Estoy leyendo un libro sobre la historia del cine alemán muy interesante llamado De Caligari a Hitler. Una historia psicológica del cine alemán por Siegfried Kracauer, en el que, obviamente, se hace un recuento sobre el cine en Alemania, cómo y por qué surgió. Y bueno, tengo que compartir este pequeñísimo fragmento en el cual Kracauer nos define lo que en aquel entonces era ser cinéfilo, si es que existía la cinefilia en aquellos ayeres.
Las salas cinematográficas, atracción para obreros jóvenes, vendedoras, desocupados, holgazanes y gente rara, tenían mala reputación. Proporcionaban asilo para los pobres y un refugio para los enamorados. Y, ocasionalmente, para algún intelectual extraviado.
No es por nada, pero a veces siento que a los cinéfilos de corazón nos siguen viendo de la misma manera, especialmente cuando se trata sobre cine de arte. Bueno, es sólo una sensación, lo que sí, es que somos más intelectuales extraviados que amamos y, practicamente, nos desvivimos por la industria cinematográfica.
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