Johanna Newsom no es un nombre muy conocido, al menos no en esta ciudad, ya quién sabe en el país, y lo que ella crea no es nada convencional. Incluso, para quien no mantenga una mente abierta, será poco digerible, y esto lo digo en el mejor de los sentidos, porque su música es verdaderamente especial, original y sorprendente.
“No hay quinto malo” dicen por ahí. Si esta frase la pueden aplicar para cualquier secuela fílmica de esas que no merecen la pena verse, con mucha más razón aplica en el caso de Newsom y Have One On Me, su quinto álbum (si se cuentan dos obras previas lanzadas de manera independiente) en una muy impresionante carrera musical. Dentro de una larga tradición de mujeres con voces peculiares, Joanna se lleva el premio. Su estilo es tan singular como aquel que Björk introdujo en el mundo de la música, aunque Joanna recuerda más a la bandera folk ondeada hace algún tiempo por Joni Mitchel, quien serviría como mejor referencia para entender la música de Newsom.
El álbum corre durante dos horas, a lo largo de tres discos, y restregando ante nuestros oídos, o qué digo oídos, restregando frente a nuestros sentidos, una obra épica que captará nuestra imaginación y que seguramente nos transportará hacia lugares jamás imaginados. Joanna ciertamente ha evolucionado en todos los aspectos técnicos y creativos: la letra, la música y sobre todo, su voz. De comparar un álbum como The Milk-Eyed Mender a Have One On Me, la diferencia se convierte en algo abismal, por dramatizar un poco.
Encontrarse una obra artística de este calibre, una que pide lo mejor de nuestra atención, es un maravilloso alivio, dentro de una cultura musical que exige cada vez menos de su público y entrega un tanto menos a eso: música automática, mucha forma y nada de fondo. Artistas como Newsom nos regresan la fe en esa verdadera creación artística, con géneros que ya no pueden llamarse puros, sino eclécticos, mezclando el folk, con tintes de jazz, blues y un pop que podría llamarse barroco, por estar tan cargado de sonidos, que antes de aturdir armonizan.
“No hay quinto malo” dicen por ahí. Si esta frase la pueden aplicar para cualquier secuela fílmica de esas que no merecen la pena verse, con mucha más razón aplica en el caso de Newsom y Have One On Me, su quinto álbum (si se cuentan dos obras previas lanzadas de manera independiente) en una muy impresionante carrera musical. Dentro de una larga tradición de mujeres con voces peculiares, Joanna se lleva el premio. Su estilo es tan singular como aquel que Björk introdujo en el mundo de la música, aunque Joanna recuerda más a la bandera folk ondeada hace algún tiempo por Joni Mitchel, quien serviría como mejor referencia para entender la música de Newsom.
El álbum corre durante dos horas, a lo largo de tres discos, y restregando ante nuestros oídos, o qué digo oídos, restregando frente a nuestros sentidos, una obra épica que captará nuestra imaginación y que seguramente nos transportará hacia lugares jamás imaginados. Joanna ciertamente ha evolucionado en todos los aspectos técnicos y creativos: la letra, la música y sobre todo, su voz. De comparar un álbum como The Milk-Eyed Mender a Have One On Me, la diferencia se convierte en algo abismal, por dramatizar un poco.
Encontrarse una obra artística de este calibre, una que pide lo mejor de nuestra atención, es un maravilloso alivio, dentro de una cultura musical que exige cada vez menos de su público y entrega un tanto menos a eso: música automática, mucha forma y nada de fondo. Artistas como Newsom nos regresan la fe en esa verdadera creación artística, con géneros que ya no pueden llamarse puros, sino eclécticos, mezclando el folk, con tintes de jazz, blues y un pop que podría llamarse barroco, por estar tan cargado de sonidos, que antes de aturdir armonizan.
(Hace rato que había escrito esto sobre el nuevo álbum de Joanna, el cual salió desde principios de este año.)