martes, 16 de octubre de 2012

"Suprise party"




The turntable hacked up a melancholy blues
The air was heavy with dust and odors
Several zazous danced while holding to their hearts 
Short girls with spasmodic behinds 

In a closet, an amateur obstetrics couple
Delivered themselves to games full of art and naivete
Another in a corner attempted with ardor
Tonsil-coupling, to music. 

Hands encountered one another under too-short skirts
Drunk, two lovebirds-(what if I said: two dodos?)
Looked everywhere for a bed; they were all full... 

Let this happy youth screw itself
Why eradicate from them this impure manure
If their hope restricts itself to rubbing membranes?


Boris Vian

lunes, 15 de octubre de 2012

Mis mañanas descritas por Boris Vian


"Claude Léon oyó a babor el trompeteo del despertador y se despertó para escucharlo con mayor atención. Una vez hecho, volvió a dormirse maquinalmente y, sin intención alguna, reabrió los ojos cinco minutos después. Miró la esfera fosforescente, comprobó que era la hora y rechazó la manta; afectuosa, al instante la manta trepó a lo largo de sus piernas y lo envolvió. Estaba oscuro y todavía no se distinguía el triángulo luminoso de la ventana. Claude acarició la manta, que dejó de moverse y consintió en permitir que se levantase. Se sentó, pues, en el borde de la cama, extendió el brazo izquierdo para encender la lámpara de la cabecera, se percató, una vez más de que la lámpara se encontraba a su derecha, extendió el brazo derecho y se golpeó, como todas las mañanas, contra la madera de la cama.

-Acabaré serrándola -murmuró entre dientes.

Los cuales se separaron de improviso y la voz de Claude resonó bruscamente en el aposento.

'¡Vaya, hombre! -pensó-. Voy a despertar a toda la casa.'

Pero, aguzando el oído, percibió la cadencia uniforme, la suave y pausada respiración de los suelos y de las paredes, y se tranquilizó. Las líneas grises del día se comenzaban a entrever alrededor de las cortinas. Fuera, había la opaca claridad de una mañana invernal. Claude Léon exhaló un suspiro y sus pies buscaron las pantuflas sobre la alfombrilla. Se puso de pie con esfuerzo. El sueño se resistía a escapar de sus poros dilatados, produciendo un blando ruidito, como un ratón que sueña. Desde la puerta y antes de darle al interruptor, se volvió hacia el armario. La víspera había apagado la luz bruscamente, en el instante exacto en que hacía una mueca ante el espejo, y ahora quería volverla a ver, antes de ir a la oficina. Encendió de golpe. Su rostro de la noche anterior estaba aún allí. Rió estentóreamente al contemplarlo; después, el rostro se esfumó a la luz de la bombilla y el espejo reflejó al Claude del nuevo día, a quien Claude volvió la espalda para irse a afeitar. Siempre se apresuraba para llegar a la oficina antes que su jefe."


El otoño en Pekín, Boris Vian
Tusquets Editores México, pp. 29, 30.

sábado, 13 de octubre de 2012

No me hagan caso...

Escribo, escribo, escribo, escribo, escribo, escribo...
y, ¿qué digo?

Nada, nada, nada, nada, nada, nada...

y pienso, pienso, pienso, pienso, pienso, pienso...
en puras pendejadas.


Mi única esperanza es que si tantas pendejadas existen, rigen, gobiernan, rifan y controlan en el mundo, las mías no pueden estar tan alejadas de la realidad y de la ficción. Porque la realidad es ficción y la ficción realidad... es el mundo sin límites.