La realidad existe en la mente humana y en ninguna otra parte. No está en la mente individual, falible y perecedera, sólo está en la mente del Partido, que es colectiva e inmortal. Lo que el Partido declara como verdad es la verdad. Es imposible ver la realidad excepto a través de los ojos del Partido. Esa es la enseñanza que tienes que volver a aprender, Winston. Requiere de un acto de autodestrucción y un esfuerzo de voluntad. Debes humillarte antes de recobrar la razón.
O'Brien se detuvo como para permitir que Winston asimilara sus palabras.
-¿Recuerdas -continuó- haber escrito estas palabras en tu diario: "la libertad consiste en poder afirmar que dos y dos son cuatro"?
-Sí -contestó Winston.
O'Brien levantó su mano izquierda, con el dorso hacia Winston, el pulgar oculto en la palma, y cuatro dedos extendidos.
-¿Cuántos dedos ves, Winston?
-Cuatro.
-¿Y si el Partido dijera que son cinco y no cuatro? ¿Cuántos verías?
-Cuatro.
La palabra terminó con un jadeo de dolor. La aguja de la carátula marcaba cincuenta y cinco. El sudor brotaba de todo el cuerpo de Winston. El aire desgarraba sus pulmones y lo exhalaba con intensos quejidos que ni siquiera apretando los dientes podía reprimir. O'Brien lo miraba, mientras le mostraba los dedos extendidos. Jaló la palanca del aparato y apenas si disminuyó el dolor.
[...]
-¿Cuántos dedos, Winston?
-¡Cinco, cinco, cinco!
-No, Winston, así no sirve. Estás mintiendo. Todavía piensas que son cuatro. ¿Cuántos dedos, por favor?
-¡Cuatro! ¡Cinco! ¡Cuatro! Los que quieras. Pero basta, ¡basta de hacerme sufrir!
[...]
-Te cuesta trabajo aprender, Winston -dijo O'Brien con amabilidad.
-¿Cómo puedo evitarlo? -lloriqueó Winston-. ¿Cómo puedo negar lo que está enfrente de mis ojos? Dos y dos son cuatro.
-No siempre, Winston. A veces, son cinco. A veces, son tres. En otras ocasiones, son tres y cinco a la vez. Tienes que hacer un esfuerzo. No es fácil recobrar la cordura.
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