Ahorita, en este presente, mi presente –ya mañana pasado, en un sentido de pretérito perfecto- estoy escuchando lo nuevo de Okkervil River. Me gusta y apenas van dos canciones. Así que deberé esperar durante 9 piezas más para poder tener un juicio medio decente sobre lo que estoy escuchando… so far, so good.
40 minutos después:
Ya sé que si mi instinto se emociona cuando ve algo, es por algo. Bastante redundante, lo siento, pero desde que vi disponible I Am Very Far de Okkervil River para mi propio goce y deleite, me emocioné cual niña en juguetería, y la expectativa y la emoción no fueron en vano. Horas después de haberlo adquirido logro escucharlo por fin y me encanta, salvo un par de canciones que quizá no me llenaron tanto el oído, como ‘Lay of the Last Survivor’. Dentro del contexto musical, está rodeada de piezas muchísimo más sólidas y mejor estructuradas, pero una o dos canciones que desentonen con uno es una señal muy buena de un disco que promete mucho; tal vez no prometa mucho al mundo de la crítica, tal vez sí; tal vez no prometa mucho al sistema radiofónico capitalista, pero eso a quién chingados le importa, todos sabemos que en esta realidad, la de los melómanos enamorados de la buena música, la industria radiofónica vale madres. Así es que con toda convicción me atrevo a declarar que los Okkervil River, prometen y entregan un disco maravilloso, mejor aún que su muy buen álbum The Stand Ins del 2008.
Para empezar, abre con un par de canciones que enganchan; ‘The Valley’ y ‘Piratess’ se aferran al oído con férreas garras y no sueltan. La primera tan sólo necesita el rasgueo de tonos graves en una guitarra acústica acompañada de cascabeles y ya, estamos en sus garras. La segunda seduce con un bajo reminiscente del Billy Jean a la Jackson, ritmos disco y la voz que tanto recuerda a Robert Smith (muy buena combinación, en mi opinión). ‘We Need a Myth’, hacia la mitad del álbum, es una oda a la añoranza, al deseo, al sueño del retorno del mito en un sentido de “el pasado siempre ha sido mejor que el presente o incluso la visión del futuro”. Bellísima melodía en crescendo con un acompañamiento de cuerdas –sintes, a quién le importa- que lo deja a uno en ese high, en el punto más alto, rematando con ‘Mermaid’, una especie-balada-que-no-es-balada; tranquila, melancólica, como de escena de baile preparatoriano, de un ingenuo amor adolescente, enmarcado con trompetas siguiendo un tipo de vals improvisado. En ‘Your Past Life as a Blast’ escuché ecos de Simon & Garfunkel, lo cual me fascinó, siendo yo fan del dúo folkie de antaño. Y cuando un álbum es un buen álbum, así como abre, debe cerrar y ‘The Rise’ es la perfecta canción del adiós; es la que se escucha justo en ese momento antes de que enciendan las luces, derrochando toda la magia de la noche, la acumulación de emociones que se presenta antes del beso (bueno, eso ya fue un poco cursi). La pieza se deshace del dinamismo que hasta ese momento venían cargando las canciones y al melódico ritmo de un piano (y un piano siempre denota cierta melancolía, no me digan que no) y percusiones se hace cargo de que deseemos que la noche no termine aquí y continúe; nos obliga a desear una secuela, un after, un “amanecerla”. Y para amanecerla, qué mejor que volverlo a escuchar nuevamente, la verdad es que el álbum lo merece.
40 minutos después:
Ya sé que si mi instinto se emociona cuando ve algo, es por algo. Bastante redundante, lo siento, pero desde que vi disponible I Am Very Far de Okkervil River para mi propio goce y deleite, me emocioné cual niña en juguetería, y la expectativa y la emoción no fueron en vano. Horas después de haberlo adquirido logro escucharlo por fin y me encanta, salvo un par de canciones que quizá no me llenaron tanto el oído, como ‘Lay of the Last Survivor’. Dentro del contexto musical, está rodeada de piezas muchísimo más sólidas y mejor estructuradas, pero una o dos canciones que desentonen con uno es una señal muy buena de un disco que promete mucho; tal vez no prometa mucho al mundo de la crítica, tal vez sí; tal vez no prometa mucho al sistema radiofónico capitalista, pero eso a quién chingados le importa, todos sabemos que en esta realidad, la de los melómanos enamorados de la buena música, la industria radiofónica vale madres. Así es que con toda convicción me atrevo a declarar que los Okkervil River, prometen y entregan un disco maravilloso, mejor aún que su muy buen álbum The Stand Ins del 2008.
Para empezar, abre con un par de canciones que enganchan; ‘The Valley’ y ‘Piratess’ se aferran al oído con férreas garras y no sueltan. La primera tan sólo necesita el rasgueo de tonos graves en una guitarra acústica acompañada de cascabeles y ya, estamos en sus garras. La segunda seduce con un bajo reminiscente del Billy Jean a la Jackson, ritmos disco y la voz que tanto recuerda a Robert Smith (muy buena combinación, en mi opinión). ‘We Need a Myth’, hacia la mitad del álbum, es una oda a la añoranza, al deseo, al sueño del retorno del mito en un sentido de “el pasado siempre ha sido mejor que el presente o incluso la visión del futuro”. Bellísima melodía en crescendo con un acompañamiento de cuerdas –sintes, a quién le importa- que lo deja a uno en ese high, en el punto más alto, rematando con ‘Mermaid’, una especie-balada-que-no-es-balada; tranquila, melancólica, como de escena de baile preparatoriano, de un ingenuo amor adolescente, enmarcado con trompetas siguiendo un tipo de vals improvisado. En ‘Your Past Life as a Blast’ escuché ecos de Simon & Garfunkel, lo cual me fascinó, siendo yo fan del dúo folkie de antaño. Y cuando un álbum es un buen álbum, así como abre, debe cerrar y ‘The Rise’ es la perfecta canción del adiós; es la que se escucha justo en ese momento antes de que enciendan las luces, derrochando toda la magia de la noche, la acumulación de emociones que se presenta antes del beso (bueno, eso ya fue un poco cursi). La pieza se deshace del dinamismo que hasta ese momento venían cargando las canciones y al melódico ritmo de un piano (y un piano siempre denota cierta melancolía, no me digan que no) y percusiones se hace cargo de que deseemos que la noche no termine aquí y continúe; nos obliga a desear una secuela, un after, un “amanecerla”. Y para amanecerla, qué mejor que volverlo a escuchar nuevamente, la verdad es que el álbum lo merece.