jueves, 28 de abril de 2011

I Am Very Far, el nuevo álbum de Okkervil River



Ahorita, en este presente, mi presente –ya mañana pasado, en un sentido de pretérito perfecto- estoy escuchando lo nuevo de Okkervil River. Me gusta y apenas van dos canciones. Así que deberé esperar durante 9 piezas más para poder tener un juicio medio decente sobre lo que estoy escuchando… so far, so good.

40 minutos después:

Ya sé que si mi instinto se emociona cuando ve algo, es por algo. Bastante redundante, lo siento, pero desde que vi disponible I Am Very Far de Okkervil River para mi propio goce y deleite, me emocioné cual niña en juguetería, y la expectativa y la emoción no fueron en vano. Horas después de haberlo adquirido logro escucharlo por fin y me encanta, salvo un par de canciones que quizá no me llenaron tanto el oído, como ‘Lay of the Last Survivor’. Dentro del contexto musical, está rodeada de piezas muchísimo más sólidas y mejor estructuradas, pero una o dos canciones que desentonen con uno es una señal muy buena de un disco que promete mucho; tal vez no prometa mucho al mundo de la crítica, tal vez sí; tal vez no prometa mucho al sistema radiofónico capitalista, pero eso a quién chingados le importa, todos sabemos que en esta realidad, la de los melómanos enamorados de la buena música, la industria radiofónica vale madres. Así es que con toda convicción me atrevo a declarar que los Okkervil River, prometen y entregan un disco maravilloso, mejor aún que su muy buen álbum The Stand Ins del 2008.

Para empezar, abre con un par de canciones que enganchan; ‘The Valley’ y ‘Piratess’ se aferran al oído con férreas garras y no sueltan. La primera tan sólo necesita el rasgueo de tonos graves en una guitarra acústica acompañada de cascabeles y ya, estamos en sus garras. La segunda seduce con un bajo reminiscente del Billy Jean a la Jackson, ritmos disco y la voz que tanto recuerda a Robert Smith (muy buena combinación, en mi opinión). ‘We Need a Myth’, hacia la mitad del álbum, es una oda a la añoranza, al deseo, al sueño del retorno del mito en un sentido de “el pasado siempre ha sido mejor que el presente o incluso la visión del futuro”. Bellísima melodía en crescendo con un acompañamiento de cuerdas –sintes, a quién le importa- que lo deja a uno en ese high, en el punto más alto, rematando con ‘Mermaid’, una especie-balada-que-no-es-balada; tranquila, melancólica, como de escena de baile preparatoriano, de un ingenuo amor adolescente, enmarcado con trompetas siguiendo un tipo de vals improvisado. En ‘Your Past Life as a Blast’ escuché ecos de Simon & Garfunkel, lo cual me fascinó, siendo yo fan del dúo folkie de antaño. Y cuando un álbum es un buen álbum, así como abre, debe cerrar y ‘The Rise’ es la perfecta canción del adiós; es la que se escucha justo en ese momento antes de que enciendan las luces, derrochando toda la magia de la noche, la acumulación de emociones que se presenta antes del beso (bueno, eso ya fue un poco cursi). La pieza se deshace del dinamismo que hasta ese momento venían cargando las canciones y al melódico ritmo de un piano (y un piano siempre denota cierta melancolía, no me digan que no) y percusiones se hace cargo de que deseemos que la noche no termine aquí y continúe; nos obliga a desear una secuela, un after, un “amanecerla”. Y para amanecerla, qué mejor que volverlo a escuchar nuevamente, la verdad es que el álbum lo merece.

jueves, 14 de abril de 2011

Entre leer y escuchar pasa todo y nada.

Escucho Grizzly Bear, leo El atentado de Jorge Ibargüengoitia, tomo apuntes. Escucho Grizzly Bear, tomo apuntes y leo El atentado. Tomo apuntes y escribo canciones de Grizzly Bear. Leo El atentado musicalizado por Grizzly Bear y lo inyecta de un ambiente de melancólica humedad, de espacios confinados y una oscuridad que se pinta de azul como en un día lluvioso. Sigo leyendo a Ibargüengoitia, escucho a Grizzly Bear y pinto mis apuntes de azul. Es una tarde muy productiva. (El álbum de Grizzly… Yellow House, nomás por si se preguntan)

lunes, 11 de abril de 2011

E.T.E.R.N.A.U.T.A.


Hoy escuché que la música no es capaz de transmitir una idea como la podría transmitir, digamos, la poesía. No estuve muy de acuerdo con dicha afirmación, sin embargo, ahí está, fue la opinión de alguien. Ahora… sé con más certeza que muchísima gente, sobre todo en esta pobretona ciudad de sequía cultural (no por uno, sino por “los de arriba”), opina que el Rock no es un género propositivo, artístico, emotivo, incapaz de transmitir ideas coherentes, importantes y definitivamente, jamás de los jamases, lo etiquetarían como un movimiento cultural. Mas la realidad es otra, por más que lo nieguen, pues en esta ciudad, ávida de voces que no se callen, ni sean calladas, qué mejor manera de gritar que con Rock.

Novo Pilota es una banda juarense que acaba de lanzar su segundo álbum E.T.E.R.N.A.U.T.A., mismo que está basado en el cómic argentino de finales de los 50’s, El Eternauta, creado por H. G. Oesterheld y Francisco Solano López. En él, la humanidad se ve asediada por una invasión extraterrestre (aunque la historia se lleva a cabo en Buenos Aires), así que Juan Salvo y sus amigos, se ven obligados a buscar maneras de proteger a los suyos, uniéndose así a la última resistencia en contra de la amenaza alienígena. Si bien la historia es de ciencia ficción, el trasfondo que conlleva la novela gráfica es muchísimo más grave y seria, metaforizando la tensa situación política argentina de la época, con la militarización del país, los golpes de estado y las inexplicables desapariciones de aquellos quienes osaban levantar la voz sobre los hechos, como fue el caso del propio Oesterheld. La historia era propicia a la ocasión: no sólo una ciudad, sino un país que vive asediado por la violencia, la aparente militarización, la corrupción, el narco, las extorsiones, el juego de la política y vaya, la lista sigue.

A lo largo de siete temas, la voz del Eternauta se filtra y se manifiesta, evolucionando hacia los pensamientos no sólo de un hombre, sino de toda una colectividad. Con la canción temática, ‘E.T.E.R.N.A.U.T.A.’ se puede vislumbrar a la figura del héroe colectivo del cual hablaba Oesterheld: nosotros mismos. Una canción cargada de adrenalina y fuerza, guitarras estridentes, distorsiones envolventes, hipnóticos beats y una voz que nos urge a resistir y seguir adelante. Y para quien haya leído el cómic, encontrará en la letra referencias hacia pequeños detalles de la novela, algo que en lo personal me gustó muchísimo. ‘Odio Cósmico’ fue otro de los temas que más llenaron mi oído, comenzando por el sonido y la estructura musical, con algo que podría definir como una muy simétrica asimetría rítmica, con esa misma explosión energética que se palpa desde el inicio. Acto seguido, la letra carga con una fuerza emocional imponente: Ojalá que enfrentes todo como es/ que en tu largo viaje encuentres lo que estás pidiendo/ Ojalá que sea tal como lo crees/ que tu traje te haga fuerte cuando estés adentro […] Ojalá el regreso sea lo que fue/ que las piedras del camino no te dejen ciego/ Ojalá mi llanto aún me deje ver/ que esta sangre entre mis manos no me esté mintiendo. ‘Hombre Robot’ es un cambio de perspectiva, en donde la voz se posiciona dentro de las botas de aquellos hombres que “solo siguen órdenes” sin cuestionarlas jamás, enmarcado dentro de una batería que bien asemeja los redobles de los tambores bélicos. ‘Let It Burn (Ya no hay sol)’ oscila entre el inglés y el español, algo que quizá causó un poco de ruido en mí, pues nunca me han gustado estas variaciones en una misma canción, este como pochismo; sin embargo, de alguna manera u otra logra trascender esa pequeña molestia propia para convertirse en una canción demasiado pegajosa, especialmente con el coro en español. La canción es una conversación entre víctima/victimario, inspirada en hechos terriblemente reales, acontecidos al propio vocalista (lo que escuchan en inglés es tan sólo el eco de lo que le sucedió). Por último, ‘Quontinnum’, tema en el cual el alma se desnuda y expresa el dolor de la pérdida. Esa inevitable sensación que nos encara violentamente con la realidad de haber perdido a alguien (o quizás a nosotros mismos) y el necesitar recobrarlo a como dé lugar. Es una pieza melancólica, sin lugar a dudas, pero con una belleza desbordante y poética.

La total ausencia de silencio a lo largo del disco es muy notorio, algo que es imposible pasar de largo, ayudado a los interludios que funcionan como marcos contextuales entre canción y canción; en ellos se podrán distinguir discursos enteros de inconformidad y preocupación, como el escuchar tropas marchando entre ‘E.T.E.R.N.A.U.T.A.’ y ‘Odio Cósmico’, o el desgarrador sonido de explosiones y balas contrapuestos con la melódica belleza de la viola entre ‘Let It Burn’ y ‘Quontinnum’, o el interludio en el cual, de entre un saturado pastiche de noticieros, entrevistas y notas de diversos personajes (cuyas voces son inconfundibles), surge la voz de un hombre que militarizó todo un país para llevarlo al poder y la gloria, para meterlo en orden… un alemán llamado Adolfo. Son sutilezas como esta las que terminan por englobar una obra que bien refleja lo que muchos piensan y sienten, lo que muchos viven y lo que muchos quisieran evadir.

Si hay algo positivo de los momentos de crisis que se debe rescatar, es precisamente esto: la expresión, el arte, la creación. Todo lo que nos impulse a innovar y no solamente esperar un cambio que caiga del cielo. Hace unos cuantos ayeres, Juárez era una ciudad, no solo famosa por la industria maquiladora, sino por la escena musical y los espacios que permitían a una infinidad de voces moldear a su comunidad. A pesar de que ésta escena ha quedado relegada hacia los confines de pequeños bares, es una escena que sigue aún muy viva y dando de qué hablar, ejemplo de ello está en este álbum, el cual a lo largo de 8 temas, se expone en voz, verso y música, el sentimiento colectivo de muchos.


(Para escuchar el disco, visitar: www.reverbnation.com/novopilota)

Epifanía

Realmente necesito leer más... esta semana me di cuenta de que no sé nada. Esa es una verdad terrible de encarar.