Bebo cerveza. Tengo calor. Y porque tengo calor, bebo cerveza. La acabo de sacar del congelador. La he sacado justo en ese punto en el que la botella comienza a escarcharse. Está tan fría, tan deliciosa, tan sabrosa, y suda, moja mis dedos, mi mano cuando la agarro para darle un sorbo, ha humedecido los posavasos, suda como yo. No quiero que se acabe. Al menos que dure el The Complete Birth Of The Cool de Miles Davis... Momentos como este me hacen desear, más que de costumbre, tener un jardín. Aquí adentro de la casa, entre tantos muros blancos -el blanco me deprime, odio el blanco-, entre el calor acumulado durante el día que encierran estos tediosos muros blancos, entro en un choque de ambiente con la música y lo que saboreo lentamente en mi boca. Sigo el compás de la pila con un cigarro que sostengo en la mano, cuando no escribo, obviamente; me doy el lujo de escuchar a todo volumen con los audífonos puestos. Quizá me salga a mi plancha de cemento a ver cómo no llueve para poder fumarme este cigarro que me pide a gritos que también lo saboree. Pero esta cerveza se me termina y ahora el sudor de la botella se han convertido en lágrimas, pues se acaba. Se acaba y mejor escucho Kind Of Blue y "All Blues" me lleva a una ciudad muy lejos de aquí en donde sí llueve; llueve y la gente sale a las calles, llena los bares, los restaurantes, los cafés, y ahí dentro de ellos, todos fuman, y beben, y ríen, y escuchan a Miles Davis también. Ah, quien se queje de los momentos de ocio y los ociosos... mejor que beban, que fumen, que rían y que escuchen a Miles Davis para ser feliz.
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