El recuerdo se crea cuando uno vive un momento de tranquilidad, aunque el mundo ajeno a uno corra a una velocidad desmadrosamente acelerada, el mundo dentro de uno cuenta los segundos sin prisa alguna, hasta logra detener uno que otro. Es tal momento en el que bien alguien alguna vez hubiese podido redactar en un poema o plasmar en una foto o hasta recrear en una escena de alguna película.
Es ese momento en el que se abren los ojos y se agudizan los sentidos, escuchamos música en el fondo y los colores se avivan. Lo vemos todo de una manera que jamás la habíamos visto: Un atardecer que logra filtrarse por una pequeña ventana, iluminando la habitación entera de un naranja ardiente, a la vez que todo se refleja en los ojos de ese alguien a quien miramos a tan sólo milímetros de distancia... en donde la cercanía deja de existir y uno es el otro, el otro es el uno. Un momento.
El instante previo a una lluvia, en donde el sol va desapareciendo tras las apresuradas nubes, dispersándo la luz por todos lados, hasta que aquellas la opacan por completo. El olor a tierra mojada se torna cada vez más intenso y a pesar de vivir en una ciudad ruidosa, reina el silencio y es posible escuchar el viento. Un momento.
El abrazo de la abuela. Momento.
El primer beso. Momento.
Una repentina explosión de carcajadas después de un mal día. Momento.
Demasiados momentos en una vida como para escribirlos todos, y cada uno de ellos crean el recuerdo. No recordamos el todo absoluto de lo que en ese pasado ocurrió, tan solo el momento. Haya sido un segundo o un minuto. Últimamente he recolectado momentos, sin buscarlos, solos llegan, tan solo me vuelto atenta a ellos para no perderme ninguno, esto sería una tragedia, ya que, de perderme alguno, un cacho de mi memoria estaría faltando y no podría recordar. Me he vuelto coleccionista de momentos, esta será mi profesión de ahora en adelante y de ellos viviré.
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