viernes, 25 de junio de 2010

Insomnio y Perdidos en Tokio

Faltan 15 minutos para las 3 de la mañana, o como diría Bergman (ese es Ingmar), “la hora del lobo”. Pasé cerca de una hora cambiando obstinadamente los canales, pero ¿qué puede esperar uno de la tele abierta en la madrugada? En menos de una hora, intentaron venderme unos zapatos que, con tan sólo ponérmelos me hacen bajar de peso, una máquina que me ejercita todos (así es, todos) los músculos del cuerpo y un aparato que rebana o procesa cualquier tipo de alimento, con el cual puedo preparar comida para toda la familia Brady en menos de 10 minutos. Tuve que desistir de tan buena programación y mejor puse una película, una perfecta para la ocasión, hecha para los que como yo no pueden dormir… Perdidos en Tokio de Sofia Coppola, una de mis películas favoritas. Creo que la he visto unas, no sé, 100 veces. Para muchos, la segunda obra de la hija de Francis no es nada especial, incluso la encuentran aburrida, lenta y sin sentido alguno. Yo no. Yo la amo y la puedo ver y ver sin perderle interés. Tal vez sea porque los dos personajes principales sufren de insomnio como yo, por lo que puedo empatizar y simpatizar; o tal vez sea el aparente laconismo que se mantiene latente durante toda la película. Sea lo que sea, me gusta.

Charlotte y Bob son dos personas totalmente distintas, con vidas diferentes y de generaciones diferentes; después de conocerse, descubren que los une un vínculo de soledad y confusión, tanto de la vida como de la cultura en la que actualmente se encuentran. Charlotte, interpretada por la sobrevaluada Scarlett Johansson, es una mujer inteligente, casada y perdida en la vida, pues no sabe qué hacer con ella misma; la eterna indecisa. Bob, interpretado por Bill Murray, es un famoso actor atrapado en Tokio para filmar una serie de comerciales para un whiskey japonés. A pesar de la fama y la riqueza de la que goza, Bob parece estar infelizmente casado, tanto con una mujer que ha dejado de comprenderlo como con una carrera que parece ya no satisfacerle como antes. La historia es muy sencilla, tal vez demasiado sencilla, aunque con mucha profundidad; es la historia de dos almas gemelas, separadas por el tiempo y las circunstancias que logran encontrarse en el otro lado del mundo y que pronto deberán separarse de nuevo. Es una historia que permite, hasta motiva, la interpretación de uno, sobre todo durante el final, cuando Bob le susurra algo al oído a una Charlotte que se ha quebrado en llanto y asiente ante las palabras de Bob. ¿Qué le estará diciendo? El idealista, el soñador, pensará que lo que le dice es que ambos se volverán a ver cuando ella regrese de Tokio. El realista pensaría que él tan sólo se despide de ella y le aconseja vivir su vida. El estúpido no pensaría nada.

Perdidos en Tokio es una película que yo recomiendo para quienes no pueden dormir, pero asegúrense de tener cigarros disponibles porque les dará ganas de fumar y tal vez beber sake o whiskey, pero ya de tener una botella de sake, eso si no lo sé (Charlotte fuma mucho y Bob bebe mucho). A resumidas cuentas, esta una película agradable y que tan sólo por la actuación de Bill Murray vale la pena, pues se roba la película, no está de más decirlo. Gracias a prodigios como Jim Jarmusch y Wes Anderson, Murray ha logrado reivindicarse como uno de los mejores actores de su generación. Sus papeles dramáticos son tan buenos, incluso mejores, que aquellos que llegó a desempeñar en la comedia.

Ya son cerca de las 4 de la mañana, la película está por terminar y creo que ya no dormiré, pero les deseo dulces sueños a todos. Bon nuit.

domingo, 20 de junio de 2010

Domingo...

Primero que nada, un saludo a todos los Papás que en su día están "surfeando" la web y que casualmente cayeron en mi blog, qué honor. Segundo, espero ya pronto actualizar este ciber santuario con varias cosas, desde música hasta fútbol... así es, fútbol. Incluso a mi me pegó la euforia del balón-pie.

Por lo pronto, un saludo.

jueves, 3 de junio de 2010

Nomás por escribir...

Son las nueve de la noche, me duele la cabeza, el ambiente sofoca la totalidad de los poros del cuerpo y no puedo siquiera disfrutar de un maldito cigarro sin sentir cómo los pulmones claman por oxígeno. Creo que dejaré el cigarro… algún día. Por lo pronto, aguantaré las ganas de jugar con el humo. Me preparé una taza de café hace algo más de 30 minutos, pero creo que el habérmelo tomado tan sólo propició que el dolor de cabeza incrementara y para sumarle a todo ello, que los ojos se sintieran hinchados, pesados y resecos, justo hoy, cuando deseaba dormir tarde y leer. Leer y escribir. Escribir y escuchar música. Insomnio inducido, insomnio deseado, insomnio sin culpa ni consecuencias. En fin, ganas unas, pierdes otras.

Sin suceso interesante qué comentar, este día lo he dedicado a terminar un libro que hace ya casi dos años adquirí en un Sanborns, y no, aún no lo termino, pero ya estoy cerca, muy cerca. Tan sólo he tomado un pequeño receso de la lectura para agarrar aire, estirar los dedos, descansar los ojos sin recurrir al sueño, pero divago. El delicioso libro que estoy por terminar es Crónica del pájaro que da cuerda al mundo del escritor japonés Haruki Murakami. Un libro imponente a primera vista, y a segunda, y a tercera, pero muy bueno. El autor recurre a un lenguaje muy sencillo y fluido. No podría encasillarlo dentro de algún género en específico, algo tiene de romance, algo de intriga, erotismo, historia, drama, tal vez pueda tener tintes de metafísico, aunque estoy casi segura de que ese no es el término exacto para definirlo; no sé. Este libro parece tenerlo todo y uno se da cuenta de ello cuando toma el enorme volumen entre las manos (el lomo es del tamaño de la palma de la mano, si se midiese con una palma de tamaño promedio). El libro lo comencé en diciembre del 2008 y la razón por la que lo voy terminando hasta ahora es porque muchas otras cosas se me han atravesado enfrente, como Poniatowska, Diderot, Molière, Payno, Quevedo, Hitchcock, Bradbury, Orwell, K. Dick, y muchas otras cosas más. Me distraigo con facilidad. Sin embargo, cuando regreso a la lectura, es fácil recordar todo lo que ha sucedido y lo que ha conducido al señor Okada a donde está. Y bueno, estoy a escasas 90-y-tantas páginas para terminar, así que si este dolor de cabeza da tregua, esta noche estaré terminando un libro más, para romper con esa estadística que dice que el mexicano lee en promedio un libro y medio al año… ¿o son dos? Los que sean, yo no seré parte de esa estadística y lo digo con muchísimo orgullo.

El siguiente libro que lea será nuevamente una novela de Murakami, Tokyo Blues (Norwegian Wood), novela, que por cierto, ya la han convertido en película, la cual saldrá a la luz a finales de este año o inicios del siguiente y que será musicalizada por el mismísimo Johny Greenwood, guitarrista de la superbanda Radiohead y compositor de la muy aclamada There Will Be Blood de Paul Thomas Anderson… divago. No sé si lo han leído, estoy pensando que, en caso de que no lo hayan leído, lo puedan conseguir por ahí, lo lean y me digan qué pensaron de la novela; nunca lo he intentado, pero sería interesante ver qué pasa y ver a cuántos les interesa. Probablemente lo inicie mañana y me fijaré la meta de terminarlo en dos semanas, tal vez una, creo que es una novela corta, al menos muchísimo más corta que la que actualmente estoy terminando. Pero bueno, ya les platicaré ambas.

Por lo pronto, una hora más tarde doy por concluida esta entrada, sin cambio alguno en cuanto a dolores de cabeza, al menos los ojos ya no pesan. Me despido con “These Days” de Nico: “I’ve been out walking, I don’t do too much talking these days. These days I seem to think a lot about the things that I forgot to do, and other times I had the chance to. I stop my rambling, I don’t do too much gambling these days. These days I seem to think about how other changes came about my ways, and I wonder if I ever see another highway”.

miércoles, 2 de junio de 2010

Una canción sobre momias, arqueólogas y amor a primera vista.

So Runs the World Away es el nuevo álbum del cantautor (o canta-autor) Josh Ritter y a penas lo voy escuchando; la primera canción, que no es canción es un intro, dura 56 segundos y como que pinta ligeramente el ambiente de lo que será el disco en su totalidad. Les puedo decir, en esto de las primeras impresiones, que parece estar muy dramático, lo cual me tiene emocionada. Por lo pronto, quiero mostrarles el video del primer sencillo "The Curse", el cual es ridículo, enternecedor, bello y triste, al igual que la canción.