Me he fijado que, debido a mi ya acrecentada pancita debido al embarazo, la gente se me queda viendo de una manera muy peculiar. No son miradas de ternura, de “mira qué bella mommy-to-be”, ni miradas de congratulación, sino miradas prejuiciosas, chismosas, curiosas. Son miradas de incredulidad y desaprobación (la mayoría de ellas). Para lo que me importa; no podría importarme menos, realmente desecho las miradas y lo único que en mi provocan es risa. Risa porque está claro que la gente no puede dejar de proyectar sus propios traumas hacia los demás, porque está claro que pensemos cuanto queramos sobre cómo esta sociedad ha avanzado hacia una equidad en los sexos, sigue siendo una sociedad misógina (y hago notar que NO soy feminista, de hecho, tanto el machismo como el feminismo me cae mal, mal, muy mal… los excesos jamás han traído nada bueno), lamentablemente. Platicando sobre mis teorías a mi esposo, él llega a la conclusión de que, la razón por la cual recibo tan peculiares miradas de la ajenidad es porque parezco una adolescente de 16/17 años (genes, mis padres son traga-años… gracias Papá y Mamá) y es que mi esposo también parece un muchachillo mocoso (la greña larga y los converse ayudan mucho en eso); así que henos ahí, una pareja de adolescentes que ha caído a la tentación de tentaciones, probando, según ellos, el dulce fruto que sólo está reservado para los verdaderos cónyuges. ¡Oh, gente de mente cerrada! Algún día llegaremos a la madurez mental en donde todos aprenderemos a ver más allá de nosotros mismos, más allá de nuestras envidias y psico-traumas. Mientras tanto, seguiré divirtiéndome al recolectar dichas miradas, pues en verdad, a quién no le gusta tener un público.
1 comentario:
Jaja, ya sé... me hace sentir como toda un rockstar! :) Gracias! Saludos Beto!!!
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