Escribo, escribo, escribo, escribo, escribo, escribo...
y, ¿qué digo?
Nada, nada, nada, nada, nada, nada...
y pienso, pienso, pienso, pienso, pienso, pienso...
en puras pendejadas.
Mi única esperanza es que si tantas pendejadas existen, rigen, gobiernan, rifan y controlan en el mundo, las mías no pueden estar tan alejadas de la realidad y de la ficción. Porque la realidad es ficción y la ficción realidad... es el mundo sin límites.
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