lunes, 5 de mayo de 2014

Es el otro blog

Queridos lectores, amigos, ciber compañeros, ya comienzo a poblar las páginas de mi otro blog... léanme por allá, no me dejen sola.
con cariño les saluda su amiga,

batracio del desierto.

http://ranasycosas.blogspot.mx/2014/05/el-devenir-cosmico-inspirado-por-los.html

lunes, 24 de marzo de 2014

... y les digo adiós.

Mis queridos lectores, si es que los tengo y puedo llamar así, aún a pesar de mi constante silencio, regreso para anunciar el fin... el fin de un blog y el inicio del otro. ¿Por qué? Pues porque necesito cambiar de piel... ya mejor dejar los pellejos y comenzar con nuevas escamas. Buscar nuevos pantanos, nuevas letras, nueva música y cambiar un poco los tonos de las palabras y más aún, las ideas. Pero es un especie de hasta luego, porque realmente no me voy, no me puedo ir, no puedo escapar... Once you go blog, you never go back.

He aquí mi nuevo hogar, un cuerpo de espejismos aquíferoacuático repleto de palmeras plastificadas y bellas dunas para rascar la pansa y descansar la espalda.Honrada y feliz me sentiré de saber que sus hermosos ojos voyeuristas me visitan de vez en cuando. Los dejo con Muddy Waters et al y les deseo un feliz día de la luna.


"Bye Bye Baby Goodbye"
1966 Festival The Blues
Muddy Waters, James Cotton, Sonny Terry, Brownie McGhee
Mable Hillary, Sunnyland Slim, Otis Spann, Willie Dixon

miércoles, 5 de febrero de 2014

jueves, 23 de enero de 2014

Sonidos del 2013, segunda parte...

Llegó el Año Nuevo y el mes de enero; llegaron, se fueron y quedó nomás el continuar con aquella frase colgando bajo el brazo: “más vale tarde que mucho más tarde” o algo por el estilo. Así pues, continuo con mi síntesis sónica/sonora/musical del 2013 y le dejo el escenario al señor Jim James y su álbum Regions of Light and Sound of God. Al señor James generalmente se le ve en bandas como My Morning Jacket o Monsters of Folk, sin embargo este hacer como solista está, en la peor adjetivación que pueda encontrar, es estupendamentegenial; esta es la creación de un hombre que demuestra en cada letra, en cada nota, su amor por la música. Los sonidos, los ambientes, los ritmos y por ende, los momentos que en conjunto crean, están equilibrados a lo largo de nueve tracks. “State Of The Art (A.E.I.O.U.)”, con sus delicados silencios quebrantados por un repetitivo piano que filtra las palabras hasta que se pegan en la cabeza para seguir con ella aun cuando se ha migrado hacia otras actividades: I used the state of the art / tech-nology / Supposed to make for better living. Are we better human beings? suena un poco a alguna variación del estado orwelliano en nuestra realidad; mientras que  canciones como “A New Life” son las que inevitablemente dibujan una sonrisa sobre el rostro, entrando bajo el título de feel-good-song. Sentirán cómo los eleva, en cuestión de segundos, hacia lo más alto del cielo y será entonces cuando perdonarán la cursilería de imágenes a las que intento recurrir.  I follow all the wrong dreams, lost in man’s schemes. Oh, Lord! I pray that all is forgiven… all is forgiven”, desgarra en confesión la voz de James, mientras un saxofón se contrapone a su persona, seguidos por un ritmo que quiere parecer jazz, aunque malformado. Si no conocían la obra de Jim James, Regions of Light and Sound of God es un buen lugar por el cual comenzar.

            No todo es el sonido indie-hippie-folkie-cantautoresco, porque sucede que llegan discos como el Specter at the Feast de Black Rebel Motorcycle Club y uno no puede hacer menos que pintarse las uñas negras, prender los cigarros y fumar con infinito placer al son de “Fire Walker” o “Hate The Taste”: la primera una oscura y deliciosa incursión hacia una sencillez sonora impuesta bajo la delicia de voz, tan sugerente e hipnotizante, que Robert Levon Been presta, logrando un ambiente que difiere en tono, intención y ritmo con la segunda, en donde Peter Hayes conduce, a través de esos riffs entre prístinos y sucios, almas igual de torturadas que él por el tártaro del ultramundo musical… el sucio rock ‘n’ roll: I got a fatal heart, I’m tried to living, got a tortured soul, I can’t give it away. Gonna find a line, to get me through to reason, gonna bury it all just to give it a name. Digan lo que digan sobre el inexistente estado inmaculado de los géneros… amantes del rock deben hacer parada obligatoria sobre BRMC. Sí, quizá jueguen el papel acercándose peligrosamente al cliché del rockero (botas, cuero, falta de peine, etc.), pero funciona, porque a veces eso es justo y necesario. Su estilo se basa en un sonido que difícilmente encuentra eclecticismos, aunque pasemos de lo conceptual y sublime, como “Sometimes The Light”, hacia lo crudo y mugriento de canciones como “Sell It”, la cual termina siendo mi favorita del disco entero… 387 segundos de guitarras electrizantes y la batería de Leah Shapiro.


            Después, llega el evolutivo sonido de rock filtrado que ofrece The National, a quienes muchos han entallado la etiqueta de aburridos –a ellos yo les digo “bah… no comprenden, no entienden, ni siquiera lo intentan”. He aquí una de las bandas estadounidenses más importantes de los últimos años del bajo-mainstream. Trouble Will Find Me es un disco casi perfecto, lleno de vertientes y tangentes que oscurecen o esclarecen el sentir del alma humana. Don’t make me read your mind… It takes me too much time… You’re not that much like me… We have different enemies”, canta Matt Berninger en la canción introductoria, mientras el estribillo recalca “You should know me better than that”. Aburrido el conocernos lo suficiente como para reconocernos entre los versos de un pedazo de música, quizá es algo confuso… pero no. “Sea Of Love” será la más reconocible, en parte gracias al estupendo video que salió acompañando al sencillo, e incluye una de las frases que en mí más han afectado: “If I stay here, trouble will find me”. –a cada quien lo dejo con sus percepciones. Vaya, si hay algo que este álbum tiene, son canciones cuyas letras parecen ficciones creadas a partir de monólogos; personajes desdoblándose ante nuestros ojos, mismos que resultan imitar a quien escucha. Para qué buscan libros sobre existencialismo, sobre naturaleza humana. Sólo necesitan The National y Trouble Will Find Me. Bellísimo álbum, sin pizca de aburrimiento.

"A New Life", Jim James


En preparación a la conclusión de mi recuento musical del 2013, uno que debí haber terminado hace rato: Jim James durante su presentación en el afamado Austin City Limits (ventajas de vivir en la frontera - PBS), con "A New Life" de su álbum Regions of Light and Sound of God. Este es un hombre que ama la música.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Sonidos del 2013, primera parte...

A días de terminar el año, la vida me despertó con sus preocupaciones y del bellísimo sueño en el cual descubría al culpable del asesinato de José Arturo Robles Pinedo de los Márquez Reyes, se esfumó como vapor entre el frío. Una taza de café, 6 donas y unas canciones más tarde, heme aquí entre la oscuridad, atestiguando la silueta ensombrecida de mi árbol de Navidad entre los tempranos (muy tempranos) minutos de la madrugada. Para diferir las ansiedades que apremian, hacer cosas mundanas, banales y sin sentido, como escribir un blog compartiendo que la vida lo despertó a uno y ahora bebe café frente a la lastimosa pantalla de una laptop, o hacer listas. Tras cumplir con la primera, continuo con la segunda y es que realmente, el hacer listas me satisface en un nivel culposo. Este año estuvo lleno de buena música, a pesar de lo que muchos digan y piensen; sólo era cuestión de buscar y tomarse el tiempo (llámese 365 días) para escuchar. Y mientras repaso en el shuffle un año entero, mando a la mierda la lista jerarquizada y sólo nombraré aquello que captivó mi oído, mi atención, mi fanatismo.

            Obtuve dos discos en estos últimos días que me cautivaron: Harlem River de Kevin Morby y Country Sleep de Night Beds.  Este último lo descubrí gracias a NPR (National Public Radio) con la canción “Even If We Try”: melancólica melodía que tanto en su letra, como en su arreglo musical, expresa una palpable impotencia contra las vicisitudes de la vida. El álbum en su totalidad, diverge en cuanto al estilo de esa única canción, presentando una vena country-folk en veces, queriendo ser un poco Johnny Cash, como en “Borrowed Time” o “TENN”, aunque para los 23 años de Winston Yellen (aka Night Beds), le falta vida, le faltan experiencias, le falta…

            Por otro lado, Kevin Morby y su Harlem River es sublime. Al igual que Winston Yellen, Kevin Morby es un chicuelo de 25 años cantando: “If you knew the death I’d wanted or measure that hole that I’m in / If you knew just how far I’d travel, then, maybe then, only then all of friends would be there all to greet m/ Inside me is not air” en “Miles, Miles, Miles”. Bah, ¿quiénes somos para juzgar los caminos de un hombre? Mejor escuchar a Morby, su música y su estilo con referentes visiones de Lou Reed en “Wild Side (Oh The Places You’ll Go)” y Bob Dylan “Harlem River”. Hablemos de sonidos para la noche y les juro que este disco irá perfecto con esa idea: tintes de rock ‘n’ roll, guiños a Motown (a mi me pareció), un poco de R & B, quizá y la voz de Kevin tan sedosa y nítida deslizándose como mantequilla sobre pan; bueno, así me parece en momentos, como en “Slow Train”.

            Y si hablamos de voces dulces, prístinas, y hasta cierto punto, dolientes, qué decir de Justin Vernon y Volcano Choir con Repave. Hay quienes ante un adjetivo como preciosista huyen lejos de la cosa que lo carga, pero aquí no hay de otra; el álbum se antepone ante los cuerpos desnudos  de quienes interpretan para nuestros oídos y nuestros adentros, el sonido y el ambiente de un sonido preciosista y la cruda honestidad de la letra. A estas alturas, todos hemos aprendido que Vernon canta como un romántico empedernido pintando de rosa al amor, cuando realmente se complace en el puñal y la herida: It’s nineteen and kids, warfare secret canta en “Tiderays”, seguido por mi verso favorito: You’re the bitch that never ends.  Aunque el punto más alto de un álbum rebosante de canciones casi perfectas fue “Byegone”: entre la confesión de un ebrio admitiendo que es hora de levantarse y marcharse a morir emulando un épico llamado a la guerra ante un crescendo musical explotando entre la batería, los riffs guitarrescos tan orgásmicos y la voz de Vernon llamando a la muerte: Set sail! De haber hecho un top 10, este estaría entre los primeros cinco.

            Antes de concluir esta primera parte, no puedo dejar fuera a los queridos por algunos, odiados por muchos, Edward Sharpe & The Magnetic Zeros; el colectivo de influencias hippies, amor y paz, harekrishna, o como los quieran catalogar, que proporcionaron el fabuloso y sorprendente álbum titulado nada más y nada menos que Edward Sharpe & The Magnetic Zeros. Este tercer álbum no cambia mucho de sus predecesores al seguir una línea de tradición folk-pop con un toque de rock sesentero al estilo de Mamas & The Papas y sonidos que, lo admito, a veces vuelan muy alto queriendo emular un feelin’ muy a la Beatles en “Please!” o “If I Were Free” con discretos sonidos que oscilan entre Let It Be y Abbey Road.  Pero para tones y sones, el álbum cierra con una de las canciones más increíbles que escuché en todo el año: “This Life” es la declaración de alguien que ha decidido que la vida no se hizo para él (o ella). No es un llanto de auto victimización que termina por llenar de tedio y hartazgo, sino una confirmación de que la vida se hizo para todos. “This life, tell it to me, this life, ain’t for me now”, canta Alex Ebert, mientras que el coro explota en una réplica de tintes  gospel que le ponen la piel chinita a cualquiera al gritar “Liar!” Vaya manera de cerrar un disco que le inyectará alegría y esperanza a cualquiera, sin importar lo cursi que eso se escuche.


jueves, 21 de noviembre de 2013

me perdí

Solía escribir en mi cuaderno con lápiz. Un cuaderno pequeño, pesado, rústico; de hojas color beige, que ahora han logrado difuminar el grafito impreso datado desde hace dos años. ¿Ahora cómo recobraré esa parte de mí que procuré cuidar del tiempo? Se me rompe el corazón: he perdido a la yo de esos días; se quedó por ahí, mezclada entre fibra y carbón, impresa en una falsa red que, como todo, va muriendo con el tiempo, con el uso, con la fricción.

viernes, 25 de octubre de 2013

Cosas de nada en la biblioteca.

Algo hay de poético llegar a las 8am a la biblioteca... si tan sólo se pudiera beber café aquí.

jueves, 24 de octubre de 2013

Sobre fuegos arcadianos, reflektores, orfeos negros, clichés y verborrea

Maravillada ante los sonidos que tomaban camino desde los audífonos hasta el punto más recóndito de mi cerebro, Funeral se asentaba como un evento sin precedentes dentro de la poca educación musical que, hasta ese momento, había formado. Una canción fue todo lo que necesité para sentir cómo cambiaba algo en mí. Estoy consciente de las implicaciones que esto representa, pero a veces, la verdad es eso y nada más que eso: vómitos rosados de pura cursi revoltura. Diez años más tarde, la expectativa de querer que algo vuelva a ser igual de grandioso y mágico como lo fue en un principio se hace latente, aunque esto sea imposible. Reflektor no llega a la grandeza de Funeral, ni a su compleja lírica con sus entramados paisajes sonoros y volubles tempos que apelaban a la desautomatización del escucha; tampoco llega al oscuro paraje de sublevación del Neon Bible, ni a la crítica/oda social/familiar de The Suburbs. Sin embargo, aventarlo hacia el rincón de lo despreciable porque ya es popular sería un gran error. Sí, quizá parte de su encanto era el hecho de que el tenerlos dentro de nuestro canon era porque apelaban al ser olvidado, a la persona incómoda en medio de un torbellino de gente; comprendían ese aspecto de la individualidad que tienden a marginalizar... o quizá yo esté mal interpretando (y lo haya hecho todos estos años). Reflektor pues, firma el regreso entre laureles y cantos de victoria del grupo canadiense; un agradecido retorno y merecido para quienes, desde el principio, los escuchamos con suma devoción. A primera vista y escucha, el álbum parece tener un tinte más cinemático -y ustedes disculparán mi ascerción hacia lo obvio- impulsado por el hecho de que se nos presentó  homologado a la película de Marcel Camus, Orfeo Negro (1959), en donde la letra de cada una de las canciones aparece a manera de subtítulos, como buscando el juego de imágenes entre el largometraje y la lírica del disco. Recurren a todos los lugares comunes: las relaciones, la muerte, la vida, el amor, el engaño, etc., y lo hacen al modo ya tan Arcade Fire que hemos llegado a conocer, pero escindido de esta tangible gravedad que había en los tres anteriores. Es un muy buen álbum y uno que ha despertado este tipo de emoción, nuevamente; el tipo que te impulsa a hablar desesperadamente con cualquier pobre alma que se deje, sobre el tema. George Steiner (ya que estamos en ello y a manera de justificación personal), mencionó que la música conjura en los hombres la ilusión comunitaria que tanto anhela la sociedad; parafraseo algo que escribió o dijo hace aproximadamente cuarenta, cincuenta años, y la idea que engloba es, creo yo, tan vigente (o incluso más) ahora que como lo fue ayer. Pero vaya, es sólo el romanticismo hablando de quienes encontramos este tipo de cosas, como el escuchar por primera vez un disco, relevantes y significativas.
 En resumen... Reflektor... he aquí ahora para ustedes:

martes, 22 de octubre de 2013

Ejercicio #8: sobre flâneur, slpeens y cosmogonía Beatle-ezca

(en ti, sin mí)

Te veo por la calle, Henry
bailas, como caballo, valses con el polvo.
Te miran, te miro, tú bailas (un-dos-tres-un-dos-tres).
Tu chaqueta, tu bolsillo, un cigarro, un cerillo
inhalas, humo... como café en la boca.
         ¡Ahí va el camión!
         No vio cambiar el rojo.
La gente se agolpa a ver tu cabeza
estrellándose contra el reloj.
Inhalas, humo... (un-dos-tres-un-dos-tres).
Te veo, Henry, con hoyos en la mente.
Te vas, escupes,
no ven, no saben y tú con ellos
entre muros de aire
(bye bye).


 
Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band (1967)
The Beatles