¿Recuerdan “Young Folks”? Esa pegajosa y difícil de olvidar melodía que todo el mundo chiflaba en sus momentos de autismo (bueno, yo chiflaba en mis momentos de autismo); esa tonadita que por todos lados nos perseguía, incluso nos buscaba. Bueno pues los autores de semejante fenómeno regresaron con Gimme Some. Con Writer’s Block, este trío sueco logró juntar una cantidad de seguidores abrumadora, muchos de los cuales, sin lugar a dudas, desaparecieron con Living Thing, un disco muy difícil de escuchar de principio a fin; nada polifacético como el anterior, aunque a mí me agradó bastante el ambiente denso con el cual cargaba. Y si recorremos la línea histórica un poco más hacia atrás, esa misma dificultad está en Seaside Rock… un álbum que me recuerda a las películas de Bergman, ya que hay varios tracks en los cuales se escuchan conversaciones en sueco, acompañados con algunos acordes musicales, mismos que fungen más como complemento de la conversación que como piezas por sí solas. En fin. Para el gran alivio de muchos que se quedaron con esas ganas de música pop-pegajosa, rítmica, liviana, deglutida, nada desafiante, el trío apareció este año con la secuela del Writer’s Block. Y curiosamente, no me llena el oído. No en su totalidad.
Hay discos que funcionan en su totalidad, en las que es imposible adelantarle o cliquear el random y pasar el tiempo escuchando de todo. Sin embargo, éste no es el caso. Gimme Some funciona mejor segmentado, mezclado con cualquier cosa que se encuentre en la lista de música, algo que me duele admitir. ‘Tomorrow Has to Wait’ no fue una buena opción para abrir la obra, aunque el título se me hizo adecuado, el mañana tendrá que esperar… a que encuentre ese gancho que me diga “tienes que escucharlo”. En ‘Dig a Little Deeper’ las guitarras reminiscentes al surf, aunque sean ecos inspirados en dicho género, crean un ligero gancho de interés, mismo que no encontré por ningún lado en la primera canción, el rasgueo se queda atascado en la cabeza, como esas melodías que sólo necesitan de un momento de contacto con nuestro sentido auditivo para permanecer molestamente repitiéndose una y otra y otra y otra y otra vez…. o qué, ¿no recuerdan “It’s a Small World After All” o la interminable línea de elefantes que gustaban de columpiarse?. El tercer track, ‘Second Chance’, promete un poco más, recurriendo al pop de ritmos pegajosos que tan bien dominaron en Writer’s Block, incluso acercándose peligrosamente a emular esos sonidos dejados en un pasado no muy lejano. ‘Eyes’, me recuerda, o mejor dicho, me suena mucho a ‘Close To Me’ de The Cure; que ésta sea referencia directa, la verdad no lo sé, pero la similitud ahí está en el ritmo de la batería, en las palmas chocando. Para la mitad del álbum, me topé con ‘Breaker Breaker’, canción introducida por una sumatoria de instrumentos con el volumen alto, batería, bajo y guitarra; una fórmula sin lugar a dudas muy sencilla que nunca falla, lo bueno y lo malo de ella es que dura menos de 2 minutos. Y siguiendo con la línea de canciones de duración menor a los 2 minutos, ‘Black Book’ repite la sencilla fórmula de los básicos (guitarra, bajo y batería), con una austeridad encontrada en bandas como Joy Division, y que Ian Curtis me disculpe por la analogía, o más adelante, en los Libertines, aunque jamás lleguen al caos, la locura y la destrucción de la música post-punkera de Pete Doherty y compañía. Y ya de ahí pa’l real, pues el disco cae cual piedra por el barranco, quizá sólo para cerrar de manera decente con ‘I Know You Don’t Love Me’, en una atmósfera cavernosa con reverberación vocal, tanto solista como coral, acompañados y complementados por discretos riffs encantadores y esporádicas presentaciones de un lejano sinte.
En resumen, no terminó por convencerme, aunque salvaría un par o un trío de canciones que mezcladas con otra cosa ganarían peso. Y que por qué perdí tiempo escribiendo sobre esto si no fue de mi agrado, pues no sé… tengo la ligera esperanza de que las melodías crezcan en mí, así como pasa con todo, siempre y cuando le demos la oportunidad en un día y tiempo en donde la paciencia para con la música, el cine y la literatura es algo de mucho pedir. Sólo uno podrá decir.
Hay discos que funcionan en su totalidad, en las que es imposible adelantarle o cliquear el random y pasar el tiempo escuchando de todo. Sin embargo, éste no es el caso. Gimme Some funciona mejor segmentado, mezclado con cualquier cosa que se encuentre en la lista de música, algo que me duele admitir. ‘Tomorrow Has to Wait’ no fue una buena opción para abrir la obra, aunque el título se me hizo adecuado, el mañana tendrá que esperar… a que encuentre ese gancho que me diga “tienes que escucharlo”. En ‘Dig a Little Deeper’ las guitarras reminiscentes al surf, aunque sean ecos inspirados en dicho género, crean un ligero gancho de interés, mismo que no encontré por ningún lado en la primera canción, el rasgueo se queda atascado en la cabeza, como esas melodías que sólo necesitan de un momento de contacto con nuestro sentido auditivo para permanecer molestamente repitiéndose una y otra y otra y otra y otra vez…. o qué, ¿no recuerdan “It’s a Small World After All” o la interminable línea de elefantes que gustaban de columpiarse?. El tercer track, ‘Second Chance’, promete un poco más, recurriendo al pop de ritmos pegajosos que tan bien dominaron en Writer’s Block, incluso acercándose peligrosamente a emular esos sonidos dejados en un pasado no muy lejano. ‘Eyes’, me recuerda, o mejor dicho, me suena mucho a ‘Close To Me’ de The Cure; que ésta sea referencia directa, la verdad no lo sé, pero la similitud ahí está en el ritmo de la batería, en las palmas chocando. Para la mitad del álbum, me topé con ‘Breaker Breaker’, canción introducida por una sumatoria de instrumentos con el volumen alto, batería, bajo y guitarra; una fórmula sin lugar a dudas muy sencilla que nunca falla, lo bueno y lo malo de ella es que dura menos de 2 minutos. Y siguiendo con la línea de canciones de duración menor a los 2 minutos, ‘Black Book’ repite la sencilla fórmula de los básicos (guitarra, bajo y batería), con una austeridad encontrada en bandas como Joy Division, y que Ian Curtis me disculpe por la analogía, o más adelante, en los Libertines, aunque jamás lleguen al caos, la locura y la destrucción de la música post-punkera de Pete Doherty y compañía. Y ya de ahí pa’l real, pues el disco cae cual piedra por el barranco, quizá sólo para cerrar de manera decente con ‘I Know You Don’t Love Me’, en una atmósfera cavernosa con reverberación vocal, tanto solista como coral, acompañados y complementados por discretos riffs encantadores y esporádicas presentaciones de un lejano sinte.
En resumen, no terminó por convencerme, aunque salvaría un par o un trío de canciones que mezcladas con otra cosa ganarían peso. Y que por qué perdí tiempo escribiendo sobre esto si no fue de mi agrado, pues no sé… tengo la ligera esperanza de que las melodías crezcan en mí, así como pasa con todo, siempre y cuando le demos la oportunidad en un día y tiempo en donde la paciencia para con la música, el cine y la literatura es algo de mucho pedir. Sólo uno podrá decir.
Aquí les dejo "Breaker Breaker":
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