No es el tipo de película que uno ve por estar aburrido; no es el tipo de historia para divertirse o pasar el rato. Es el tipo de película que uno ve porque conoce lo creativo y deslumbrante que alguien tan polémico puede llegar a hacer, y cuyas creaciones terminan marcando la memoria. El director danés siempre ha causado una fuerte impresión en mí, pues me hace sufrir, con mayúsculas... SUFRIR. No puedo ver Dancer In The Dark sin escuchar que se me rompa el corazón y terminar en lágrimas; no puedo ver Antichrist sin sentir cómo se me retuercen las vísceras; no puedo ver Dogville sin sentir repudio hacia la maldad del hombre; no puedo ver Manderlay sin quedarme dormida (porque esa de plano me aburrió).
Escogí el día perfecto (nublado, frío, húmedo, depresivo) para ver la tan poética versión del fin del mundo según Von Trier, en donde el planeta Melancholia está por estrellarse a la Tierra. La belleza de la historia, es que este terrible acontecimiento, no es más que el mero gancho sobre el cual el director cimenta el verdadero argumento de la película, centrado en la relación entre las hermanas Justine (Kirsten Dunst) y Claire (Charlotte Gainsbourg). Esta tragedia de tragedias es una sencilla estructura de tres actos, con el tercer acto antepuesto al primero -la película inicia con el fin (literalmente). El final es un espeluznantemente bello y etéreo cataclismo; es la danza de la muerte, a ritmo de Wagner y su preludio a Tristán e Isolde, pieza que se escucha a manera de leit motiv a lo largo del film. El final de finales, el inicio de inicios, una lluvia de imágenes alternando entre los personajes y el espacio, entre Justine y Claire y los dos planetas, imágenes producto de una cámara phantom que exagera el uso de slow motion logrando un espectacular resultado; les aseguro que esta secuencia introductoria a la película la repasarán una y otra y otra vez después de haber visto la película.
Llevo horas, literalmente, escribiendo y borrando la sinopsis de la película, pero cada vez que termino y la leo me parece frívola y superficial. La película funciona a manera de metáfora, en donde Von Trier proyecta sus frustraciones y la profundidad de esa depresión contra la cual ha combatido por años; digo, es un poco prosáico tomando en cuenta el título. Se proyecta así mismo en el personaje de Justine, quien es incapaz de disfrutar de su propia boda por no poder sobre pasar su padecimiento, el cual ha llegado a un nivel tan fuerte, tan denso, que ni su marido logra pasar la noche de bodas con ella y terminan separándose después de tan solo horas de casados. A ella se le ve perdida y dispersa, yendo de un lugar al otro, tomando baños mientras abajo la esperan para partir el pastel; cogiéndose hombres al azar mientras su esposo la espera en su habitación; tomando siestas mientras la esperan para los discursos, y así sucesivamente. Mientras tanto, una neurótica Claire debe lidiar con una familia profundamente escindida y resentida. Este juego de contrastes, el simbolismo de la boda en oposición con la podredumbre de las personas que por ahí deambulan es absolutamente delicioso. Son personajes minuciosamente creados: Justine es una depresiva terminal, Claire la neurótica base sobre la cual se apoya la familia, Michael es el pobre ingenuo que se casó con la locura personificada, John el astrónomo burgués que carga con la familia de Claire cual estigmas sangrantes. El padre se ha convertido en un mujeriego y la madre en una amargada... en fin.
La segunda parte de la película, a diferencia de la primera, se siente más fluida, pues el espectador sabe que el tiempo está cerca y que todo está por terminar. Es interesante ver cómo las personalidades que en un principio fueron planteadas, van desenvolviéndose cuando su naturaleza se enfrenta ante su destino: la muerte. El hombre es débil y se doblega antes de tiempo, mientras la mujer se sostiene erguida, aceptando lo que viene o simplemente resignada. Si hay algún mensaje que haga guiños de actitudes chauvinistas, misóginas, machistas, blah, blah, en el personaje de John sobre la condescendencia que tiene ante su esposa, puesto deliberadamente por Von Trier, pues quién sabe. Eso es a la interpretación de cada quien. Yo no quise entrar en asuntos de género, como muchos hicieron en Anticristo; yo entendí las analogías que busca hacer sobre este asunto ya mencionado hasta el cansancio sobre su depresión... y una vez que me encasillé (abiertamente) en la metáfora, todo lo fui tomando, no como lo que era, sino como aquello que representaba: el choque planetario/el choque fraternal entre Claire y Justine; la voracidad del universo/la familia tan violentamente disfuncional, etc. Y bueno, si a esas vamos, no sé si era la finalidad; pero así como uno lee un poema e interpreta, aquí me di la libertad de aplicar el mismo principio.
Así como sus películas, Von Trier es un personaje enigmático y sumamente interesante. Es la persona que todos aman odiar; es quien está en boca de todos; es a quien recurren para derramar bilis. Esta persona non grata de críticos, periodistas y burgueses intelectualoides de los más prestigiados festivales cinematográficos, seguirá haciendo cine provocativo, polémico; de ese tipo que se entierra como espina en el corazón, en el hígado, en el estómago, así como lo llegasen a hacer Buñuel, Bretón, Dalí o cualquiera de los surrealistas con tal de provocar. Esas provocaciones que a final de cuentas, nos hacen sentir vivos, nos hacen pensar; nos provocan a hurgar en los rincones más oscuros del espíritu humano para enfrentarnos a nosotros mismos. Melancholia es la película más anti-Von Trier que he visto, a pesar de recurrir a sus lugares comunes: la eroticidad, la naturaleza, la vida, la muerte, la maldad, la bondad, la ingenuidad, la incredulidad, la eterna pugna entre el bien y el mal, y algo que me recuerda al 'silencio de Dios' del cual Bergman hablaba, no sé por qué. Este es un director al cual se le ama o se le odia, al igual que su obra; una obra que no es fácil de digerir, pero que es altamente gratificante y, por qué no, edificante.
Aquí el prólogo, nomás para que se den una idea.
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