Nomás porque sí: porque fanfarronerías sonoras provenientes de trompetas doradas llenan el archivero de mi cabeza. Porque los bloques contra la inspiración aturden. Porque no hay más que hacer más que aventar los escupitajos de letras hacia el camino. Porque duelen las llagas de los dedos de tanto escribir. Porque hay que escribir. Porque si no escribo, moriré.