Agosto, querido mío, agonizas ya; si te veo con cada día que decides apagar la luz más temprano y prenderla más tarde, razón por la cual digo "gracias". Eso de tener la luz prendida tanto tiempo, pues está bien, pero ya te pasaste con la emoción. Mientras te aflojeras y comienzas con tu vale-madrismo porque ya te pisan los talones los entierros del verano, haces que caiga en cuenta de que no te he aprovechado y he puesto mis neuronas a invernar antes de tiempo. He descuidado cosas. He dejado de asear allá arriba y se me juntaron las telarañas, y de polvo, ¿para qué te cuento? Con todo y que soy alérgica al odioso polvo, jamás enamorado, ahí permanece estancado, sin ventilación por donde pueda volver a salir y ahora siento tristeza de ello. Me gana el bloqueo, el tráfico mental y tanto ruido en el mundo que a veces no me deja escuchar mi pensar. Y ahora que regreso al estudio, resulta que me ha faltado aceite en los engranajes también y sufrí un leve caso de brutus-lapsus y viceversa. Suerte que nunca he confiado en mi memoria y la buena agilidad de mi intelecto, por lo que nunca de los jamases he tirado un cuaderno (así es, querido universo, yo no me ando con tablets, yo le hago a la vintage, pluma y cuaderno), es sólo cuestión de que ahora desempolve aquello del cuarto que permanece bodega desde hace tres años, otro lugar más que debo desempolvar, por bien de la humanidad que vive en esta humilde casa de desesperantes muros blancos. Así pues, he perdido tus días de juventud y ahora seniles con tantos libros comenzados, palabras entredichas, páginas semi-escritas y sueños inacabados; se acabó. Nunca más. Y es que, seamos honestos, el calor jamás inspiró más que sudor a esta pobre somnolienta cabeza. Por ello, y en tu honor, terminaré mis qué-haceres erudísticos en prontedad para dejar de escribir estupideces y palabras inexistentes. A tu salud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario