Mayo, mayo, mayo… mayo mes de los finales. Así que heme aquí quebrándome la cabeza en pedacitos escribiendo mis ensayos o trabajos o como lo quieran llamar, pero aquí entre nos, me gusta mucho mi cabeza como para destrozármela de tal manera, así que lo he dejado por la paz, al menos por ahorita, y me he dedicado a aquello que más me relaja…
Estoy escuchando el nuevo álbum de The Dead Weather, el otro proyecto creado por Jack White, algunos de ustedes lo conocerán por ser el guitarrista y vocalista, entre otras cosas, de una pequeña y mediocre banda llamada The White Stripes. Nada famosa, la verdad. Y lo de mediocre era sarcasmo, por si no se transmitió el tono a través de las líneas. Blah, blah, blah. El álbum titulado Sea of Cowards lo podría definir perfectamente como adrenalina musicalizada, armonizada y poetizada. El sonido creado por este cuarteto parece añorar los años perdidos del rock por el rock: el sonido del órgano pareado al bajo con excesivo fuzz, guitarras estridentes y crudas, voces agudas cantando odas al ocio, a los cigarros, al cinismo, a las personalidades explosivas… no sé, en lo que quieran, el rock se hizo para decirlo todo sin decir nada, a final de cuentas, así que a quién le importa. Lo que sí diré es que, desde que “Blue Blood Blues” comenzó a sonar, la primera pista del álbum, con toda la potencia del volumen, me atrapó, en gran parte por la energía y la fuerza de las melodías, y en parte por la siempre dinámica y vivaracha voz del talentoso Mr. White. Pero la voz Jack White no es lo único que vislumbra en el álbum, en la canción “The Difference Between Us”, Alison Mosshart, con una voz rasposa, invita a alguien, no sé, un personaje desconocido, para acompañarla hacia algún espacio guardado de toda interrupción, y así poder encontrar las diferencias entre ambos. ¿A qué se referirá? Tal vez a una pelea que está por llegar o tal vez a saciar ciertas urgencias, quién sabe, pero es un verdadero deleite confesado a gritos y guitarrazos.
Sea of Cowards es un álbum hecho de rock al 100%. El órgano de Dean Fertita me recordó un poco al órgano escuchado en algunas canciones de los Doors, aunque en este caso es más ácido, más fuerte, sin sentido y armonioso; es más dinámico, pegajoso, incluso adictivo, uno de esos discos que uno se emociona por escuchar, y que inevitablemente, merecen ser apreciados a todo volumen.
Estoy escuchando el nuevo álbum de The Dead Weather, el otro proyecto creado por Jack White, algunos de ustedes lo conocerán por ser el guitarrista y vocalista, entre otras cosas, de una pequeña y mediocre banda llamada The White Stripes. Nada famosa, la verdad. Y lo de mediocre era sarcasmo, por si no se transmitió el tono a través de las líneas. Blah, blah, blah. El álbum titulado Sea of Cowards lo podría definir perfectamente como adrenalina musicalizada, armonizada y poetizada. El sonido creado por este cuarteto parece añorar los años perdidos del rock por el rock: el sonido del órgano pareado al bajo con excesivo fuzz, guitarras estridentes y crudas, voces agudas cantando odas al ocio, a los cigarros, al cinismo, a las personalidades explosivas… no sé, en lo que quieran, el rock se hizo para decirlo todo sin decir nada, a final de cuentas, así que a quién le importa. Lo que sí diré es que, desde que “Blue Blood Blues” comenzó a sonar, la primera pista del álbum, con toda la potencia del volumen, me atrapó, en gran parte por la energía y la fuerza de las melodías, y en parte por la siempre dinámica y vivaracha voz del talentoso Mr. White. Pero la voz Jack White no es lo único que vislumbra en el álbum, en la canción “The Difference Between Us”, Alison Mosshart, con una voz rasposa, invita a alguien, no sé, un personaje desconocido, para acompañarla hacia algún espacio guardado de toda interrupción, y así poder encontrar las diferencias entre ambos. ¿A qué se referirá? Tal vez a una pelea que está por llegar o tal vez a saciar ciertas urgencias, quién sabe, pero es un verdadero deleite confesado a gritos y guitarrazos.
Sea of Cowards es un álbum hecho de rock al 100%. El órgano de Dean Fertita me recordó un poco al órgano escuchado en algunas canciones de los Doors, aunque en este caso es más ácido, más fuerte, sin sentido y armonioso; es más dinámico, pegajoso, incluso adictivo, uno de esos discos que uno se emociona por escuchar, y que inevitablemente, merecen ser apreciados a todo volumen.
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