Hace más de una hora que me revestí en mis más cómodas pijamas; me acurruqué entre las sábanas, me hundí en mis almohadas y me dejé abrazar por mi cama, pero nada sucedió. Cerré los ojos y sentí la voraz oscuridad tragándome entera entre el silencio ininterrumpido. Cerré los ojos y me dispuse a soñar cual torcida visión surrealista buñueleana. Pedí inspiración para mi narcosis; llamé a las musas, imploré a Orfeo, a Morfeo, a Modorro y a Somnolientorro. Esta noche me abandonan las hadas para escaparse hacia otras fantasías, hacia otros mundos; huyen aterradas a las mentes de otras personas. Me abandonan utópicas imágenes que tanto anhelaba y lo sustituye el miedo infantil de monstruos bajo la cama y esqueletos en el clóset; el sentimiento de la muerte que camina por las calles, nocturna ambulante, aburrida, perdida. Imágenes grotescas llueven sin piedad en una cabeza carente de paraguas. Páramo desierto, olvidado, intranquilo, preocupado. Intelecto hiperactivo sin razón. Si tan sólo mis ojos pudiesen cerrarse, si los pudiese obligar... si tan sólo... si tan sólo... si tan sólo las palabras dejaran de atorarse y todo fluyera. Opresora oscuridad, fría, desnuda y asfixiante.
Medianoche, quiero dormir....
Medianoche, quiero dormir....
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