Como ya se han enterado, porque pues no fue una noticia que se haya mantenida secreta, The King of Limbs de Radiohead, salió a la luz hace unos pocos días, no tiene ni dos semanas. Sigue siendo una novedad, aunque el tema haya ido decreciendo desde entonces. Para mí fue una muy grata sorpresa… o qué digo grata… esa palabra ni me gusta; me volví loca cuando me enteré apenas unos días antes del lanzamiento que Radiohead nos regalaría un álbum más. Y lo que me sorprendió más que nada fue el hecho de que nadie, nadie en el planeta entero, excepto ellos, sabían de este lanzamiento. Todo se reducía a un puñado de vagos rumores por medio de fans o críticos que realmente extrañaban el sabor a Radiohead entre sus columnas. Otra sorpresa más fue el recibir un día antes de lo marcado, el disco, así que ya para el atardecer del viernes, el mundo entero se devoró los 8 tracks del King of Limbs. Incluso muchas revistas en línea y críticos en general, dieron su desglose canción por canción. Pero esas ya son palabrerías de más. Mejor hablemos del disco en sí.
Debo confesar que después de la belleza de obra que fue In Rainbows, mis expectativas con respecto al nuevo álbum eran muy grandes. Traté de evitar soñar en grande, pero esta es una de esas bandas con las cuales uno no se puede dar el lujo de perder la fe, o ponerla en duda. Si algo han logrado los Cabeza-de-Radio siempre, es sacar un buen disco tras otro, y he aquí que 8 discos después, no han perdido el toque. Eso sí, debo admitir que para mí, King of Limbs no sobrepasó In Rainbows, aunque a esta declaración le sigan bastantes espumarajos de boca por parte de algunos o de muchos que se han deshecho por el nuevo disco. Sin embargo, es tan sólo mi opinión. Para las dos de la tarde, ya le había dado tres vueltas al King of Limbs; al final de la tercera vuelta, sentí que esa sensación que me producía era un regresar a… por lo que me vi obligada por fuerzas mayores a mí (que, ¿cuáles fuerzas? sepa la fregada) a escuchar Kid-A y posteriormente Amnesiac. Entonces, y sólo entonces fue cuando supe hacia dónde me había trasladado ese sonido.
Principia el disco con ese fade-in del piano a manera de iniciación a un rito colectivo y los sonidos electrónicos, ya tan bien dominados por la banda desde hace más de una década, nos introducen al lugar común, así que ya para cuando escuchamos la voz de Yorke sabemos que hemos llegado a casa. El ritmo se mantiene dinámico durante todo el disco, a pesar de variar el ambiente y el humor a través de éste, con sonidos envolventes e hipnotizantes. Mientras escribo esto vuelvo a escuchar el disco, con los audífonos puestos y el volumen alto… es hipnotizante. No hay manera de escucharlo y no perderse en los escenarios que la música pinta: profundos, aterciopelados, policromáticos, melancólicos y conflictivos; aunque parezcan interpretaciones oscuras y los sentidos un tanto herméticos, como yo que batallo mucho para entenderle a la letra de buenas a primeras, no siempre es así. Pero a quién le importa hablar de significados con una primera vez que se escucha la obra en cuestión (esta u otra, la que sea). La música y su sentido evolucionan a la par que nosotros lo hacemos, por lo que podríamos hablar de un atemporalidad; es música que no envejece ni se vuelve obsoleta. Lo que hoy sienta con King of Limbs sé que será diferente cuando dentro de 10 años más lo vuelva a escuchar y a experimentar. Es por eso que cuando terminé de escucharlo la tercera vez aquel viernes, regresé a Kid-A y respiré ese aire de nostalgia y recuerdo, en donde la música me llevó hacía la primera vez que lo escuché y lo que sentí en ese entonces. Una de las cosas en las cuales reposa la belleza y la importancia de una banda como Radiohead, según yo, es esa nostalgia e inmortalidad con las que carga su música y su obra entera.
The King of Limbs es, para mí, un muy buen álbum, no lo puedo negar y creo que muchos piensan de la misma manera; aunque no sobrepasó la perfección del histórico y revolucionario In Rainbows, a mi manera de ver las cosas. Se deshicieron un tanto de la grandiosidad que aquel había armado y se regresó un tanto más al sonido electrónico y synth-based del pequeñísimo e insignificante álbum del 2000 que fue Kid-A. No es masticar fórmulas viejas y vomitar algo nuevo, es simplemente un regresar a… Sí, así lo describiría yo. King of Limbs es un regresar a… una mirada hacia atrás mientras se sigue caminando hacia adelante.
Debo confesar que después de la belleza de obra que fue In Rainbows, mis expectativas con respecto al nuevo álbum eran muy grandes. Traté de evitar soñar en grande, pero esta es una de esas bandas con las cuales uno no se puede dar el lujo de perder la fe, o ponerla en duda. Si algo han logrado los Cabeza-de-Radio siempre, es sacar un buen disco tras otro, y he aquí que 8 discos después, no han perdido el toque. Eso sí, debo admitir que para mí, King of Limbs no sobrepasó In Rainbows, aunque a esta declaración le sigan bastantes espumarajos de boca por parte de algunos o de muchos que se han deshecho por el nuevo disco. Sin embargo, es tan sólo mi opinión. Para las dos de la tarde, ya le había dado tres vueltas al King of Limbs; al final de la tercera vuelta, sentí que esa sensación que me producía era un regresar a… por lo que me vi obligada por fuerzas mayores a mí (que, ¿cuáles fuerzas? sepa la fregada) a escuchar Kid-A y posteriormente Amnesiac. Entonces, y sólo entonces fue cuando supe hacia dónde me había trasladado ese sonido.
Principia el disco con ese fade-in del piano a manera de iniciación a un rito colectivo y los sonidos electrónicos, ya tan bien dominados por la banda desde hace más de una década, nos introducen al lugar común, así que ya para cuando escuchamos la voz de Yorke sabemos que hemos llegado a casa. El ritmo se mantiene dinámico durante todo el disco, a pesar de variar el ambiente y el humor a través de éste, con sonidos envolventes e hipnotizantes. Mientras escribo esto vuelvo a escuchar el disco, con los audífonos puestos y el volumen alto… es hipnotizante. No hay manera de escucharlo y no perderse en los escenarios que la música pinta: profundos, aterciopelados, policromáticos, melancólicos y conflictivos; aunque parezcan interpretaciones oscuras y los sentidos un tanto herméticos, como yo que batallo mucho para entenderle a la letra de buenas a primeras, no siempre es así. Pero a quién le importa hablar de significados con una primera vez que se escucha la obra en cuestión (esta u otra, la que sea). La música y su sentido evolucionan a la par que nosotros lo hacemos, por lo que podríamos hablar de un atemporalidad; es música que no envejece ni se vuelve obsoleta. Lo que hoy sienta con King of Limbs sé que será diferente cuando dentro de 10 años más lo vuelva a escuchar y a experimentar. Es por eso que cuando terminé de escucharlo la tercera vez aquel viernes, regresé a Kid-A y respiré ese aire de nostalgia y recuerdo, en donde la música me llevó hacía la primera vez que lo escuché y lo que sentí en ese entonces. Una de las cosas en las cuales reposa la belleza y la importancia de una banda como Radiohead, según yo, es esa nostalgia e inmortalidad con las que carga su música y su obra entera.
The King of Limbs es, para mí, un muy buen álbum, no lo puedo negar y creo que muchos piensan de la misma manera; aunque no sobrepasó la perfección del histórico y revolucionario In Rainbows, a mi manera de ver las cosas. Se deshicieron un tanto de la grandiosidad que aquel había armado y se regresó un tanto más al sonido electrónico y synth-based del pequeñísimo e insignificante álbum del 2000 que fue Kid-A. No es masticar fórmulas viejas y vomitar algo nuevo, es simplemente un regresar a… Sí, así lo describiría yo. King of Limbs es un regresar a… una mirada hacia atrás mientras se sigue caminando hacia adelante.