Crash, segundo álbum de Dave Matthews Band, lanzado en el ’96, si es que mi memoria no me resbala, fue un disco que me marcó, y que incluso en el “hoy” lo sigue haciendo. Así como hay lecturas que nos pegan, nos sorprenden y nos definen, también hay música que nos cambia para siempre; música que nos abre una llaga y la deja ahí –como un lunar-, formando parte de nuestro ser, nuestro cuerpo y nuestra manera de percibir, sentir y pensar. Yo por eso siempre he pensado que el poder de la música es tan fuerte; la música es tomar conciencia, es un estar ahí, un vivir, un experimentar y hasta un evolucionar hacia esa aspiración del ser mejor; un ser humano. Pero bueno, no entraré en digresiones. Dicho álbum, lo descubrí cuando tenía 14 años. En algún lugar había escuchado la tercera canción del álbum titulada “Crash Into Me” y me perdí. Me perdí para siempre, fue como un balde de agua fría. Tras escucharla, logré comprar el disco en uno de esos programas de “ordene 12 discos al precio de 2” o algo así, que por aquellos días existían -junto con una selección muy buena de discos, debo admitir- y gracias a ello obtuve uno de mis discos favoritos en lo que llevo de corta vida.
Dave Matthews y su grupo, siempre se han caracterizado por la música que crean; la verdad es que en este caso es necesario hablar de un ensamble, porque hay tantas cosas sucediendo en un mismo momento, tantos sonidos, tantos ritmos que nunca terminan por saturar una canción; por el contrario, van formando una acumulación de sensaciones melódicas, armoniosas y harto adictivas. Bueno, honestamente estoy pensando por el momento en el Crash, el cual escucho en este preciso momento y lo que intento describir de manera tan desarticulada es justamente lo que estoy escuchando, pues son tantas cosas las que se perciben que es imposible no sentirse atraído y envuelto por la música.
La canción que abre el álbum es “So Much To Say” con una melodía muy dinámica; tanto la letra como la música se complementan: I see my hell as the closet I’m stuck inside, can’t see the light. And my heaven is a nice house in the sky, got central heating and I’m alright, canta Matthews acompañado de una guitarra acústica bastante lúdica, a partir de donde comenzarán a sumarse el resto de los instrumentos. A diferencia de esta primera con la que nos introducimos al disco, “Two Step” abre un capítulo un poco más oscuro en cuanto a tono; la guitarra eléctrica, desposeída de todo efecto y acompañado con unos maravillosos arpegios acústicos y la voz desnuda de Dave, nos da la bienvenida. La lírica, después de in intro digno de la longitud de aquellos presentados por The Cure, nos presenta una declaración de amor, nada cursi, como cualquiera podría pensar cuando se habla de canción de amor… es sentimiento, no sentimentalismo barato. Y qué mejor para terminar una canción de amor, que continuar con otra de amor: “Crash Into Me”. Con esta, Dave Matthews y compañía me declararon su amor o yo a ellos, como sea, fue algo enteramente recíproco (más tarde les colgaré por aquí la canción, por si no la conocen).
Las declaraciones de amor terminan con “Too Much” en la que los excesos son el orden del día: I’m a crazy creep, I got it coming to me, ‘cause I’m not satisfied, hunger keep on growing. I eat too much, I drink too much, I want too much… too much. “#41” y “Say Goodbye” van encadenadas, en el sentido que el outro de una es el intro de la otra (respectivamente); la primera es una mirada introspectiva sobre el futuro, sobre el pasado. Es lamento y deseo, es desesperación, salpicado todo con el sonido de un saxofón plagado de melancolía –bastante delicioso, por cierto-, el cual nos despide y nos da la bienvenida una vez que “Say Goodbye” entra en escena. He aquí otro intro muy largo, pero nada tedioso; es una introducción que nos resume la intención de la letra y de la canción: es una invitación cachonda, si se me permite, y la canción lo es también. Es el deseo de posesión, de goce y satisfacción; un vivir el momento, deleitarse y al final, seguir con la vida: Oh back to being friends, but tonight lets be lovers, we kiss and sweat, we turn this bed-tub thing to the best.
“Drive In, Drive Out” vuelve a cambiar el tono del ambiente que hasta el momento se va formando, en parte por marcar el inicio de la segunda mitad del disco y en parte por virar hacia un caos armónico, paradójicamente, en donde la áspera voz de Matthews y la viveza de los instrumentos se mezclan para gritar cierto hartazgo hacia lo ridículo de las cosas. Toda esta acumulación de adrenalina cae estrepitosamente hacia la calma y el susurro en “Let You Down”, la cual pueden adivinar el contenido por el mero título. Tras ella, los ánimos vuelven a su sitio con “Lie in Our Graves”, una pieza que retorna al locus amoenus; el ocio en donde se es válido pasar el tiempo ensopándose los pies en el agua. En “Cry Freedom”, Matthews canta a manera de imploración: Cry, freedom cry, from deep inside where we are all confined. Muy apropiada para “la situación” y es que dicha situación sucede en todos lados: la desensibilización del ser humano.
Las últimas dos piezas componen el humor y se despojan de toda densidad. “Tripping Billies”, iniciando con una batucada en crescendo, invita a beber y bailar. Cualquier canción con la palabra “tripping” en el inicio no puede ser tan difícil de descifrar, menos cuando por ahí en la canción escuchamos las palabras dragón, whisky y felicidad… eat, drink and be merry, buenísimo consejo. Y cerrando un soberbio disco, “Proudest Monkey”, que a mi manera de escucharla y sentirla, es la representación musical de la ingenuidad y la inocencia, en donde se humaniza al animal o se animaliza al humano, quien en este caso es Dave, aunque el molde nos queda a todos.
Crash fue mi descubrimiento y mi llave a los mundos posibles. Es un álbum que permite envolverse en la música hasta el punto de terminar perdido en ella. Es una obra atemporal, pues así como la escuché hace once años, la escucho hoy, incluso mejor. Supera absurdamente a mucha de la música que se hace hoy en día, música sin sustancia, sin esencia. Crash es un álbum que debería ser de cajón, bueno, como lo es la obra completa de Dave Matthews Band. Igual y le hecho demasiadas flores, habrá gente que no soporte el sonido del grupo, lo cual se me hace difícil de creer; o lo sienta saturado, aun más difícil de creer, en fin, es válido. En mí toma semejante importancia ya que crecí con esta música (entre otra). Descubrir música a los 13, 14 años es una de las mejores cosas que a uno le pueden suceder, porque a esa edad se está justo en medio del acné-adolescencia, del feísmo personal, de la confusión existencial y el odio al mundo, o bueno, a ciertas cosas de él… bueno no, a todo.
Dave Matthews y su grupo, siempre se han caracterizado por la música que crean; la verdad es que en este caso es necesario hablar de un ensamble, porque hay tantas cosas sucediendo en un mismo momento, tantos sonidos, tantos ritmos que nunca terminan por saturar una canción; por el contrario, van formando una acumulación de sensaciones melódicas, armoniosas y harto adictivas. Bueno, honestamente estoy pensando por el momento en el Crash, el cual escucho en este preciso momento y lo que intento describir de manera tan desarticulada es justamente lo que estoy escuchando, pues son tantas cosas las que se perciben que es imposible no sentirse atraído y envuelto por la música.
La canción que abre el álbum es “So Much To Say” con una melodía muy dinámica; tanto la letra como la música se complementan: I see my hell as the closet I’m stuck inside, can’t see the light. And my heaven is a nice house in the sky, got central heating and I’m alright, canta Matthews acompañado de una guitarra acústica bastante lúdica, a partir de donde comenzarán a sumarse el resto de los instrumentos. A diferencia de esta primera con la que nos introducimos al disco, “Two Step” abre un capítulo un poco más oscuro en cuanto a tono; la guitarra eléctrica, desposeída de todo efecto y acompañado con unos maravillosos arpegios acústicos y la voz desnuda de Dave, nos da la bienvenida. La lírica, después de in intro digno de la longitud de aquellos presentados por The Cure, nos presenta una declaración de amor, nada cursi, como cualquiera podría pensar cuando se habla de canción de amor… es sentimiento, no sentimentalismo barato. Y qué mejor para terminar una canción de amor, que continuar con otra de amor: “Crash Into Me”. Con esta, Dave Matthews y compañía me declararon su amor o yo a ellos, como sea, fue algo enteramente recíproco (más tarde les colgaré por aquí la canción, por si no la conocen).
Las declaraciones de amor terminan con “Too Much” en la que los excesos son el orden del día: I’m a crazy creep, I got it coming to me, ‘cause I’m not satisfied, hunger keep on growing. I eat too much, I drink too much, I want too much… too much. “#41” y “Say Goodbye” van encadenadas, en el sentido que el outro de una es el intro de la otra (respectivamente); la primera es una mirada introspectiva sobre el futuro, sobre el pasado. Es lamento y deseo, es desesperación, salpicado todo con el sonido de un saxofón plagado de melancolía –bastante delicioso, por cierto-, el cual nos despide y nos da la bienvenida una vez que “Say Goodbye” entra en escena. He aquí otro intro muy largo, pero nada tedioso; es una introducción que nos resume la intención de la letra y de la canción: es una invitación cachonda, si se me permite, y la canción lo es también. Es el deseo de posesión, de goce y satisfacción; un vivir el momento, deleitarse y al final, seguir con la vida: Oh back to being friends, but tonight lets be lovers, we kiss and sweat, we turn this bed-tub thing to the best.
“Drive In, Drive Out” vuelve a cambiar el tono del ambiente que hasta el momento se va formando, en parte por marcar el inicio de la segunda mitad del disco y en parte por virar hacia un caos armónico, paradójicamente, en donde la áspera voz de Matthews y la viveza de los instrumentos se mezclan para gritar cierto hartazgo hacia lo ridículo de las cosas. Toda esta acumulación de adrenalina cae estrepitosamente hacia la calma y el susurro en “Let You Down”, la cual pueden adivinar el contenido por el mero título. Tras ella, los ánimos vuelven a su sitio con “Lie in Our Graves”, una pieza que retorna al locus amoenus; el ocio en donde se es válido pasar el tiempo ensopándose los pies en el agua. En “Cry Freedom”, Matthews canta a manera de imploración: Cry, freedom cry, from deep inside where we are all confined. Muy apropiada para “la situación” y es que dicha situación sucede en todos lados: la desensibilización del ser humano.
Las últimas dos piezas componen el humor y se despojan de toda densidad. “Tripping Billies”, iniciando con una batucada en crescendo, invita a beber y bailar. Cualquier canción con la palabra “tripping” en el inicio no puede ser tan difícil de descifrar, menos cuando por ahí en la canción escuchamos las palabras dragón, whisky y felicidad… eat, drink and be merry, buenísimo consejo. Y cerrando un soberbio disco, “Proudest Monkey”, que a mi manera de escucharla y sentirla, es la representación musical de la ingenuidad y la inocencia, en donde se humaniza al animal o se animaliza al humano, quien en este caso es Dave, aunque el molde nos queda a todos.
Crash fue mi descubrimiento y mi llave a los mundos posibles. Es un álbum que permite envolverse en la música hasta el punto de terminar perdido en ella. Es una obra atemporal, pues así como la escuché hace once años, la escucho hoy, incluso mejor. Supera absurdamente a mucha de la música que se hace hoy en día, música sin sustancia, sin esencia. Crash es un álbum que debería ser de cajón, bueno, como lo es la obra completa de Dave Matthews Band. Igual y le hecho demasiadas flores, habrá gente que no soporte el sonido del grupo, lo cual se me hace difícil de creer; o lo sienta saturado, aun más difícil de creer, en fin, es válido. En mí toma semejante importancia ya que crecí con esta música (entre otra). Descubrir música a los 13, 14 años es una de las mejores cosas que a uno le pueden suceder, porque a esa edad se está justo en medio del acné-adolescencia, del feísmo personal, de la confusión existencial y el odio al mundo, o bueno, a ciertas cosas de él… bueno no, a todo.
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