domingo, 8 de marzo de 2009

Pérdida de identidad.

No diré mucho sobre el tema, sólo un poco.
Últimamente me he dado cuenta del grandísimo cambio que se ha producido -hablando de una servidora, constante pensadora-, no hay que llamarle pérdida de identidad, al menos no para mí, pero sí para las diferentes relaciones que en la vida había creado; al menos en las tantas y cuantas que surgieron durante los últimos años. Me lamento tanto este suceso, me duele hasta los huesos.
Después de una profunda reflexión caí en cuenta de que esto es posible, las relaciones que uno crea a lo largo de la vida pueden y, desde que se forman, corren el peligro de perder su identidad. Esas relaciones interpersonales que se logran con otro ser humano, eso que nos conecta: las cosas en común, las diferencias, las pláticas, experiencias, los recuerdos, buenos o malos, etc., todo ello va perdiendo su identidad, su razón de ser. Todo ello que lo mantenía unido fuertemente, con celo y orgullo y amor y alegría, todo cae en una pendiente, una constante degradación, hasta que aquello que conformaba una identidad, se ve perdida.
Mi pregunta es, ¿cómo recuperarlo? Cuando se pierde la identidad, ¿cómo regresar a ella?
¿Se puede regresar a ella?

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