Es de madrugada, muy de madrugada. Es tan de madrugada que es un crimen estar despierta a esta hora. Todos duermen; mi esposo duerme, mi bebé duerme (irónicamente)... estoy segura que incluso tú dormías a esta hora. Vaya, ni siquiera escucho carros en la avenida y eso, para donde vivo, ya es decir demasiado. No duermo por terminar de leer El último lector de David Toscana y créanme que algún día le reclamaré mi pérdida de dulce sueño por pasar tiempo entre sus páginas. Me debí de haber quedado en el principio y evitarme lo demás, así como lo hace Lucio, uno de sus personajes, quien pasa la totalidad de sus días devorándose las novelas que guarda en la biblioteca del pueblo, pues es tan juez y crítico que se toma la libertad de condenar las lecturas estando a penas en las primeras páginas de estas. No necesita más que leer el inicio y el final para decir que son ridículas, estúpidas, que solo reflejan el ego de tal o cual autor, que no retrata la realidad o la retrata de más, que el autor no entiende lo que es el arte, etc., etc., etc. Sé que esta es una novela querida por unos, amada por otros, decente para otros tantos, pero para mí no. Entrar al pueblo de Icamole y pasar tiempo entre Remigio, Babette, Lucio y su biblioteca no fue nada de mi agrado. Ya ni lo que esperé por este libro, pues me llegó por paquetería. En fin. Ya lo leído, leído está y por ese lado está bien. No hay lectura que no enriquezca, por más gorda que haya caído. Y hablando de dormir... alguien ya ha abandonado dicha actividad y ahora pide brazos. Buenos días.
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