto daño ha hecho a la sociedad? También, me encanta la idea del monopolio sobre la música, lo creo altamente ridículo; aunque incontables cantidades de hombres trajeados han intentado poner un alto al ir y venir de la música "gratuita", el peer-to-peer network y todo ese mundo que vive bajo la filosofía del "amor es compartir", jamás lo lograrán. Poner límites a algo tan grande, tan universal como la música, es sencillamente estúpido y algo que jamás sucederá. Y no es por entrar al debate de si esto es o no robar al artista, yo creo que no, porque de una manera u otra, es promoción hacia su obra. Las disqueras y los llamados labels son los que roban, estafan y transan al artista, pero los fans, los amantes del arte, los seguidores, el público no... ese no.

Blah, blah, blah... dejando aquello de lado (que no es la razón por la cual me asomé por aquí, aunque es muy interesante el tema), hace un par de días me topé con el nombre The Radio Dept. Jamás había escuchado nada sobre ellos, ni leído nada sobre ellos y con el simple nombre me llené de curiosidad, así que busqué Clinging to a Scheme, su más reciente álbum, lo escuché y lo amé, como todos los discos que por aquí les comparto. Simplemente ese pequeño discurso sobre el monopolio a la música, la influencia del capitalismo en ella y la cultura del Rock siendo algo que siempre ha pertenecido a la juventud, bueno, en realidad a todos, pero algo con lo que la juventud se identifica, sólo con eso me enganchó. La teoría literaria tiene un término para definir ese enganchamiento... espero recordarlo.

The Radio Dept es un trío que ha suplido el bajo y la batería por el sintetizador. Es una banda que usa, reusa y renueva cierto sentimiento musical ochentero y lo matiza con ciertos tonos influenciados por Joy Division y lo que a mi parecer se siente un poco a The Jesus and Mary Chain en "Just Like Honey", sin esa densidad emocional que tan palpable se sentía en ambos casos. No, aquí todo es más ligero, introvertido, nostálgico (tal vez), romántico, hasta sentimental en veces. "This Time Around", tercer track del álbum, abre con un sonido de batería Lo-Fi que recordará a las baterías de Stephen Morris. Por otro lado, en "The Video Dept", aflora lo que a mi parecer es un eco de The Jesus and Mary Chain, aunque ese punto está abierto al debate, ya habrá alguien que me desmienta. Clinging to a Scheme me pareció un muy buen álbum de principio a fin, salvo por "David", una canción que me sacó del hilo musical que ya iba creando, el ritmo parece sacado de algún capítulo del Príncipe del Rap (¿alguien se acuerda del programa con el que Will Smith comenzó su carrera artística?). Fuera de "David", los 34 minutos que compartí con esta fabulosa banda sueca fueron maravillosos, llenos de oxígeno y recuerdo. Un muy buen álbum para las decadentes vacaciones veraniegas.

miércoles, 14 de julio de 2010

Metiendo la nariz por aquí...

¡Hola! Me he dado una vuelta por aquí, siendo que ya lo tenía un poco o un mucho abandonado. Eso del calor, las esporádicas lluvias, las buenas y las malas noticias, ayudan en gran parte a la sequía de ideas, opiniones y demás que seguidamente terminan en writer's-block. Esta semana he estado, y me veré en la posición de permanecer en completo y absoluto reposo por órdenes del médico, así que me dedicaré a escuchar muchos discos nuevos que he encontrado por ahí; cosas muy interesantes y raras como Cosmogramma, el nuevo álbum de Flying Lotus. Álbums absolutamente bellísimos como Renmin Park de Cowboy Junkies o el popero, feel-good por excelencia Jack Johnson con su nuevo To The Sea. Pero ninguno de ellos me gustó tanto como The Reluctant Graveyard por el cantautor Jeremy Messersmith.

De los 11 tracks que el álbum incluye, "John The Determinist" me dejó encantada. Una melodía lidereada por el sonido fuerte y vibrante del cello con un toque de melancólico violín y la increible voz de Messersmith. Es una canción densa, rebosante de imaginería, como bien debería ser la letra de una canción. Pero las joyas del álbum no se detienen aquí, siguen a través y a lo largo de 32 minutos de puro éxtasis musical, como en "A Girl, a Boy and a Graveyard", en donde se nos transporta a un cementerio, justamente como dice, con un chico y una chica, muertos, en un sentido completamente metafórico. ¿Qué hace uno en esta vida? Vivirla, todos morimos, pero no todos la vivimos... Underneath the concrete sky, Lucy puts her hand in mine, she says: "life's a game we're meant to lose, but stick by me and I will stick by you". Es una verdadera maravilla cuando uno se topa con este tipo de música o con este tipo de canciones que nos pegan de lleno en la cara y nos mueven y remueven las tripas y el corazón. Me gusta, me gusta como me hace sentir.

"Parece Simon & Garfunkel", me dijeron y es cierto. Es como si aquella poética marihuanesca del folk rock americano de hace ya algunos ayeres, encarnado en (obvio) Paul Simon y Art Garfunkel, haya recaído, cual fortuita herencia, sobre los hombros de un increíble talento como el de Jeremy Messersmith y en este The Reluctant Graveyard, se da vuelo con lo que puede hacer, tanto en la música como en la letra. Absolutamente refrescante para estos días calurosos en los que escasea tanto la sombra como la buena música.

Aquí abajo, la portada del álbum, que no sé ustedes, pero a mi me recuerda a los grabados de José Guadalupe Posada...

lunes, 5 de julio de 2010

Rushmore, Wes Anderson

Hace poco vi por primera vez Rushmore (Tres es multitud, 1998) del más que brillante director tejano Wes Anderson, su segundo largometraje precedido por Bottlerocket, la película que lo lanzó a la fama, gracias a James L. Brooks, quien tuvo la fortuna de descubrir el talento narrativo de Anderson y Owen Wilson (ambos eran compañeros de escuela y se dedicaban a realizar guiones y cortometrajes). Esa mancuerna funcionó nuevamente con Rushmore y con la cual tanto Anderson como Wilson obtuvieron notoriedad y respeto dentro de la industria cinematográfica, tanto por sus habilidades narrativas, como por la dirección o la actuación (esto en el caso de Wilson quien más tarde se consolidaría como actor). El director parece no haber sido afectado por la creciente y crónica falta de originalidad entre el séquito de directores, productores y escritores hollywoodenses que parecen sufrir de él, al contrario. Anderson, o si cariñosamente le quieren llamar Wes, como yo lo hago, es un creador en el amplio y profundo sentido de la palabra; un innovador, un visionario y un artista. Sus películas no se sienten como un conjunto de procedimientos técnicos, ya saben, mucha faramalla tecnológica para quitar la atención de una historia que nada ofrece.

Rushmore, es la historia de Max Fischer, un excéntrico muchacho que vive en una constante fantasía sobre él mismo, recreando la realidad que no acepta como suya, al ser el hijo de un pobre barbero. Tras ser acreedor de una beca, Max logra entrar a la muy prestigiada, y un tanto elitista, academia Rushmore, el más grande amor de Max, ya que representa todo aquello que él no es y quiere ser. Es, en verdad, una pasión para él y se desvive por el colegio, creando grupos y participando en una exagerada cantidad de actividades extracurriculares, lo cual termina por convertirlo en el peor estudiante que jamás haya entrado a la academia. Ahí es en donde conoce a Herman Blume, un rico y exitoso empresario que vive infeliz a causa de su familia con quien no encuentra relación alguna, fuera de la relación sanguínea, pero que en Max encuentra a su mejor amigo. Max conoce también a la Srita. Cross, una maestra de preescolar, inglesa, hermosa y viuda, y de quien se enamorará perdidamente. A su vez, ella se enamora de Blume y Blume de ella, creando un triángulo amoroso que terminará por cargar el resto de la trama hasta el clímax de la película.

Bill Murray interpreta a Herman Blume, papel con el cual dejó detrás, muy, muy detrás, su vida de cazafantasma y con el cual le demostró y le restregó a la crítica americana (y a la del mundo entero para esto) que él sí sabía actuar, que esa es su vocación y que es una chingonada en lo que hace. Demuestra qué tan multifacético puede ser y que se desarrolla tan bien en el drama como en la comedia, incluso mejor. Su actuación es perfecta y mantiene una muy buena dinámica con Jason Schwartzman, quien interpreta a Max Fischer, formando una especie de odd couple. Rushmore es la presentación de Schwartzman al cine. Puede ser un nombre no muy conocido, ya que se ha mantenido con pequeñas películas de arte o independientes, pero que en cada una de ellas es capaz de robar escena, como es el caso aquí. Tanto él como Murray, se han convertido en actores “fetiche” de Anderson, quien generalmente los invita a participar en sus películas, especialmente Murray quien ha aparecido en 5 de las 6 películas que el director guarda bajo su axila.

Las historias de Anderson son inconfundibles y siempre giran en torno a una misma carga temática, ya sea la familia, la amistad, la soledad, la redención, el cagarla y volverse a levantar, el perdón y el vivir la vida; trata cada uno de estos puntos con un laconismo que maravilla y extraña, que divierte y nos empuja a la contemplación. En este caso, un bien podría terminar odiando a Max por desear a la maestra Cross de una manera tan enfermiza, pero al final, uno se identifica con el sentimiento de soledad o confusión por el cual podría estar pasando. O también si tomamos al personaje de Blume, quien vive en un constante estado de depresión gracias a la bestialidad de hijos irrespetuosos que tiene o la esposa que parece odiarlo y ponerle el cuerno frente a su cara, y que de todos modos, logra encontrar todo lo que le faltaba en la amistad de Max o la mutua atracción entre la Srita. Cross y él. Cuando el personaje de Murray salta en escena, uno no sabe si reír o llorar ante la melancolía reflejada en su rostro.

Rushmore es una película que corre a un ritmo melódico, nada lento, nada torpe. El ojo de Anderson nos proporciona una poética visual rebosante de melancolía, con encuadres perfectos y ambientes musicales que hechizan; si bien se puede decir que Anderson es un director prodigioso, también se puede mencionar, o se debe de hacerlo, que él es un melómano hecho y derecho. Prueba de ello es la deleitable recopilación de canciones que va desde The Kinks, Cat Stevens y The Faces, hasta The Who y John Lennon, sin mencionar los temas de Mark Mothersbaugh que complementan a la perfección la narrativa de la película. En cada uno de los temas musicales, ya sean creación de Mothersbaugh o The Kinks, reflejan la extraña personalidad de cada personaje, con Max brillando por encima de todos. Es una maravilla poder explorar personajes o tramas a través de la música, John Lennon dice tanto con “Oh Yoko” en una escena como cualquier otra cosa. Así como “una imagen dice más de mil palabras”, a veces una canción puede decir más que una imagen… y en Rushmore abundan las imágenes, los detalles y las canciones. Con esta película, Wes Anderson se ha ganado uno de los peldaño más altos en mi lista de directores favoritos (y eso que ya estaba muy arriba).

viernes, 25 de junio de 2010

Insomnio y Perdidos en Tokio

Faltan 15 minutos para las 3 de la mañana, o como diría Bergman (ese es Ingmar), “la hora del lobo”. Pasé cerca de una hora cambiando obstinadamente los canales, pero ¿qué puede esperar uno de la tele abierta en la madrugada? En menos de una hora, intentaron venderme unos zapatos que, con tan sólo ponérmelos me hacen bajar de peso, una máquina que me ejercita todos (así es, todos) los músculos del cuerpo y un aparato que rebana o procesa cualquier tipo de alimento, con el cual puedo preparar comida para toda la familia Brady en menos de 10 minutos. Tuve que desistir de tan buena programación y mejor puse una película, una perfecta para la ocasión, hecha para los que como yo no pueden dormir… Perdidos en Tokio de Sofia Coppola, una de mis películas favoritas. Creo que la he visto unas, no sé, 100 veces. Para muchos, la segunda obra de la hija de Francis no es nada especial, incluso la encuentran aburrida, lenta y sin sentido alguno. Yo no. Yo la amo y la puedo ver y ver sin perderle interés. Tal vez sea porque los dos personajes principales sufren de insomnio como yo, por lo que puedo empatizar y simpatizar; o tal vez sea el aparente laconismo que se mantiene latente durante toda la película. Sea lo que sea, me gusta.

Charlotte y Bob son dos personas totalmente distintas, con vidas diferentes y de generaciones diferentes; después de conocerse, descubren que los une un vínculo de soledad y confusión, tanto de la vida como de la cultura en la que actualmente se encuentran. Charlotte, interpretada por la sobrevaluada Scarlett Johansson, es una mujer inteligente, casada y perdida en la vida, pues no sabe qué hacer con ella misma; la eterna indecisa. Bob, interpretado por Bill Murray, es un famoso actor atrapado en Tokio para filmar una serie de comerciales para un whiskey japonés. A pesar de la fama y la riqueza de la que goza, Bob parece estar infelizmente casado, tanto con una mujer que ha dejado de comprenderlo como con una carrera que parece ya no satisfacerle como antes. La historia es muy sencilla, tal vez demasiado sencilla, aunque con mucha profundidad; es la historia de dos almas gemelas, separadas por el tiempo y las circunstancias que logran encontrarse en el otro lado del mundo y que pronto deberán separarse de nuevo. Es una historia que permite, hasta motiva, la interpretación de uno, sobre todo durante el final, cuando Bob le susurra algo al oído a una Charlotte que se ha quebrado en llanto y asiente ante las palabras de Bob. ¿Qué le estará diciendo? El idealista, el soñador, pensará que lo que le dice es que ambos se volverán a ver cuando ella regrese de Tokio. El realista pensaría que él tan sólo se despide de ella y le aconseja vivir su vida. El estúpido no pensaría nada.

Perdidos en Tokio es una película que yo recomiendo para quienes no pueden dormir, pero asegúrense de tener cigarros disponibles porque les dará ganas de fumar y tal vez beber sake o whiskey, pero ya de tener una botella de sake, eso si no lo sé (Charlotte fuma mucho y Bob bebe mucho). A resumidas cuentas, esta una película agradable y que tan sólo por la actuación de Bill Murray vale la pena, pues se roba la película, no está de más decirlo. Gracias a prodigios como Jim Jarmusch y Wes Anderson, Murray ha logrado reivindicarse como uno de los mejores actores de su generación. Sus papeles dramáticos son tan buenos, incluso mejores, que aquellos que llegó a desempeñar en la comedia.

Ya son cerca de las 4 de la mañana, la película está por terminar y creo que ya no dormiré, pero les deseo dulces sueños a todos. Bon nuit.

domingo, 20 de junio de 2010

Domingo...

Primero que nada, un saludo a todos los Papás que en su día están "surfeando" la web y que casualmente cayeron en mi blog, qué honor. Segundo, espero ya pronto actualizar este ciber santuario con varias cosas, desde música hasta fútbol... así es, fútbol. Incluso a mi me pegó la euforia del balón-pie.

Por lo pronto, un saludo.

jueves, 3 de junio de 2010

Nomás por escribir...

Son las nueve de la noche, me duele la cabeza, el ambiente sofoca la totalidad de los poros del cuerpo y no puedo siquiera disfrutar de un maldito cigarro sin sentir cómo los pulmones claman por oxígeno. Creo que dejaré el cigarro… algún día. Por lo pronto, aguantaré las ganas de jugar con el humo. Me preparé una taza de café hace algo más de 30 minutos, pero creo que el habérmelo tomado tan sólo propició que el dolor de cabeza incrementara y para sumarle a todo ello, que los ojos se sintieran hinchados, pesados y resecos, justo hoy, cuando deseaba dormir tarde y leer. Leer y escribir. Escribir y escuchar música. Insomnio inducido, insomnio deseado, insomnio sin culpa ni consecuencias. En fin, ganas unas, pierdes otras.

Sin suceso interesante qué comentar, este día lo he dedicado a terminar un libro que hace ya casi dos años adquirí en un Sanborns, y no, aún no lo termino, pero ya estoy cerca, muy cerca. Tan sólo he tomado un pequeño receso de la lectura para agarrar aire, estirar los dedos, descansar los ojos sin recurrir al sueño, pero divago. El delicioso libro que estoy por terminar es Crónica del pájaro que da cuerda al mundo del escritor japonés Haruki Murakami. Un libro imponente a primera vista, y a segunda, y a tercera, pero muy bueno. El autor recurre a un lenguaje muy sencillo y fluido. No podría encasillarlo dentro de algún género en específico, algo tiene de romance, algo de intriga, erotismo, historia, drama, tal vez pueda tener tintes de metafísico, aunque estoy casi segura de que ese no es el término exacto para definirlo; no sé. Este libro parece tenerlo todo y uno se da cuenta de ello cuando toma el enorme volumen entre las manos (el lomo es del tamaño de la palma de la mano, si se midiese con una palma de tamaño promedio). El libro lo comencé en diciembre del 2008 y la razón por la que lo voy terminando hasta ahora es porque muchas otras cosas se me han atravesado enfrente, como Poniatowska, Diderot, Molière, Payno, Quevedo, Hitchcock, Bradbury, Orwell, K. Dick, y muchas otras cosas más. Me distraigo con facilidad. Sin embargo, cuando regreso a la lectura, es fácil recordar todo lo que ha sucedido y lo que ha conducido al señor Okada a donde está. Y bueno, estoy a escasas 90-y-tantas páginas para terminar, así que si este dolor de cabeza da tregua, esta noche estaré terminando un libro más, para romper con esa estadística que dice que el mexicano lee en promedio un libro y medio al año… ¿o son dos? Los que sean, yo no seré parte de esa estadística y lo digo con muchísimo orgullo.

El siguiente libro que lea será nuevamente una novela de Murakami, Tokyo Blues (Norwegian Wood), novela, que por cierto, ya la han convertido en película, la cual saldrá a la luz a finales de este año o inicios del siguiente y que será musicalizada por el mismísimo Johny Greenwood, guitarrista de la superbanda Radiohead y compositor de la muy aclamada There Will Be Blood de Paul Thomas Anderson… divago. No sé si lo han leído, estoy pensando que, en caso de que no lo hayan leído, lo puedan conseguir por ahí, lo lean y me digan qué pensaron de la novela; nunca lo he intentado, pero sería interesante ver qué pasa y ver a cuántos les interesa. Probablemente lo inicie mañana y me fijaré la meta de terminarlo en dos semanas, tal vez una, creo que es una novela corta, al menos muchísimo más corta que la que actualmente estoy terminando. Pero bueno, ya les platicaré ambas.

Por lo pronto, una hora más tarde doy por concluida esta entrada, sin cambio alguno en cuanto a dolores de cabeza, al menos los ojos ya no pesan. Me despido con “These Days” de Nico: “I’ve been out walking, I don’t do too much talking these days. These days I seem to think a lot about the things that I forgot to do, and other times I had the chance to. I stop my rambling, I don’t do too much gambling these days. These days I seem to think about how other changes came about my ways, and I wonder if I ever see another highway”.

miércoles, 2 de junio de 2010

Una canción sobre momias, arqueólogas y amor a primera vista.

So Runs the World Away es el nuevo álbum del cantautor (o canta-autor) Josh Ritter y a penas lo voy escuchando; la primera canción, que no es canción es un intro, dura 56 segundos y como que pinta ligeramente el ambiente de lo que será el disco en su totalidad. Les puedo decir, en esto de las primeras impresiones, que parece estar muy dramático, lo cual me tiene emocionada. Por lo pronto, quiero mostrarles el video del primer sencillo "The Curse", el cual es ridículo, enternecedor, bello y triste, al igual que la canción.


jueves, 27 de mayo de 2010

Humedad, unicornios y Vangelis

Son las 10 con 10, está oscuro y huele a lluvia. Me he tomado un pequeño receso de la tarea para ponerme un suéter, pues aquí, en donde pega de frente el aire acondicionado, hace frío. Quizá deba apagarlo, aunque entonces me vería inmersa en el peor de los bochornos… la humedad del ambiente se filtra por las ventanas y las paredes, haciendo de este pequeño espacio algo insoportable. Pero como he dicho, está oscuro, huele a lluvia y para humedecer aún más el ambiente, escucho con todo el volumen que mi computadora puede producir, los mágicos sonidos creados por Vangelis. La banda sonora de Blade Runner me ayuda a sumergirme dentro de un mundo tan poéticamente bizarro, colorido, y curiosamente, opaco a la vez. Me dan ganas de fumar mientras imagino unicornios corriendo por un bosque y monstruosas pirámides entre columnas de fuego y lluvia. Esa música que viene de ninguna parte me tiene en un estado de completa hipnosis, cual consola de estímulo cerebral artificial de Penfield; verdaderamente son sirenas que llaman, no a la muerte, sino a todo lo contrario. Nunca me había sentado a escuchar la banda sonora de principio a fin, y es que, a pesar de esa plasticidad casi palpable de las notas, cada track respira vida. Supongo que debo dejar de lado semejantes cosas para no ser tachada de rarilla. Mejor regreso a lo que debería de estar haciendo en vez de esto… la tarea. ¿Ya ven? No me inciten a hablar de ciertos temas, me emociono y luego no hay quien me pare.

domingo, 23 de mayo de 2010

Hoy, el final.

Hoy terminan seis años de obsesión, de preguntas, de angustia, de suspenso... del mejor show que la televisión ha ofrecido desde hace años. A partir de hoy, millones y millones y millones de fans deberán ir buscando algo qué hacer con sus vidas, y yo comenzaré a ahorrar para comprar las 6 temporadas.


Que tengan una feliz despedida de la isla en la que hemos estado varados desde hace seis años.