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sábado, 5 de enero de 2013

Lo mejor... David Byrne & St. Vincent, LOVE THIS GIANT



5. Love This Giant, David Byrne & St. Vincent

No hay mucho qué decir, los nombres hablan por sí solos... lo gritan: BYRNE / ST. VINCENT. El primero es una leyenda viva: multidisciplinario, creativo, innovador, extrovertido, músico de primera y vocalista como ninguno; uno sabe cuando escucha a David Byrne, su voz y su estilo es inconfundible. La segunda, Annie Clark, va por buen camino para convertirse en un auteur en el mundo de la música: su voz, tan dulce y delicada, contrastan con la fuerza motora de su música, su violenta y maravillosa manera de tocar la guitarra y la cruda acidez de su lírica. No es que intente bañarlos en flores, es que ellos ya nadan en ellas, y con mucha razón.

Love This Giant fue la excusa. Es como sumar 1 + 1, las personalidades de Clark y Byrne son tangibles y placenteras para quienes gustan de escenarios grandiosos y melodramáticos. "Who" abre el disco memorablemente entre saxofones que encuadran la inmutable y siempre melodiosa voz de Byrne que nos ataca con preguntas quizá retóricas para ponernos a filosofar un buen rato: Who walks this dusty road? Who always lose their way? Who's this inside of me? Who made a big mistake? Whose is this constellation?. Y el primer acto continua fuerte con los funky-beats de "Weekend In The Dust" y la voz de Clark sobre los instrumentos de viento que protagonizan a la par con el dúo, todos los temas del disco; un lamentable elemento que se repite hasta el tedio en ciertos momentos, pues el talento musical de Byrne y Clark puede dar para mucho más que unos arreglos de trompetas, tubas y saxofones, pienso yo. "Dinner For Two" parece una escena sacada de Buñuel en su Discreto encanto de la burguesía, con un grupo de personas que arriban a una velada sin sentido y razón. "Ice Age" expone la incongruencia de Clarke con sus momentos-que-parecen-baladas-y-explotan-en-tu-cara. "I Am An Ape" es uno de los momentos fuertes del disco, con los vientos relegados a un tercer plano, sonando por debajo de Byrne y Clark quienes le cantan al darwinismo ensalzando al mono que llevan (o llevamos) dentro al cantar I am an ape, I stand and wait / A masterpiece, a hairy beast / Try not to laugh, just take a chance / I visited, inside your head, con tanto brío y alegría. Una oda a la de-evolución. "The Forest Awakes" parece una pieza olvidada del Volta de Björk que no logró llegar a la magestuosidad del disco, a pesar de su lírica tan colorida y suntuosa.

"I Should Watch TV" comienza el descenso hacia el final y es una magnífica pieza que va más allá del simple cantar y tocar música: es una representación satirizada del hombre común que se deja cautivar por el llamado idiot-box: I used to think that I should watch TV / I used to think that it was good for me / Wanted to know what folks were thinking / To understand the land I live in / And I would lose myself and it would set me free. La declaración que el conocimiento nos liberará, lo cual es cierto, si el conocimiento no fuera mediatizado, monopolizado, razón por la cual yo no veo noticieros, ni programas de opinión y "análisis", aunque en este país eso jamás ha existido. Aquí mejor tenemos el Everybody gets a touched up hairdo / Everybody's in the passing lane / Adoration makes you touch dark shadows / Weird things that live in there y el gigante al que alude el título del álbum (Love This Giant), es finalmente el gigante televisivo. Ad hoc. Amemos al gigante. El momentum no dura y "Lazarus" no resucita de su estructura lineal, pero "Optimist" si logra entregar esa chispa de optimismo que promete con su pop tan digerible rodeando la presencia de Clark y sus discretos riffs que, para variar, no la conducen a esos oscuros lugares comunes a los que acostumbra llegar. "The One Who Broke" presenta más el eclecticismo por el que Byrne es tan conocido, aunque nunca parece dejar que la música crezca como monstruo desbocado y tan sólo se guarda en unos ritmos medio latinos-carnavalescos, nuevamente sobrepasados por la sección de instrumentos de viento. Finalmente, "Outside Of Space & Time" cierra en un tono romántico/melancólico con toques sci-fi, entre cuyos tonos baladescos, Byrne corea en su más nítida y melodiosa voz una de mis imágenes favoritas del disco entero: I know we'll join this cosmic saga / Intergalactic matter / Where we will meet tonight / Spiralling out of sight / Outside of space and time.

Es verdad que la sumatoria del talento Clark+Byrne deja un poco más el deseo de grandeza desmesurada ante la propuesta de Love This Giant, sin embargo, los destellos de genialidad que en múltiples ocasiones se dejan ver en el disco, es suficiente para catalogarlo en mi lista de lo mejor. Esto tan sólo me hace desear con las entrañas, que no sea la última y sola ocasión en la cual colaboren. Yo sí amo a estos gigantes.

Aquí la canción que cierra el álbum: 

"Outside of Space & Time"

lunes, 2 de enero de 2012

Lo mejor... St. Vincent, Strange Mercy

3. Strange Mercy, St. Vincent

Estridente, ruidosa, salvaje, prodigiosa. Annie Clark o Santa Vicente y su bellísima y tan femenina voz contrapuesta a esos  ruidosos y apasionantes riffs. Esta mujer no le pide favores a nadie, absolutamente nadie, es absolutamente perfecta en todos los sentidos... una diosa. Han de pensar en lo exagerado de mis declaraciones, mas no, exageradas no lo son. Tres LPs, siendo este el mejor de todos, definitivamente, lo prueban. Strange Mercy es un álbum sin inhibiciones, en donde queda todo al desnudo: sus traumas, sus obsesiones, incluso sus perversiones, como en 'Chloe In The Afternoon', una oda de Clark a Eric Rohmer (extinto director de la Nouvelle Vague). Si antes ella cantaba sobre relaciones, romance y cuentos de hadas, ahora logra escindirse de ese ropaje naive para ponerse en el centro de atención, el papel protagónico de un disco que de principio a fin embriaga con la dulce e incitante voz de Clark.

'Surgeon', de las mejores del disco.

martes, 13 de septiembre de 2011

St. Vincent en la madrugada

A la 1:48 de la mañana, siendo un martes cualquiera, me encuentro despierta y cansada, solamente deseando poder dormir; sin embargo, al parecer, los martes son días en que los deseos no se hacen realidad, así que me resigno, como muchas noches anteriores, a pasar desvelo y cargar con ello horas más tarde, mientras escucho clases, mientras tomo apuntes, mientras intento razonar el último pedazo de poesía española. Al menos tengo compañía, el pequeño bebé que cargo dentro de mi está despierto también, y al parecer muy entretenido, moviéndose y estirándose a sus anchas, quitándole el aire a mamá. En fin, trato de concentrarme en otra cosa, como en el juego de solitario que he dejado a medias para escribir, o concentrarme en la voz de St. Vincent, de quien he obtenido su último disco Strange Mercy y del cual hablaré justo en estos momentos, nada más por tener algo que hacer… digo, algo más que jugar solitario, lo cual encuentro verdaderamente desesperante.

Strange Mercy es el tercer álbum de esta belleza (diosa) de mujer, por quien me aflora un ligero amor lésbico, debido a la inmensa admiración que me causa, mezclado enfermizamente con un pequeño porcentaje de envidia por semejante talento. Ya ven, aquellos que no podemos crear música, la escuchamos, la contemplamos, la veneramos y en sus deliciosas notas nos llenamos de placer. Hace dos años que este mismo sentimiento afloró en mi al escuchar Actor (2009), su segundo álbum; y dos años antes que eso fue exactamente la misma sensación con Marry Me (2007), mezclado con la peculiar extrañeza de escuchar su violenta manera de enfrentar una canción… la amé. Tras escuchar Strange Mercy, me he visto en la necesidad de regresar al pasado y comparar, notar el crecimiento o la evolución, si es que alguna hubo (sí, sí la hubo); los sonidos, la letra, los colores que proyecta, etc. Y vaya, no pienso describir diferencia por diferencia, los aburriría, me aburriría a mí misma. Es un claro crecimiento en un abanico de cuatro, cinco años; mientras que en Marry Me se percibe una ligera inocencia o ingenuidad, en Strange Mercy es palpable una cruda honestidad sobre su propio crecimiento, sobre la vida, sobre el tedio y el ocio, sobre el querer sobresalir y ser algo, alguien más. Ejemplo de esto último podrían ser “Cruel”, “Cheerleader”, o “Year of The Tiger”, la cual me recordó a la ya temática y arquetípica “Eye of the Tiger”. Las canciones están cargadas de energía, de guitarrazos estridentes, cargados de fuzz, violentos incluso, cuyos orígenes han sido descritos por ella misma como productos del feeling del momento, de lo que la canción pide para sí y no tanto de la técnica. Estos ambientes creados a lo largo del álbum me hace recordar en veces una versión temprana de Björk, quizá algo entre el Homogenic y Post (aunque por supuesto que no comparo a una con la otra, son dos voces, dos estilos, dos personajes muy diferentes). El álbum es de una crudeza pegajosa que jamás llega a esos niveles de bizarra creación musical a los cuales llega Björk; St. Vincent oscila más entre el pop y el rock, coqueteando en un nivel muy menor con aspectos electrónicos. El resultado es un disco rebosante de ritmo, de perfectas armonías, de paradojas entre la dulce y engañosa voz de Annie Clark y la brutalidad con la cual toca la guitarra, paradojas entre la letra, a veces cargada de fuerza, y la aparente melodía despreocupada con la cual contrasta, o viceversa, como en “Hysterical Strength”, la penúltima pieza del álbum.

Bien dicen que la tercera es la vencida, pero cuando se tienen tres magníficos discos, colaboraciones a diestra y siniestra, no creo que aplique el dicho. Ese número tres no es un limitante, sino una señal, o mejor, una promesa de que las creaciones musicales de esta mujer no se harán esperar, su talento no terminará desechado por las alcantarillas y de que seguiremos disfrutando de sus canciones por mucho tiempo. Pero mientras esos tiempos venideros llegan, termino de escuchar su discografía y deleitándome con su voz, quizá en espera de que algún día llegase yo a tocar y cantar como ella (Ja)… está bien, esta vez sólo me pierdo en la fantasía, lo que realmente deseo ya, es dormir.



jueves, 31 de diciembre de 2009

Mis discos favoritos del 2009


Este año fue extraordinario, escuché una cantidad de música que no se imaginan. Casi todo muy bueno o excelente; no pueden negar que hubo discos muy buenos este año. De todo lo que escuché, hice una lista de 20 discos y tras días y días y vueltas y vueltas, logré bajarle a 10. Así que, les presento lo que, según yo, fue lo mejor de lo mejor del ya pasado 2009.

10. Actor, St. Vincent

Annie Clark (St. Vincent) es mi fantasía. Ella representa mi sueño imposible de convertirme en músico y formar una banda de rock. But sadly, those who can't play, listen, and boy, have I listened. Actor es el segundo disco de la canta autora y es un disco que re define la idea de lo que el género pop es para muchos. El álbum está lleno de multifacéticas melodías y letras que obligan a uno a poner atención, la voz de Clark es algo cerca a lo celestial y llena de personalidad y sobre todo, he aquí una chica que sabe tocar la guitarra y lo hace maravillosamente; toca como cualquier tipo de gafas y converse. Actor es un álbum que trascenderá y St. Vincent una artista que no tardará en estar en boca de todos.

9. Wait For Me, Moby

Play fue el álbum que me introdujo a Moby, a partir de ahí me encargué de escuchar todo lo que pudiese de él. Sin embargo, todo cuanto escuchaba se me hacían vagos intentos de sobrepasar lo que hizo en Play, hasta que llegó Wait For Me. No, no digo que sea mejor; no digo que sea peor. Digo que llega a ese mismo nivel de sentimiento, de poeticidad, de musicalidad, tanto así que parece ser una continuación a Play. Con Wait For Me, Moby nos da a conocer un sonido y una personalidad madura, captando audiencias inexperimentadas y conocedoras con un nítido estilo evolutivo y reconfortante. Y por supuesto, aquella famosa melancolía que ya es bien conocida no se hace extrañar. Un excelente álbum que nadie, pero nadie, debe dejar pasar.

8. Hold Time, M. Ward

Catalogar a M. Ward como un artista meramente folk sería un crimen. Sus dotes musicales coquetean y conquistan cualquier género hecho y por haber, ejemplo de ello es Hold Time, un álbum en el que se reusa a quedarse quietamente en un estilo. Cada canción es tan diferente como la anterior, haciendo cuanto quiera de ellas y encantando a quien lo escucha de paso. Matthew es un prodigioso guitarrista, poseedor de una magnífica voz y un espíritu artístico aún más impresionante, y el álbum es la perfecta materialización de todo cuanto permanece invisible a uno. Hold Time es, justo como lo dice el título, música que detiene el tiempo, lo hechiza y lo domina.

7. Grace/Wasteland, Peter Doherty

El punk y la heroína no es lo único que corre dentro de las venas del ex vocalista de los Libertines, de hecho, corre mucho más. El multifacético artista, se establece con un músico en serio, un músico que sabe por qué está ahí y que sabe tomar control de cuanto lo rodea para poder aplicarlo a su música. Grace/Wasteland fue, definitivamente, una sorpresa para mí, pues esperaba un desgarrante sonido de escandalosos riffs y violentas letras en cada canción, sin embargo, la grata equivocación que me dio la bofetada fue más dulce que el azúcar (está bien, ridícula analogía). Para su primer proyecto como solista, enlistó al mismísimo Graham Coxon como guitarra principal y junto al talento y dirección de Doherty, el álbum sobrepasó cualquier tipo de expectativas, pintando cada canción ahora de rock, ahora de folk, ahora de pop, ahora de jazz, ahora de blues y de una manera tan sútil que a la menor distracción la magia se perdería. Grace/Wasteland es una joya de álbum que ha sido pasada por alto por muchos críticos. Estúpidos incompetentes.

6. Further Complications, Jarvis Cocker

Otro álbum que fue magistralmente pasado por alto y olvidado fue Further Complications del siempre sinvergüenza y estupendo Jarvis Cocker. El ex integrante de Pulp nos recuerda por qué todo mundo ama a un canalla, sobre todo cuando el canalla hace música como él. La verdad es que Cocker puede ser un poeta completamente superficial a la vez que imprime a sus canciones de una impresionante y enternecedora profundidad, ¿cómo lo logra? Honestidad. Further Complications es un álbum para divertirse, para reirse, para emborracharse, para cantar. ¿Quién dice que las obras de arte deben entregar, solamente al público, una conciencia social (a Sartre no le gustaría Cocker).

5. What Will We Be, Devendra Banhart

La extrañeza regresa. Megapuss me mantuvo distraida un rato, pero realmente a quien quería de regreso era al siempre irreverente Devendra Banhart, y ¡qué regreso! What Will We Be es un divertidísimo álbum, multifacético, melodioso, estúpido, profundo... lo es todo a la vez. Lo tiene todo, todo aquello que le conocemos tan bien a Banhart y por lo cual lo amamos, lo tiene. Todo. Angelika y 16th & Valencia Roxy Music Club son prueba de la irreverencia de su música, de su estilo y sus letras. Al igual que mi selección anterior, este álbum es ideal para quienes se pasan las reglas y lo convencional por un lado, para quienes saben reír y encuentran la más dulce poesía en la falta de cordura. What Will We Be es droga musicalizada. Me duele no ponerlo en el número uno.

4. Merriweather Post Pavilion, Animal Collective

Hipnótico, caótico, melodioso, estruendoso, creativo... Animal Collective imprime una impresionante cantidad de elementos a su nuevo álbum que impresiona, cachetea, envicia y enamora, y que nunca termina por saturar ese sonido ya tan característico. Merriweather es un álbum maravilloso, lleno de matices, de texturas, de color, de... bueno, ya se habrán dado una idea, podría seguir y seguir con la lista de sustantivos. La verdad es que este trío de Nueva York acapara todas las listas musicales del año y con mucha razón, obviamente, no podían faltar en mi lista. Su creatividad y talento, puestos y pintados con beats electrónicos y melodías empalagosas han alzado la barra para cualquiera que ose seguirle los pasos. I say... step in if you dare.

3. Hazards of Love, The Decemberists

No puedo parar de expresar mi profundo e infinito amor por esta banda de indie folk/indie rock/indie lo que quieran. Ese amor fue más allá cuando escuché Hazards of Love, la última entrega discográfica de la banda, un álbum que se escucha de un jalón, de principio a fin. Un álbum torcido y oscuro que cuenta la historia de Margaret, su morfo-amante William (osea que cambia de forma), su madre (la reina del bosque) y el rake (un libertino). El álbum es una obra literaria, acompañada con melodías impresionantes, llena de pasión, violencia y sentimiento. Este es un álbum que le recomiendo a cualquier persona que disfrute de la literatura y la buena música. Este álbum es exquisito y difícil de dejar atrás.

2. The Spinning Top, Graham Coxon

Una de las tantas cosas que le agradezco a mi esposo es haberme presentado al increíble talento y encanto de Graham Coxon, a quien previamente conocía por su participación en Blur, y aún así, no ponía mucha atención a los arreglos y aportes de Coxon, tan ingenua yo. The Spinning Top, a diferencia de sus discos predecesores, posee un maravilloso encanto de tintes folk, que una vez embelesados con su prodigioso manejo de la guitarra acústica, nos electriza con una estruendosa guitarra eléctrica. Les confieso que muero por escuchar nuevamente el álbum de Coxon, pero a consecuencia del estado mortis de mi estúpida laptop, el electrizante-guitarrista-canta-autor sufre de Locked-In Syndrome, y se ha perdido de unas maravillosas mañanas de cigarros y café en los que me hubiera acompañado muy bien. Coxon, te extraño.


1. Wooden Arms, Patrick Watson

Una belleza de álbum. Un álbum imposible de plasmar en simples y triviales palabras. Si tratase de hacerlo, terminaría balbuceando una y otra vez que es, simple y sencillamente maravilloso. Watson es un artista cuya música y genialidad se goza y cultiva en una equitativa mezcla de folk y pop, cuyas letras llenan y desbordan al espíritu con la más dulce y melancólica poesía, y cuya creatividad va más allá de lo que cualquiera se pueda imaginar. Wooden Arms es un álbum que se sobrepasa a sí mismo, sobre pasa a sus discos anteriores y sobre pasa a cualquiera que haya querido imitarlo, o que haya intentado caminar tras sus huellas. Es un álbum orgánico y triste; un álbum lleno de poéticas imágenes, un álbum orquestral. Es un álbum embriagante (y un álbum que igual fue estúpidamente olvidado de los primeros lugares de las listas musicales, pero bueno, a estas alturas, a quién le importa un bledo lo que los críticos de música digan... ¿qué van a saber ellos?). Mi querido, mi amado Patrick, el 2009 te pertenece. He aquí tu corona de olivos.

Dignos de mención:
  • Blood Bank EP, Bon Iver
  • Monsters of Folk, Monsters of Folk
  • IRM, Charlotte Gainsbourg
  • XX, The XX