Es lunes por la mañana (9:44am para ser exactos) y doy una re-leída a El Túnel de Ernesto Sábato (o Sabato, lo veo diferente en diferentes lugares). No es precisamente una novela con la cual desearía iniciar la semana; ya los lunes son lo suficientemente malos como para echarse semejante cantidad de pesimismo, sandeces y estupideces sobre los hombros. Es el tipo de novelas que fácil y felizmente me aviento bebiendo una estúpida cantidad de café y fumándome un par de cigarrillos, pero esos días ya han quedado atrás, muy detrás de mí; no me queda de otra más que aguantármela así. Terminando esta, creo que leeré El extranjero de Camus. Nomás para sentirme mejor.
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