martes, 7 de abril de 2009

Pierrot Le Fou


Van tres veces que veo esta película y no me canso; cada vez que la veo le encuentro más y más cosas. Por ejemplo, ahora entiendo de dónde viene Michel Gondry con su excéntrico estilo de hacer películas, su predecesor, Jean-Luc Godard, fue quien le enseñó a jugar con la cámara, a llenar una película de personalidad, de color, de personajes caricaturescos y, sencillamente, raros. Para esto, debo aclara que mi director favorito es Michel Gondry, así que, el ver la obra de Godard me ha emcionado hasta la última punta del cabello y que, gracias a Godard, he comenzado a sumergirme a toda esta cultura o subcultura, mejor dicho, que nació de la Nouvelle Vague o la nueva ola francesa -mi segundo director en lista es Truffaut de quien ya vi Los 400 golpes y voy por más, pero eso es para otro día-.

Para todos aquellos increíblemente suertudos que logren tener entre sus manos la película distribuida por la Criterion, se darán un vuelo con el disco de extras que contiene, el cual no he tenido oportundad de ver, pero créanme, es el siguiente punto en mi lista de que haceres y por lo que he escuchado, son muy buenos extras. Mais, quién quiere un blog sobre extras, por más interesante que sea, la película, en este caso, es lo importante.

Jean-Paul Belmondo y Anna Karina protagonizan esta bizarra película sobre relaciones amorosas y problemas existenciales; mientras uno busca la serenidad de los poemas inspirado por escenarios impresionistas, la otra busca la aventura, la espontaneidad, el peligro, el constante movimiento, razón por la cual, son raras las escenas en la que Marianne (Karina) está completamente inmóvil: si no la encuentran caminando, está brincoteando por todos lados, bailando por aquí, cantando por allá, disparando rifles, encajando tijeras, en fin. Una gran sincronización de movimientos coordinados y antitéticos en relación con Ferdinand (Belmondo) o Pierrot -apodado así por Marianne para el gran desagrado de Ferdinand-, quien sólo busca la quietud del momento y la poesía que de él emana -para el gran desagrado de Marianne-.

Pero... hay un pero. Sería increíblemente erróneo irse con la idea que es la típica historia de amor, porque de ello no hay nada, c'est trés faux! Ferdinand es un hombre casado, con hijos y un hombre completamente desentendido de su familia. Al re-encontrarse con Marianne, su ex-amante, Ferdinand abandona su vida y se va con ella, convirtiéndose en un cómplice ingenuo y, hasta cierto punto obligado de Marianne quien, en ese momento ha matado a un hombre y le ha robado el carro y el dinero, el cual pertenecía a gangsters algerianos, los cuales ahora se darán a la tarea de perseguir a Ferdinand y Marianne.

Siguiendo el buen ambiente de despreocupación y libertad de la cual tanto hablan misseur Pierrot y Marianne, la relación de ambos se desarrollará -y desintegrará- pues entre paisajes bucólicos, entre música y poesía, entre la narración de los mismos personajes como si la película en sí fuese una novela. Y esto es algo que hay que advertir, Godard se caracterizó por romper esa barrera entre película-audiencia y crea una conversación entre actor-audencia cuando, en una escena mientras Ferdinand y Marianne van en el carro recorriendo el paisaje, comienzan a platicar entre ellos y en un punto, Ferdinand gira la cabeza, se dirige a la cámara y comienza a realizar preguntas y observaciones sobre Marianne, a lo que Marianne, al voltear hacia la cámara pregunta "¿con quién hablas?". "Con la audiencia" contesta Ferdinand. "¡Ah!" responde Marianne comprensivamente y la trama continúa. Bueno, tal vez sea confuso, pero es una de esas cosas que se tienen que ver.

Pronto su sencilla relación amorosa, juguetona y aventurera se vendrá abajo, el pobre Pierrot o Ferdinand, tarde se dará cuenta que ha sido manipulado y llevado al borde de la locura y la confusión; la traición de Marianne lo llevará a su muerte... y sólo agregaré: ¡vaya manera de morir! No ocultaré el hecho de que el final me hizo reír terriblemente y le valió un gran aplauso de mi parte al señor Godard, uno que se suma a todos aquellos que ha recibido a través de los años y de sus obras.

Confieso que, la primera vez que la ví, me perdí un poco en la trama y en la narración; les advierto que no es la típica narración cinematográfica a la cual Hollywood nos tiene tan acostumbrados y el hecho de que esté en francés complica un poco más la situación, pero una vez que la trama se va desenvolviendo, todo termina bien -al menos para nosotros-. Pierrot Le Fou, tomado como Pierrot el loco, es una increíble historia de humor negro, de problemas de identidad, de poesía, de música, de colores estridentes; es una película en la cual todo y todos son personajes importantes y significativos. Una película saturada de detalles estúpidos, hasta cierto punto, pero magistralmente adaptados a una narrativa que juega con todo lo que encuentre a su alcance y que llega a ser en momentos totalmente incoherente, sin importar ser ridículo -y que por supuesto, no llega a esto-.

Esta es una película para ver con una gota de alcohol, unos cigarrillos, lights off y el volumen muy alto. Disfruten la función, disfruten el viaje.

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