lunes, 27 de junio de 2011

Cosas del verano

Lo bello y lo odioso. Jamás he logrado llevarme bien con las vacaciones. Tanto tiempo libre no puede ser bueno, al menos no para mí. Pero, debido a los tiempos, la escasez de dinero, la incertidumbre de lo que sucederá cada vez que uno sale a la calle, el estúpido calor y un carro sin A/C (tan burguesita que soy), y con mi pequeño Iker creciendo a pasos agigantados dentro de mí –lo cual me tiene rete contenta, eso sí que no lo puedo negar-, qué mejor que pasarla en los confines del santuario, es decir, de mi hogar; gustosa prisionera de blancos muros reflejando una delicia de aire que jamás funcionó mejor. El librero rebosante de dvds (hasta vhs’s), discos y libros al por mayor, toda una feria de entretenimiento y situaciones que me alienan de la realidad. Me he leído ya dos libros y el tercero no tardo en terminarlo, aunque debo admitir que dos de tres han sido re-lecturas, y entre cada una de ellas logro introducir algún cuento corto de procedencia japonesa. El primero de los cuales no tardé ni tres horas en leer: La tumba de José Agustín. Recuerdo haber leído esta pequeña novela a una tiernísima edad y sentirme arrojada a una interminable espiral que me atrajo y sedujo; y ya que la he leído nuevamente, fue como reencontrarme a mí misma en un amigo antiguo, sólo que ahora sí logro distinguir la mierda de edición que tengo, por lo que he hecho una anotación mental de conseguir una edición más digna de mí y de mi colección literaria. El segundo libro, el cual aun no termino de re-leer, lo he abierto tan sólo para satisfacer mis necesidades más geek-is y acordarme de dos-que-tres cosas que necesitaré antes de poco tiempo: Harry Potter & The Deathly Hallows de J.K. Rowling. Así es, yo soy una de esas potterianas que mandó apartar su copia a Barnes & Noble y leyó en dos días la novela… 758 páginas me mantuvieron en casa leyendo sin cesar. Cuando descubrí las novelas leí las primeras cuatro entregas en un par de semanas. Me dormía hasta pasadas las tres de la mañana y cuando despertaba lo primero que hacía era continuar la lectura. Tras el duchazo continuaba leyendo envuelta en toallas, no podía esperar a vestirme para saber qué sucedería. Así como muchos, la historia me convirtió en una niña inmediatamente y me satisfizo en todo aspecto –y la verdad es que no me apena en lo más mínimo decirlo-. Así que ahora, en vísperas de la última entrega de la saga, debo tener todos mis datos frescos para poder contestarle a mi querido esposo cualquier pregunta que me dirija durante la película, aprovechando que no seré la única nerd platicando durante el transcurso de esta. El tercer libro leído –y leído por primera vez- fue Engaño de Philip Roth, el cual me entretuvo por lo que duró. Aspectos de la novela se me hicieron interesantes como el hecho de que no hay narrador, tan sólo dos amantes conversando, en donde uno de ellos es un escritor judío americano llamado Philip, quien se inspira de sus conversaciones con mujeres para escribir su novela. No sé, se me hizo demasiado fácil y me exasperó un poco. Aun así, lectura disfrutada y una menos para la estadística. Son las vacaciones y como las lecturas no son obligadas, las disfruto más. Leo a placer, lo que mi cabeza me pida y mi espalda aguante, lo cual resulta en horas perdidas entre frases y oraciones y mundos que jamás serán los míos. Tengo cinco largas semanas de ocio por delante y ando en busca de cosas que leer, aunque sobre mi escritorio descansan un par de libros que quizá pasen a ser lecturas veraniegas, y cuyos títulos no revelaré para evitar salarlos, ya saben, que termine evadiendo completamente. En Sangron’s vi un par que definitivamente quisiera tener, pero mis bolsillos no podrían soportar el gasto, al menos no por ahora, así que la antología de cuentos de Reyes deberá esperar un poco más y Godot tendrá que seguir esperando –Sangrons lo tiene descontinuado y en la infinidad de librerías de la ciudad no lo encuentro… ah querido Beckett-. Por lo pronto, me despido, terminé de leer a Agustín hace unos cuarenta minutos y ahora dedicaré a despejar la cabeza con alguna pendejada de programación televisiva. Clic, clic, clic…





Nota: desde que escribí este mini blog hasta hoy que lo puedo subir propiamente, terminé de leer a Potter (odio no tener internet).

jueves, 9 de junio de 2011

Hitchcock revisitado por Polanski

(Perdón por la calidad de la imagen)



Cómo me encanta un buen thriller. Nada como tener la manga entre los dientes, analizando cada aspecto de la historia, tratando de leer los indicios y razonar lo que está por venir. Nada como dejarse sorprender. Hitchcock era el amo de los thrillers y hay muchos que han intentado seguir esa escuela, algunos con éxito, otros muchos con fracasos y he aquí el intento de Polanski. El escritor fantasma (Ghost Writer, 2010), está basada en la novela The Ghost, del escritor británico Robert Harris, quien colaboraba ya con Polanski en el guión de una película que jamás se hizo, sin embargo, Polanski se interesó por su recién publicada novela y comenzaron con el guión. Harris, en una entrevista, confesó ser fan y admirador de Hitchcock y haber intentado trasladar esas atmósferas hitchcockianas a su novela. No era de esperarse que esas mismas atmósferas se trasladaran de la novela al guión y del guión a la película, lo cual fue una de las varias razones por las que me gustó tanto la película.

La historia sigue al fantasma (Ewan McGregor), un escritor que se gana la vida prestando sus dotes narrativas a personalidades que buscan publicar sus memorias. Así les llaman a quienes siguen este oficio. El fantasma, cuyo nombre se nos es omitido durante toda la película, es contratado por Adam Lang (Pierce Brosnan), ex primer ministro de Inglaterra después de que su anterior fantasma fue encontrado muerto (suicidio por alcohol). La publicación de las memorias de Lang se convierten en todo un evento, después de que el ex primer ministro se ve envuelto en una controversia cuando se descubre que cuatro ciudadanos británicos fueron entregados a la CIA para ser torturados bajo órdenes de Lang, por lo cual es convocado para ser juzgado por crímenes contra la humanidad en la corte internacional. El fantasma se ve envuelto por el escándalo: por un lado, los problemas de Lang, por el otro el supuesto suicidio de McAra, el cual lo lanza en una búsqueda de la verdad, ¿será cierto que se suicidó, o es que encontró algo que no debía? Parece ser una historia bastante sencilla, sin embargo, esta línea de acción desemboca en otras más que parecen no tener razón de ser: el triángulo amoroso entre Lang, Ruth, su esposa (interpretada por Olivia Williams) y el fantasma. El segundo triángulo entre Lang, Amelia (Kim Cattrall y su repugnante pseudo acento inglés), su asistente y Ruth. El contexto político de la película (es o no una historia sobre el ex primer ministro Tony Blair), las relaciones políticas de los estadounidenses con los británicos, la CIA, etc. Todas estas sub tramas se tejen entre sí hasta que explotan en un bastante memorable momento climático, desembocando por fin en un excelente final cinematográfico del cual no quiero escribir nada, pues arruinaría todo… sin exagerar, todo. Verdaderamente un final digno de Alfred, en donde el fantasma (McGregor) descubre por fin la verdad a lo cual escribe en un pedazo de papel que lo sabe todo. Así, en un shot cerrado, la cámara sigue el trayecto del papel que es pasado de mano en mano hasta llegar a su destino, tras el cual, después de ver la reacción del destinatario, el fantasma se diluye como si jamás hubiese estado ahí.

Deliberadamente o por error, Polanski logra evocar la esencia de Hitchcock, aunque aceptémoslo, directores como Roman no suelen cometer errores. Todo tiene su por qué y su para qué. Así que, si Harris confesó haberse basado en Hitchcock para su novela y termina siendo él quien, junto con Polanski escribe el guión de la película, la razón por la cual los ecos de las creaciones fílmicas de Alfred Hitchock se encuentran presentes a cada vuelta, no es mera coincidencia, y es que todos los elementos están presentes: asesinato, triángulos amorosos, intrigas, conspiraciones, verdades no dichas, finales inesperados y densos ambientes cargados de misterio… todo está presente. La historia se lleva a cabo, casi en su totalidad, en una isla a las afueras de Nueva York, en la cual Lang y compañía deben mantener el perfil bajo debido a las circunstancias. El score recuerda aquellos memorables de Bernard Herrmann en Vertigo, North by Northwest o Psycho; Alexandre Desplat, un más que excelente compositor, parece ser fan y conocedor de la creación de Herrmann y lo canaliza a la perfección. Por último, los personajes. Ewan McGregor es genial en su papel como fantasma; es cínico y sarcástico, y carga no sólo con el tono dramático de la película sino con el cómico; McGregor canaliza de alguna manera ese estilo tan singular que Alfred lograba sacar de íconos como Cary Grant o James Stewart. Quizá sea una combinación de los dos, aunque recuerda más que nada a Grant. Otro aspecto muy hitchockiano que no se puede pasar de largo, es que el fantasma no tiene nombre. Es, desde el inicio, un hombre sin identidad, sin voluntad. Un hombre que se ve atrapado bajo la sombra de Mike McAra, el antiguo escritor fantasma. Algo así como sucede con Rebecca de Hitchcock. La nueva dueña de Manderlay vive sin identidad propia, viviendo bajo la sombra de Rebecca, la esposa difunta de Maxim. La falta de nombre, para el buen observador y el buen razonador, podrá saltar como el mayor indicio de lo que la historia nos depara.

El escritor fantasma, según lo entiendo por lo poco que leí, pasó sin mucha pena ni mucha gloria, aunque eso se entiende, debido a que Polanski es persona non-grata en Estados Unidos, pero vaya, la antigua meca del cine ya no aporta el sello de calidad a las películas que realmente lo merecen, aunque realmente, a quién le importa. La película es deliciosa y sencilla, entretiene y mantiene a las mentes hiperactivas, amantes del misterio, ocupadas tratando de averiguar ese famoso “whodunit”. Es una película compleja, aunque sencilla dentro de esa complejidad y director no se detiene en llenarla de pequeños detalles que la complementan a manera de analogías para quienes, como meticulosos observadores que somos, nos complacemos en interpretar imágenes, discursos o el por qué en medio de una tormenta, el jardinero se empeña en recoger las hojas que el aire acarrea.